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Sareb, un pan como unas tortas: 35.000 millones más de deuda pública pese al trilerismo contable

Eurostat obliga a España a incluir en las cuentas públicas el quebranto del banco malo, algo que se pretendió evitar con accionistas privados

Belén Romana pudo vender Sareb entera al banco chino ICBC en 2013

La Sareb se incorpora a las cuentas públicas y disparará la deuda al 120% del PIB

Sareb - alquiler
Jaime Echegoyen, presidente del Sareb.
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Éramos pocos y, esta semana, Eurostat (la oficina de estadística de la UE) ha obligado a España a incluir en la contabilidad pública a la Sareb, el banco malo, lo cual implica meternos entre pecho y espalda otros 35.000 millones de deuda pública y 7.000 de déficit en 2020. Si el endeudamiento que tendrán que pagar las nuevas generaciones ya estaba desmadrado con el Gobierno de Pedro Sánchez, ahora va a superar el 120% del PIB. Algo que nos podíamos haber ahorrado si Belén Romana, su primera presidenta, hubiera aceptado la oferta del banco chino ICBC de comprar la Sareb entera en 2013.

En 2012, el Gobierno de Rajoy pidió el rescate a Europa para salvar a las cajas de ahorros quebradas y, a cambio, Bruselas le exigió la creación de un banco malo al que traspasar todo el ladrillo y el crédito promotor de estas entidades, con el fin de sanearlas y así venderlas mejor para recuperar el máximo del rescate. Fue bautizado con el extraño nombre de Sareb (Sociedad de gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria), algo que algunos decían que sonaba a árabe (Al-Sareb) y que ni siquiera convencía en el Ministerio de Economía: «si se os ocurre un nombre mejor, somos todo oídos», espetó un alto cargo a los periodistas.

El caso es que Cristóbal Montoro, a la sazón ministro de Hacienda, exigió que las previsibles pérdidas del engendro no computaran como déficit público ni su endeudamiento como deuda pública. Su enemigo íntimo, Luis de Guindos, dio con la fórmula para ello: dar entrada en el capital a los bancos teóricamente ‘sanos’ (entre ellos el Popular, tiene narices, pese a que ya se le veían las costuras: había suspendido los test de estrés y había tenido que hacer una primera ampliación de capital de 2.500 millones), así como a otras grandes empresas, para que la mayoría del capital fuera privado y así no consolidara en las cuentas públicas.

Guindos
Los exministros de Economía, Luis de Guindos (i), y Hacienda, Cristóbal Montoro. (Foto: EFE)

Así que el Gobierno pasó la gorra, como ya había hecho en de Zapatero en la salida a bolsa de Bankia. Y de nuevo se negó a poner su óbolo el mismo, BBVA, lo que fue el inicio de la enemistad entre Guindos y Francisco González que llega hasta nuestros días y que aún no ha escrito su último capítulo; depende de qué pase con el caso Villarejo (que obligó a dimitir a FG y a nombrar presidente a su delfín, Carlos Torres). Pese a este rechazo, casi el 55% del capital quedó en manos privadas y el resto en el FROB, con lo se cumplió el deseo de Montoro. Nació con 1.200 de capital y 3.600 de deuda subordinada.

Los artificios contables no nos salvan

Ahora, la decisión de Eurostat deja en papel mojado aquella estratagema, porque al final hay que imputar las pérdidas y la deuda de Sareb al Estado igual que si no hubiera accionistas privados. ¿Por qué? El razonamiento de Bruselas es el mismo que ya aplicó hace años al Fondo de Garantía de Depósitos: el Estado avala esa deuda en caso de impago, es decir, asume el riesgo y, por tanto, se lo tiene que apuntar. Y encima, no se ha conseguido recuperar más que una pequeña parte del rescate con la venta de entidades o sus dividendos (a la espera de que la fusión de Bankia con CaixaBank multiplique los panes y los peces): el Banco de España da por perdidos 65.725 millones y estima que solo se recuperarán 14.785. Vamos, que hemos hecho un pan como unas tortas.

Si la Sareb hubiera ido bien en sus primeros nueve años de vida, lo de Eurostat no tendría mayor importancia. Pero digamos que sus resultados han sido manifiestamente mejorables. Porque el banco malo tiene un pecado original: para no incrementar el agujero de las cajas y no disparar aún más las ayudas públicas para taparlo, se traspasó el ladrillo a unos precios disparatados, muy por encima del valor de mercado de entonces… y de ahora. O sea, los 50.000 millones traspasados en realidad valían mucho menos.

Fernández Ordoñez, Banco de España - Caso Bankia
Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ex gobernador del Banco de España.

