España
Brahim Ghali

Así frustró Marruecos el plan de España y Argelia para sacar a Ghali en un avión oficial argelino

Reconstrucción de las 17 tensas horas que precedieron a la marcha del líder del Frente Polisario

Un avión del Gobierno argelino intenta recoger a Ghali pero España le niega el permiso para aterrizar

Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, ya está en Argelia. Abandonó el territorio español el pasado martes, dejando tras de sí una de las crisis diplomáticas más profundas entre España y Marruecos. Su entrada se produjo con total secretismo hacia Rabat, pero no así su marcha. De hecho, la monarquía alauí marcó la pauta de la salida de Ghali y su huella está detrás del surrealista episodio del avión del Gobierno argelino que fue obligado a dar la vuelta en pleno vuelo.

El pasado martes, durante toda la jornada, los teléfonos del Ministerio de Exteriores echaron humo. Diecisiete horas de infarto para la diplomacia española que no olvidarán muchos de los funcionarios que estuvieron implicados en las gestiones para la salida de Brahim Ghali de España.

Ese día, Ghali estaba citado para declarar telemáticamente ante el juez Santiago Pedraz de la Audiencia Nacional. Estaba acusado de un delito de torturas. Su primera intención, tal y como desveló OKDIARIO, era abandonar el país sin presentarse a la cita. Y hacerlo en cuanto recibiese el alta médica. «Saldrá de España, no irá ante el juez», advirtió el nº 2 de Ghali a este periódico. La exclusiva traspasó fronteras y provocó un auténtico terremoto en Marruecos.

Rabat, al conocer las intenciones de Ghali de salir del país de forma impune, envió por canales diplomáticos un mensaje a Exteriores: si Ghali sale de forma opaca, como entró, la situación entre ambos países se va a complicar aún más. El Gobierno de Sánchez se comprometió entonces a gestionar de manera transparente la salida del polisario, una vez cumplidas sus obligaciones ante la Justicia.

Lo que continúa es una reconstrucción, basada en la recopilación de testimonios de fuentes implicadas directamente, de lo que ocurrió en esas 17 horas del pasado martes. Una jornada que a punto estuvo de provocar otro incendio internacional al Gobierno de Sánchez.

«Vienen a por Ghali»

Todas las partes implicadas en el caso Ghali estaban de acuerdo en una cosa: el polisario debería abandonar España tras finalizar su declaración. Por ello, al alba de ese martes, desde Argel se comunica a Madrid que el vuelo para repatriar a Ghali espera permiso para partir desde una pista de la base militar de Boufarik, a apenas 35 kilómetros al suroeste de la capital argelina.

Su plan de vuelo es secreto y su destino final no consta en la información electrónica que emite la señal ADS-B. Siglas del sistema de Vigilancia Dependiente Automática, que permite conocer datos sobre la aeronave, como el origen, el destino, la velocidad o la altitud. En su señal no consta su destino, pero las autoridades españolas saben cuál es: el aeropuerto de Algoncillo, en Logroño, el más próximo al hospital donde está ingresado Ghali. Allí le esperaría hasta primera hora de la tarde, cuando el líder polisario terminaría su declaración.

Marruecos: «De ninguna manera»

En ese momento, el Gobierno español comunica a Marruecos que el avión argelino va a partir y que la operación Ghali está en marcha. La transparencia en todo el proceso era un compromiso firme de Moncloa. Pero no recibe ningún eco en Rabat. Se da la callada por respuesta como un «conforme». Pero la sorpresa salta minutos más tarde, cuando Marruecos responde con un «de ninguna manera». «Inaceptable». Se encienden las alarmas en Exteriores.

Rabat explica su postura. El avión que viene a buscar a Ghali es gubernamental, una de las aeronaves medicalizadas que están al servicio de la Presidencia argelina. Repatriar al líder del Polisario en ese avión es poco menos que darle categoría de jefe de Estado. Ghali debe salir de España como un extranjero más. La diplomacia española trata de convencer a Marruecos pero su postura es firme. Si sale de esa manera, vuelta al ‘lío’.

Ese avión argelino es un Gulfstream IV-SP, matrícula 7T-VPM. Es la misma aeronave con la que Ghali entró en España el pasado 18 de abril. La misma que usó Argelia para llevar en 2019 al ex presidente Abdelaziz Buteflika, gravemente enfermo, a Suiza.

