Artur Mas intentó ofrecerse a Suárez Illana como “el que puede solucionar el problema catalán”
Artur Mas pidió a Suárez borrón y cuenta nueva para desbloquear la situación en Cataluña
El ex president de la Generalitat Artur Mas intentó ofrecerse a Adolfo Suárez Illana, presidente de la Fundación Concordia y Libertad, como el pacificador, la figura «que puede solucionar el problema catalán». Sólo que a Mas el tiro le salió por la culata.
La escena se produjo el sábado pasado. El lugar, la masía donde Luis Conde ofrece un almuerzo con el civet –un guiso de caza típico catalán– como plato estrella y que reúne a lo más granado de la burguesía catalana. El almuerzo de Conde contó con la presencia de Adolfo Suárez Illana y, claro, aquello agitó la masía del anfitrión. Y no porque Suárez quisiera.
Distintos prohombres del separatismo catalán decidieron comprobar si la figura de Suárez hijo encajaba más con un PP pasado y acomplejado o, más bien, lo hacía con otro PP, con el de Pablo Casado, decidido a decir la verdad a la cara de los golpistas. Y allí fue Artur Mas a probar suerte. Nada menos que con un supuesto mensaje pacificador: que él era “el hombre que puede solucionar el problema catalán”.
La mesa de Artur Mas y su mujer no estaba demasiado lejos de la de Conde, Suárez, los Bonet, Isabel Estapé o Ángel Ron. Más bien, al contrario, estaba cerca. Tanto, que la esposa de Mas, Helena Rakosnik, no dudó en percatarse con rapidez de la presencia de Suárez Illana. El primer comentario a su marido delató ya las intenciones: “Mira, no ha venido Pablo Casado [el primer convocado y cuya agenda no le permitió acudir]. Mucho mejor para decírselo a Suárez”.
Junto a Mas y su esposa se sentaba en aquellos momentos Joaquín Gay de Montellá, presidente de la patronal catalana Fomento del Trabajo. Y fue precisamente éste el encargado de romper el hielo y acercarse a Suárez.
Artur Mas pidió a Suárez borrón y cuenta nueva para desbloquear la situación en Cataluña
“Éste es el hombre que puede ayudaros a solucionar el problema catalán”, señaló el empresario. Toda una declaración de intenciones que fue retomada por Mas para venderse ante Suárez como uno de los hombre que puede “cambiar la situación”. Porque, según sus explicaciones, lo que había que hacer era “diálogo, mover ficha, hacer política”… Y, por supuesto, “no judicializar los casos”.
Traducido: que lo que había que hacer era borrón y cuenta nueva con quienes han organizado el golpe separatista del 1-O. Y por supuesto, también con él, organizador del golpe previo del 9-N de 2014.
Suárez venía en aquel momento de dar una de las mayores lecciones que ha recibido en público Xavier Trias –el convergente ex alcalde de Barcelona, cazado con cuentas en Suiza– que portaba un lazo amarillo y que reivindicó durante la cena a sus “amigos presos sin juicio por cumplir la voluntad del pueblo”. Suárez venía, por decirlo de otro modo, entrenado: y es que recordó sin paliativos en plena mesa presidencial a Trias que “tus amigos no están presos por opiniones políticas. Tus amigos están presos por un delito gravísimo de rebelión, por otro de sedición, por malversación y por prevaricación. Por desafiar la unidad de España, por atacar a la Constitución y por romper la convivencia”.
Un momento en el que, tras el alegato de Artur Mas, volvió a recordar que “la solución al problema catalán es cumplir la ley. Y, por supuesto, aplicarla a quienes se la saltan”.
Artur Mas y su mujer entendieron la respuesta de inmediato. Y entendieron que, por mucho que pensara al inicio de la comida Helena Rakosnik, lo cierto es que daba lo mismo que estuviera Pablo Casado que Adolfo Suárez Illana. Porque la respuesta era simple y unánime: los delincuentes deben pagar por sus delitos.