Esta genial jugada hay que apuntársela -una más- al entonces gobernador del Banco de España, el ínclito MAFO. Así que o no se vendía o se vendía a pérdida. Imposible ganar dinero así. Como reconoció un miembro del equipo que diseñó el banco malo en Álvarez & Marsal, «queríamos hacer un transatlántico pero al final salió un botijo».

El propio supervisor, ya bajo la batuta de Luis Linde, quiso enmendar un poco el desastre obligando a Sareb a retasar cada año un tercio de sus activos, lo que le obligaba a apuntarse la pérdida teórica aunque no vendiera los inmuebles ni los préstamos. De esta forma, se comió todo el capital en 2016, lo que obligó a convertir la deuda subordinada en acciones y metió al FROB en patrimonio neto negativo (si fuera una empresa, habría quebrado, pero el Estado le inyectó más dinero, o sea, más deuda al zurrón). A eso hay que añadir la brillante idea de Romana de contratar un seguro (swap) para protegerse de las subidas de tipos… cuando estaban a punto de desplomarse hasta entrar en negativo. La broma nos ha costado ya 3.000 millones y subiendo.

La cosa iba camino del desastre, por lo que Guindos decidió cortar por lo sano: sacó un decreto por el que permitía a Sareb no reconocer las pérdidas latentes en la cuenta de resultados ni tampoco en el capital. Y no solo eso, sino que podían compensarse en el balance con las provisiones dotadas en años anteriores, es decir, se revisaban las pérdidas de forma retroactiva. Hala, por arte de magia, desparecían el grueso de los quebrantos y se aseguraba de que no habría más a futuro. Los accionistas privados se libraban de tener que sufrir una nueva derrama y el FROB también, así que todos contentos. Un trilerismo contable que tampoco sirve de nada al Estado tiene que imputarse la deuda y el déficit acumulado, que ahora el Gobierno reconoce que es de 7.000 millones cuando el año pasado hablaba de poco más de 2.000.

Romana pudo vender la Sareb entera al banco chino ICBC

A la sobrevaloración de los activos se sumó una nefasta gestión del banco malo en sus orígenes, como ejemplifica el citado swap. Guindos se la encomendó a Belén Romana, después de no lograr colocarla en el BCE ni en la CNMV (ahora es consejera de Santander y de BME, hay gente que siempre cae de pie), quien se empeñó en decir que «Sareb ni es un banco ni es malo» y cuya dirección autoritaria provocó tal incendio que la mitad de la cúpula se marchó en 2014. Para evitar la explosión del banco malo, tuvo que ser sustituida en 2015 por Jaime Echegoyen, exconsejero delegado de Barclays y Bankinter y que sí sabe de banca y de ladrillo, quien lleva desde entonces enderezando la nave en las aguas turbulentas de las sucesivas crisis.

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Belén Romana, expresidenta de Sareb.

Pero, antes de la llegada de Echegoyen, sucedió un episodio casi increíble que podría haber cambiado el rumbo de la historia económica de España. El gigante chino ICBC quiso comprar la Sareb entera; no unos cuantos activos, todos. Pretendía aprovechar el derrumbe del mercado inmobiliario español y pensó que el banco malo era una gran oportunidad de hacerlo a lo grande; el dinero no era problema para ellos y pensaban que el Gobierno español estaría encantado de quitarse de encima el muerto. Error. Los chinos se lo tomaron tan en serio que su mismísimo consejero delegado se plantó en Madrid desde Shanghai cargado con lujosos regalos, como es costumbre en su país: sábanas de seda, porcelanas…

Pero Romana, que inicialmente confundió al mayor banco del mundo con un fondo buitre, ni siquiera se reunió con ellos. Mandó a varios miembros de su equipo (sin una mísera botella de Rioja para regalar), quienes no daban crédito a la oferta china. Les dijeron que ya lo analizarían y nunca más se supo. En el banco chino se aburrieron de esperar y decidieron invertir el dinero en otra parte.

No se sabe qué hubiera pasado en nuestro mercado inmobiliario y en nuestra economía si se hubiera vendido la Sareb entera al ICBC. Lo que es seguro es que ahora no incrementaría la deuda y el déficit públicos hasta niveles estratosféricos. Y sin noticias de ningún plan para reducir el ingente gasto público improductivo, pese a que nos lo exige Bruselas, alarmada con nuestras cuentas públicas. A ver cómo intenta torear Su Persona a la Comisión Europea en el Plan de Estabilidad que tiene que presentar el 30 de abril junto con el anuncio del reparto del maná de los 80.000 millones de fondos europeos. Va a ser digno de verse.

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