La única redención posible de la Reina Letizia es que se disculpe

La Reina emérita Sofia y la Reina Letizia con la misma tiara.
La Reina emérita Sofia y la Reina Letizia con la misma tiara.

Visto lo visto y alcanzada la temperatura de la controversia global que se ha generado en los medios de comunicación, las redes sociales, las tertulias en televisión y la comunicación boca a boca, causada por las imágenes del rifirafe entre los miembros del núcleo duro de la Familia Real, lo único  que cabe en estos momentos es pensar como se podría aplacar la polémica e intentar cerrar la caja de los truenos abierta sin mesura por propios y extraños.

La solución no es fácil porque son enormes la cólera y el arrebato desatados por la contemplación de una escena que ha causado hondo desagrado en cualquiera que la haya visto con detenimiento y de forma repetida, quizá para convencerte de que es real a pesar del cortísimo tiempo en la que transcurre. Pero lo que es indudable es que el daño está hecho. Y lo que puede hacerse tan sólo para tratar de paliar lo ocurrido es aplicar la única fórmula que existe desde la noche de los tiempos: rectificar. Algo que siempre cuesta, por una cuestión de amor propio, que si tiene que hacerlo alguien de alto rango social cuesta más todavía. Pero no es imposible vencer ese sentimiento, superarlo y rectificar ante la opinión pública admitiendo que has cometido un error, pidiendo disculpas por ello y anunciando que no va a repetirse jamás.

El Rey Juan Carlos, jefe de Estado de España, responsable de la dinastía de los Borbones españoles y miembro de una de las familias reales más antiguas de Europa, fue capaz de pedir disculpas, reconocer su error y prometer que no volvería a pasar. ¿Cómo entonces no va a poder hacerlo otro miembro de su familia, aunque sea de la rama política? Hasta ahora,  los pasos que se han dado a través de una amiga personal de la Reina Letizia, que asume y actúa públicamente en televisión como portavoz de la consorte del Rey, no parece ser el camino correcto para transmitir su arrepentimiento o su propósito de la enmienda.

Decir que doña Letizia está desolada e insinuar que la justificación de su comportamiento es que está muy comprometida con la educación de sus hijas, suena a eso, a justificación de algo injustificable. Así no va a desaparecer el borrón que se extiende de forma imparable y que si no se detiene, y aún se está a tiempo de pararlo, quedará ahí indeleble en su todavía corta historia como Reina de España.

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