Irene Montero insiste en comparar a las afganas con las españolas: «Están sometidas al mismo patriarcado»
Irene Montero se reitera en sus polémicas afirmaciones de la pasada semana, cuando comparó la situación de las mujeres en España y Afganistán. En su participación en el seminario ‘Hacia una radicalización feminista de la democracia’, celebrado este lunes en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), y organizado por el Instituto de las Mujeres -dependiente del Ministerio de Igualdad- Montero ha señalado que las mujeres «al final» están «sometidas a un mismo sistema», en alusión al «patriarcado». «Su lucha es nuestra lucha, aunque nuestras condiciones materiales de existencia en los diferentes países puedan diferir», ha señalado la dirigente podemita.
La semana pasada, Montero llegó a comparar la situación de las mujeres en Afganistán y en España, asegurando que «todas vivimos en sociedades patriarcales». «Todas las culturas y religiones tienen formas, con diferentes niveles de dureza, de esa violencia, de oprimir a las mujeres, de disciplinar sus cuerpos», defendió la ministra en una entrevista en Radiocable. «Y eso pasa en Afganistán, pero también en España, con unas tasas todavía intolerables de asesinatos machistas, feminicidios, tasas increíbles de violaciones y de violencias sexuales que todavía están absolutamente normalizadas…», ha descrito a continuación Montero, señalando que «todas las culturas y sociedades tenemos mecanismos de opresión de las mujeres y todas vivimos en sociedades patriarcales».
Este lunes, la dirigente de Podemos se ha reafirmado, asegurando que las mujeres de todo el mundo «están sometidas a un mismo sistema», aunque las condiciones materiales difieran según el país, ha señalado. En este contexto, ha indicado que el reconocimiento del «patriarcado» y del «machismo» como base de la vulneración de derechos de la mujer es por lo que «la lucha de las mujeres afganas» interpela «a todas las mujeres del mundo».
«Reconocer que el patriarcado, el machismo, la dominación de la mujer por el hecho de ser mujer es la base de esas opresiones y vulneraciones de derechos es el motivo por el que la lucha de las mujeres afganas nos interpela a todas las mujeres, es por ello que su lucha es también nuestra lucha aunque nuestras condiciones materiales de existencia en los diferentes países puedan diferir, pero al final estamos sometidas a un mismo sistema», ha dicho Montero.
«¿Acaso estamos negando que la violencia machista, en cualquier parte del mundo, no tienen como raíz el patriarcado, el machismo, la dominación de las mujeres?», se ha preguntado la ministra.
El drama de las mujeres afganas
La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA) ha recopilado las normas que pueden imponer los talibanes tanto a los hombres como las mujeres que vivan en territorios gobernados y controlados por ellos. Incumplirlas tendría como consecuencia castigos físicos e incluso la pena de muerte.
Entre las normas comunes para la población general se incluye la prohibición de escuchar música, ver películas, celebrar el año nuevo o volar cometas, considerado antiislámico. Tampoco se puede poseer literatura considerada «cuestionable» para los extremistas ni utilizar Internet.
Las prohibiciones son aún más severas en el caso de las mujeres. Esta es la situación que Irene Montero considera comparable con España.
Las mujeres no pueden trabajar.
No pueden ir a la escuela o a la universidad. Sólo a centros religiosos talibanes.
Tienen que cubrirse la cara en público.
Deben salir acompañadas de un hombre si quieren salir de casa.
No pueden asomarse a sus ventanas.
No pueden reírse en público porque los hombres no pueden escuchar sus voces.
No pueden aparecer en ningún medio de comunicación.
Son obligadas a usar un burka que cubra totalmente su cuerpo de pies a cabeza.
No pueden maquillarse ni pintarse las uñas (ha habido casos de mujeres a las que les han amputado los dedos por hacerlo).
Serán lapidadas públicamente si mantienen relaciones sexuales fuera del matrimonio.
No pueden enseñar los tobillos.
No pueden hacer deporte.
No puden usar tacones.
No pueden usar baños públicos.
En caso de rebelarse contra esas obligaciones, las mujeres serán sometidas a castigos, humillaciones, palizas públicas e incluso ejecuciones. Las acusadas de adulterio son habitualmente apedreadas, a quienes culpan de robar se les cortan las manos.