Cargos del PP retratan descarnadamente a Cifuentes: “Vivía en una realidad paralela”
La ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, creía firmemente en el apoyo de Mariano Rajoy. Confiaba en el respaldo del partido. Y tenía la convicción de que todo caería por su propio peso. Esto es, que acabaría ‘absuelta’ judicial y políticamente. Aunque, este miércoles, en el anuncio de su dimisión, asegurase que hace días había tomado la decisión de dar un paso atrás, el mismo 2 de mayo, tras los actos por el Día de la Comunidad.
Una afirmación a la que, en fuentes ‘populares’, no le dan veracidad. Coinciden en que Cifuentes vivía en una «realidad paralela»: que la situación era insalvable era un clamor desde hace semanas. Que el apoyo de Rajoy no era tal, también. De la misma forma que el respaldo del partido, prácticamente inexistente.
Muestras de esa visión tergiversada es que, conocida la grabación de OKDIARIO, Cifuentes se empeñase en decir que sustraer dos cremas anti-envejecimiento en un hipermercado madrileño había sido un «error involuntario». «Me llevé sin ser consciente de ello dos productos de 40 euros, me lo dijeron y los aboné. Esa grabación se ha utilizado para ir más allá de lo político», sostuvo en su renuncia.
En Génova, la crisis madrileña generaba una inquietud de dimensiones ya insondables. Incluso dirigentes que en un primer momento salieron a dar la cara por la madrileña comentaban, en privado, que el asunto era ya «insostenible» y mostraban su preocupación porque la solución se dilatase tanto en el tiempo. «Cristina se había enrocado», sostienen algunas fuentes, que recuerdan el órdago que, en plena crisis, lanzó al presidente del Gobierno, trasladando -por medio de su entorno- que solo dimitiría si él se lo pedía.
Un desafío a Rajoy, que en los últimos días venía dando muestras sobradas de su hartazgo. Este mismo martes, en vísperas de la exclusiva de OKDIARIO, el presidente eludió un respaldo directo y afirmó que lo que tuviese que decirle «a la señora Cifuentes» se lo diría «en su día». «Si es que tengo algo que decirle», apostilló también.
Desde mediados de abril, Rajoy mantenía ese discurso, sin apoyos impostados: que todo estaba en manos de la Justicia y que el asunto -el ‘caso máster’- tendría que resolverse «con la mayor celeridad posible» era el único argumentario, extendido por el organigrama de los conservadores.
Un enroque con pros y contras
En el PP, el enroque de Cifuentes provocaba más contras que pros. Un desgaste excesivo, a un año de unas elecciones autonómica y locales, claves para apuntalar la legislatura.
Un handicap en sus relaciones con Ciudadanos, ya muy deterioradas. Desde hace días, Génova asumía que poco se podía hacer para frenar la moción de censura, aparte de una dimisión. De poco valían los intentos de equiparar a Rivera con el «radical» Ángel Gabilondo, el candidato socialista, y no había acuerdo posible entre los negociadores, Martínez-Maillo y Villegas. Sobre todo, porque a Ciudadanos no le valía otra opción que no fuese la renuncia de Cifuentes, y porque el PP trataba de retrasarla al máximo. La intención de Rajoy era llegar al debate de la moción para obligar a Rivera a retratarse con PSOE y, sobre todo, con Podemos.
La dimisión, aunque alivia, no cierra para nada la crisis. Quedan frentes abiertos, como la resistencia de Cifuentes a abandonar la presidencia del PP de Madrid, un puesto clave para controlar el devenir del partido. La circunstancia obligará a Rajoy a tomar medidas, incluso las más drásticas, como el nombramiento de una gestora. Y lo mismo ocurre con el escaño: el PP presionará para que renuncie a su acta como diputada.
Una circunstancia que se vería acelerada si Cifuentes es imputada en el ‘caso máster’. En fuentes de la oposición se considera que el procedimiento puede ir más rápido de lo previsto, y con ello, la solución definitiva. Los Estatutos del PP fijan en la apertura del juicio oral la renuncia de sus cargos imputados.