Carmena promete disfrazarse de viuda por Carnaval junto a Maestre y Mayer el año que viene

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La regidora capitalina en la Casa de la Villa este miércoles. (Foto: EFE)

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha aplaudido en este Miércoles de Ceniza el mantenimiento de la tradición castiza del Entierro de la Sardina, acto con el que se cierra el Carnaval, en una ciudad en la que se habla de «abrazos, fiesta y apertura» cuando en otros puntos del mundo se hace de «muros».

«Tened la seguridad que el año que viene que nos vamos a disfrazar de viudas», ha indicado la regidora junto a la Cofradía Alegre de la Sardina y las concejalas Rita Maestre, Celia Mayer o Puri Causapié, portavoz municipal del PSOE.

Carmena ha dado la bienvenida uno a uno a todos los integrantes de la Cofradía, de luto riguroso. Lo ha hecho en la Casa de la Villa y a falta de un año de que se cumpla el 250 aniversario de esta tradición madrileña, reflejada por Goya.

Ha sido el primer año en el que Madrid cuenta con una nueva tradición, un dulce en forma de sardina de chocolate, idea de la alcaldesa. Esta tarde se repartirán más de 2.000 sardinas. El dulce ganador del concurso convocado por el Ayuntamiento y la Asociación de Cocineros y Reposteros de Madrid (ACYRE) ha sido el de David Cristóbal, repostero de la pastelería El Cercadillo, que se ha inspirado en la multiculturalidad de Madrid combinando productos foráneos como el cacao y la canela con otros autóctonos como la almendra y la avellana.

Manuela Carmena
La alcaldesa Manuela Carmena en el entierro de la sardina junto a Rita Maestre, Celia Mayer y Puri Causapié. (Foto: EFE)

Carmena ha dado «tres o cuatro dieces» a la Cofradía por «saber guardar, observar, divertir, modificar y extender las tradiciones de Madrid, una ciudad llena de vida». Ha avanzado que el entierro del año que viene, cuando se cumpla el 250 aniversario de la tradición, «va a ser sonado» y de hecho tendrá que ser en un espacio más grande.

El origen de la Cofradía se remonta al reinado de Carlos III. La leyenda cuenta que llegó a los mercados de Madrid una partida de sardinas en mal estado. Para atajar el hedor, el monarca firmó un edicto ordenando el entierro de este pescado podrido en la ribera del Manzanares.

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