Iglesias renunció a la vicepresidencia a cambio de que Sánchez rompa su pacto con C’s
En política nada es lo que parece, y menos en una negociación de Gobierno. Cuando a mediodía de este miércoles Pedro Sánchez anunciaba «con todas las cautelas» que España «estaba más lejos de repetir las elecciones y más cerca de formar un Gobierno de cambio» se iniciaba una representación que poco o nada tenía que ver con la realidad de lo que había pasado de puertas adentro de la sala Martínez Noval. Pablo Iglesias sí renunció a la vicepresidencia, pero lo hizo a cambio de que Sánchez rompiera con Ciudadanos.
La confusión que sembró la rueda de prensa de Sánchez enfadó sobremanera a los líderes de Podemos. Ni Pablo Iglesias estaba dispuesto a pactar «sobre la base del acuerdo PSOE-Ciudadanos» ni Pedro Sánchez se creía que el acuerdo «era posible». Cada líder trató de sacar ventaja de lo que decía y de lo que callaba, pero el orden de las intervenciones públicas permitió a Sánchez forzar el lenguaje a su conveniencia.
Todo había comenzado a las 10.30 de la mañana con un paseíllo impostado por la carrera de San Jerónimo, libro en mano. Pablo Iglesias es ya famoso no sólo por su agresiva dialéctica, sino por los presentes que entrega a sus interlocutores para marcar la agenda de un encuentro. En este caso, el líder de Podemos llegaba con un ejemplar de Historia del baloncesto en España, una obra de Carlos Jiménez Poyato que reúne cientos de fotografías y miles de datos en 700 páginas y mas de un kilo de peso. Un libro de más de 400 euros.
Aunque parecía tener aún más valor más la dedicatoria, como augurio de una reunión provechosa: «Es bueno empezar por lo que nos une. Un abrazo. Pablo Iglesias».
Hoy le llevo un libro a @sanchezcastejon Creo que le va a gustar 😉 pic.twitter.com/eURSWhopSr
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) March 30, 2016
Pero ahí acabó toda lo amable. Según fuentes próximas a Podemos, el líder del PSOE vino a decirle a su interlocutor que ni los socialistas ni sus socios de Ciudadanos estaban dispuestos a aceptarle como vicepresidente del Gobierno y que ésa debería ser su primera renuncia. Iglesias aceptó. Pero a cambio reclamó que Sánchez se comprometiera a que Albert Rivera dejara de ser su pareja de baile, porque el partido morado no iba a negociar sobre la base del pacto PSOE-Ciudadanos.
¿Y por qué no se contó eso en las ruedas de prensa? Porque los pactos secretos son eso, secretos. Y porque en realidad, para las citadas fuentes, Rivera ya estaba fuera del foco y la única posibilidad de pacto era y es el «gobierno a la valenciana». Si los contactos entre Pedro y Pablo habían sido «sin luz ni taquígrafos» hasta la reunión de este miércoles, secretos iban a continuar. El acuerdo entre el socialista y el podemita desembocaba en una cosa: Sánchez debía pedirle a Rivera el apoyo a un Ejecutivo de coalición PSOE-Podemos.
Aún a puerta cerrada, el líder del PSOE le explicó al de Podemos que esa posibilidad era prácticamente imposible, aunque se comprometió a empeñarse en ello.
El 161 y el 199
Por esa razón, Pablo Iglesias no tuvo problemas en exhibir ante la prensa su propia cabeza como un trofeo de caza para el PSOE. «Si yo soy un problema, me retiro». Y por esa razón insistió en que agradecía la disposición de los socialistas a buscar un acuerdo con Ciudadanos para que apoyara «generosamente, por activa o por pasiva» un gobierno de cambio «por la vía del 161», que es como el líder podemita bautizó a la suma de PSOE (90), Podemos (69) e IU (2).
De este modo, cuando el líder de Podemos terminó su rueda de prensa y su equipo se aprestó a escuchar la del secretario general del PSOE, la sorpresa fue mayúscula. Si a puerta cerrada se había fraguado una traición a Albert Rivera, ante las cámaras se estaba registrando en directo un engaño en toda regla a Pablo Iglesias. “Soy un hombre de palabra. La condición necesaria para avanzar es respetar el pacto con Ciudadanos”. Y frente a la «vía del 161», Sánchez puso sobre la mesa «la vía del 199», que es la suma de C’s, PSOE y Podemos. “Éste es el planteamiento que he hecho al señor Pablo Iglesias en la reunión”, dijo.
Un observador externo se preguntaba ya a esas horas del mediodía a qué venía tanto optimismo de un líder y del otro si cada uno exhibía unas cifras, un diagnóstico y un plan distinto a la salida de la misma reunión. Sin embargo, Sánchez estaba logrando que se instalara el mensaje de que Iglesias aceptaba sentarse a una mesa presidida por el acuerdo PSOE-Ciudadanos.
A todo esto, en el mundo al revés en que se ha convertido unas negociaciones que más que desarrollarse se escenifican, los del partido naranja buscaban periodistas por los pasillos del Congreso para enterarse de qué estaba ocurriendo. Porque su socio socialista no les había informado de nada.
En Podemos no salían de su asombro, o de su enfado. Y se sucedieron las llamadas telefónicas a todos los interesados e implicados para tratar de aclarar la situación. El partido morado jamás iniciará conversaciones a partir de ese documento y debía quedar claro que en ningún momento Pablo Iglesias había cedido ante Pedro Sánchez en ese punto.
Aunque lo que de verdad quedaba claro era que lo único en común que sacaron Sánchez e Iglesias fue el paseo y el libro. El miércoles 30 de marzo, tan esperado para la crónica política, terminaba del mismo modo que los 101 días anteriores: sin avances reales para formar Gobierno, y con las desconfianzas renovadas entre los negociadores.