El timo de las leches de crecimiento: los bebés no las necesitan y son el triple de caras
La leche materna, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es el alimento ideal para que los niños se desarrollen de forma saludable. El organismo recomienda la lactancia materna exclusiva durante los seis meses y a partir de este momento, se complementará con alimentos sólidos durante dos años. Es entonces cuando la tabla alimenticia queda un poco en el aire, aunque la leche parece ser casi un imprescindible dentro de la pirámide nutricional.
Aquí entran las leches de crecimiento, que por su nombre, parecen ser el producto perfecto para que los más pequeños crezcan sanos. Sin embargo, están en el punto de mira de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que asegura que desde luego no son necesarias para los niños y además suponen un ‘agujero’ en el bolsillo de los padres. “Las llaman leches de crecimiento para atraer la atención y crean unas expectativas injustificadas además de cierta confusión que hay que pagar a un alto precio. Mientras que por un litro de leche entera pagamos de media unos 0,70 euros, por la leche de crecimiento pagamos casi el doble o el triple si su presentación es en polvo”, subrayan desde la OCU.
“Sus mensajes publicitarios inducen a los padres a pensar que las leches de crecimiento son el alimento ideal para el perfecto desarrollo del niño. Pero en realidad, a partir de un año, el niño ya sigue una dieta variada y toma todos los nutrientes que necesita en la fruta, verdura, carne, pescados, huevos, cereales y, por supuesto, en la leche de vaca”, señalan.
La OMS también se ha pronunciado al respecto, indicando que son necesarias e incluso son contraproducentes, ya que pueden reemplazar a la leche materna, o crear confusión dando a entender que son mejores que esta.
Diferencias de precios
El estudio de la OCU refleja que mientras que un litro de leche entera puede costar de media menos de un euro, las leches de crecimiento están lejos de valer menos: sus precios oscilan entre los 1,39 € y los 2,60€.
La Asociación destaca que la leche de vaca “no debe introducirse en la alimentación del niño antes de los 12 meses”. Pero, después puede introducirse progresivamente en la dieta. La OCU recomienda hacerlo primero en forma de yogures o de queso fresco y a partir del año entero, “se aconseja tomar 600 ml de leche al día, lo que equivaldría a tres vasos aproximadamente”.
Desde la organización apuntan que en el caso de que los médicos recomienden un complemento, es preferible escoger una leche que no lleve azúcares añadidos “ que pueden desvirtuar el sabor natural de la leche y no ayuda a que el niño aprenda unas pautas correctas de alimentación”.
“Azúcar y menos calcio es lo que realmente aportan”
“Las leches de crecimiento son preparados lácteos que han modificado la composición de la leche de vaca. La grasa láctea se ha sustituido por grasas poliinsaturadas, más ricas en ácido alfa linolénico (ALA) y en ácido decosahexanoico (DHA), y se han enriquecido con hierro, yodo o vitamina D”, indica la OCU.
Aunque parezcan la solución rápida para alcanzar las ingestas recomendadas de nutrientes esenciales en la infancia, la organización indica que lo que “realmente aportan es sacarosa y fructuosa para endulzar. Y lactosa, azúcar natural de la leche, en la leche en polvo. Además de estos azúcares se suelen añadir aromas, igualmente innecesarios y su contenido en calcio es de 80-110 g, frente a los 115 mg/100 g de la leche de vaca”, sostienen.
Desde la OMS recomiendan reducir el consumo de azúcar, ya que contribuye al riesgo de caries dental, sobrepeso y obesidad. Precisamente, por los elementos perjudiciales que tiene esta sustancia, la OCU reclama que se reduzca hasta en un 10% la cantidad de azúcar añadida en las leches de crecimiento.
¿Qué alimentos pueden complementar la deficiencia de nutrientes?
En el caso de que los más pequeños tengan deficiencias de los nutrientes necesarios, la OCU recomienda que se incorporen de forma progresiva y natural a la dieta algunos alimentos.
Entre otros, recomiendan los frutos secos triturados a partir de dos años, el pescado o algún complemento lácteo para reforzar la vitamina D.
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