El avión argelino que iba a recoger a Ghali.

«El avión ya está volando»

Han pasado casi dos horas desde que Argelia informó de que el Gulfstream estaba listo en pista para volar hasta La Rioja cuando Madrid comunica al Gobierno argelino que se aborta el plan. Contestan: el avión ya está volando. España insiste: debe dar la vuelta. La respuesta argelina se puede resumir en una palabra: incredulidad. Y luego, indignación.

Las fuentes consultadas reconocen que en este punto pierden la conexión con lo ocurrido en esos minutos. El asunto pasa a estar en manos del control aéreo civil y del control aéreo militar. La OTAN, desde el Centro Combinado de Operaciones Aéreas de Torrejón de Ardoz, también sigue el devenir de los acontecimientos desde un discreto segundo plano. No hay intervención militar, explican.

Otro ‘punto’ para Rabat

El resultado: el piloto accede a espacio aéreo español en la vertical de la isla de Formentera, cuando recibe la comunicación del Centro de Control (ACC) de Palma de Mallorca. Se le deniega su entrada. Debe dar la vuelta y regresar a su base. El piloto obedece.

En ese momento, explican fuentes diplomáticas a OKDIARIO, Marruecos se apunta otro tanto en su casillero. Y ya van unos cuantos a lo largo de la crisis. Moncloa ahora tiene otro frente abierto con Argel a costa del desplante al Gulfstream. A esas horas, Ghali se empieza a preparar para su declaración. Su hospital se llena de agentes de paisano de la Policía Nacional. Mientras, Exteriores diseña una manera de contentar a todas las partes.

Exteriores busca avión

La solución propuesta es enviar a por Ghali un avión medicalizado civil. Sin embargo, Argelia advierte que no tiene esa capacidad más allá de la aeronave que acaban de rechazar. España se compromete a encontrarla. Puede encargar la misión a alguna de las firmas de aeroambulancias que hay en España, pero se opta por algo más discreto: Airlec, una prestigiosa -y cara- compañía francesa especializada en repatriar a civiles galos pudientes desde África.

Llegados a ese punto, la diplomacia de Marruecos, que posiblemente estuviera saboreando en ese momento el giro de los acontecimientos, pone otra condición: la salida de Ghali debe ser retransmitida. Filtrada. Y ninguna autoridad española debe despedirle a pie de pista, ostracismo puro para su ‘enemigo nº 1’. España y Argelia, prácticamente rendidas por la situación, aceptan.

¿Pagó España?

La versión oficial apunta a que la contratación de Airlec corrió a cargo de las arcas públicas argelinas. Punto en el que discrepan algunas fuentes consultadas, que aseguran que la factura ha recaído en España. Otras fuentes de Exteriores, sin embargo, lo niegan: aseguran que pagó Argelia. Sea como fuere, será complejo confirmarlo en un futuro, ya que Exteriores tiene suficientes mecanismos reservados como para encargar una misión así sin que deje apunte contable alguno.

Tras el huracán, llega la relativa calma. Unas horas de tensa espera que empiezan a ver su final cuando a las 23:41 horas del martes, con el cielo del sur de Europa bastante despejado de tráfico, salta un eco en el radar de control aéreo. Una aeronave, con número de vuelo ARL915, acaba de despegar del aeropuerto de Burdeos. Su ruta tampoco figura en la señal ADS-B, pero su destino es inequívoco. Va rumbo al aeropuerto de Pamplona, donde lleva una hora esperando una ambulancia con el líder del Polisario en su interior, intubado con una sonda nasogástrica y otra urinaria.

Rastro del radar que dejó el vuelo que repatrió a Ghali.

En Pamplona, a esa hora, hay muy pocos testigos. El aeropuerto cesa actividad y cierra a los civiles a las 12 de la noche, por eso se ha escogido la nocturnidad para la operación. Sí está presente en el lugar un periodista de OKDIARIO, que capta la imagen más buscada de ese día: el avión con el que Ghali abandona finalmente España tras 44 días que han marcado para siempre la historia de las relaciones bilaterales entre Madrid y Rabat, y que han dejado a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, como favorita en todas las quinielas para abandonar el Gobierno. Y esa, como la del vuelo argelino rechazado, es otra victoria que se quiere cobrar Marruecos.