Dolors Bassa (ERC) afirma que los menores que esnifan cola en Cataluña «los mandan desde Andalucía»

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Dolors Bassa, consejera de Trabajo de la Generalitat, en el Parlamento catalán.

Que el independentismo catalán es excluyente y segregador con todo lo que no es catalán resulta evidente. La línea es muy fina entre el nacionalismo y el rechazo a lo que no es «de aquí», esté ese aquí donde sea que esté. Pero los políticos catalanes que llevan años huyendo hacia delante montados sobre un discurso excluyente pasan cada vez con menos reparos los límites de la xenofobia. Así ha ocurrido esta semana en el Parlamento de Cataluña cuando, a preguntas del diputado de Ciudadanos Carlos Carrizosa, la consejera de Trabajo dejó salir su superioridad ‘aria’ respecto al resto de España, en concreto, respecto a Andalucía.

Carrizosa le preguntó a Dolors Bassa qué estaba haciendo su departamento para mejorar las condiciones de vida de «los niños de la cola», que malviven abandonados en las calles colocados mientras «esnifan pegamento» y, además, provocan altercados de orden público. Pero Bassa rehuyó responder, echando balones fuera y culpando «a otros lugares del Estado» de mandarles esos niños a Cataluña.

«Pregunten a sus compañeros de Ciudadanos en Andalucía por qué mandan a esos niños a Cataluña», fue toda la concreción de la que Bassa fue capaz de hacer gala, despejando sus responsabilidades.

Pero no es el primer caso ni, parece, será el último, en que un independentista catalán muestra cómo más que querer separarse de España lo que buscan es hacer una limpieza étnica. Así, hace unos días fue Gabriel Rufián, diputado de ERC en el Congreso el que se despachó con una frase lapidaria decidiendo quién es un buen catalán y quién no merece la ‘nacionalidad’ que otorga su partido, parece ser: “Fernández Díaz no es catalán”, dijo el coportavoz de Esquerra en Madrid.

Hace unos meses, según recuerda la web DolçaCatalunya, el concejal de ERC en Vic –una localidad barcelonesa con mayoría secesionista desde hace años– Josep Lluís García Domingo descubrió que había hallado «pruebas genéticas de que España es filofascista». Y, finalmente, el líder republicano, Oriol Junqueras, aclaró con orgullo que «los catalanes tenemos más proximidad genética con los franceses que con los ‘espanyols’».

Esa idea de la genética, que parece sacada de las sentencias más pegadas al caserío del viejo Xabier Arzalluz, aquel líder del PNV que prefería «un negro negro que hablar euskara antes que un español», en realidad viene de antiguo. Ya otro presidente de ERC, Heribert Barrera, espetó hace unos lustros que «hay una distribución genética en la población catalana que estadísticamente es diferente a la de la población subsahariana […] El cociente intelectual de los negros de Estados Unidos es inferior al de los blancos»). 

Ahora ha sido Dolors Bassa, consejera de Trabajo de la Generalitat, la que ha sacado a relucir el ramalazo supremacista. Parece que si un menor esnifa pegamento en las calles de Barcelona, inmediatamente pierde la ‘nacionalidad’, ésa que los independentistas han defendido tantas veces en sus días de discurso amable: «Catalán es quien vive en Cataluña». 

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