Crisis empresarial

Nyesa se hunde en bolsa y los pequeños accionistas acusan a los gestores de irregularidades

La inmobiliaria se encuentra en causa de disolución y es el peor valor de la bolsa en un año: pierde el 72%

Los minoritarios creen que las torres de Hércules valen mucho menos de lo que dijo el presidente

Nyesa ampliación
Torres de Hércules.
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

La inmobiliaria Nyesa es el peor valor de la Bolsa en el último año, con un desplome del 72%, por culpa de su crítica situación: ha reconocido estar en causa de disolución. Esto ha provocado la ira de los accionistas minoritarios, que consideran que el principal activo con el que José Antonio Bartolomé se hizo con el control de la empresa, las Torres de Hércules en Cádiz, valen mucho menos de lo que dijo.

Nyesa volvió a cotizar en 2018 tras superar un concurso de acreedores. Lo hizo a años luz de los 30 euros que llegó a alcanzar en 2007, en la zona de 0,30 euros. Ahora cotiza en 0,0036, en medio de un desplome imparable que se ha acelerado desde que el 30 de junio sus gestores reconocieron que la compañía se encuentra en causa de disolución con unos fondos propios negativos de 10,1 millones. El mensaje del mercado -muy parecido al de casos anteriores como Abengoa, Deoleo o Banco Popular- es que la empresa efectivamente acabará disuelta, y de momento la única solución propuesta es una reducción de capital con ampliación posterior en la que los accionistas perderán todo su dinero.

Y eso ha provocado la lógica ira de los minoritarios contra los gestores, encabezados por el consejero delegado, Liberto Ángel Campillo -quien fue sancionado en los 90 por la CNMV por manipulación del precio de unas acciones-, y contra el principal accionista de la empresa, José Antonio Bartolomé (propietario del 21,5% del capital), que fue quien nombró a Campillo.

Torres de Hércules 

Bartolomé se hizo con la mayoría en una ampliación de capital el año pasado en la que no puso dinero, sino activos inmobiliarios valorados en 39 millones. El más importante son las Torres de Hércules, un complejo de oficinas y comercial de 20 plantas en la provincia de Cádiz. Este edificio tiene algunos inquilinos ilustres como la danesa Maersk, la mayor naviera mercante del mundo, pero resulta que no cuenta con la preceptiva licencia de apertura por fallos graves de seguridad -sistemas contra incendios- que pueden suponer un riesgo para los trabajadores, según fuentes  de este grupo de accionistas.

El ayuntamiento de Los Barrios, donde se ubican las torres, ha amenazado desde hace un año con obligar al cierre del complejo si no se subsanan las deficiencias, algo que hasta el momento no ha ocurrido. Los minoritarios entienden que esta falta de licencia -y no digamos ya el cierre, si se produce- implican una valoración de estos edificios muy inferior a la que sirvió a Bartolomé para hacerse con el control de Nyesa. Además, este se comprometió a cancelar una hipoteca de 4,8 millones sobre este activo, algo de lo que tampoco hay noticia. Nyesa no respondió a las preguntas de OKDIARIO sobre esta información.

La ruinosa inversión en Rusia

La entrada de Bartolomé en el capital se produjo tras la salida del llamado ‘clan ruso’ de Nyesa, varios inversores de esa nacionalidad que se asociaron con la inmobiliaria española tras su concurso de acreedores para desarrollar un megalómano proyecto de rehabilitación en Moscú llamado Narvskaia, cuyo plan de negocio contemplaba fantásticas cifras de 153 millones de facturación y 117 millones de beneficio en 6 años.

Inicialmente, el proyecto contemplaba 1.125 apartamentos, 1.000 metros cuadrados de locales comerciales y un hotel de 100 habitaciones. Luego se añadieron oficinas y finalmente se decidió cambiar el concepto y construir ‘lofts’ y hoteles, en teoría más rentables. Todo esto provocó continuos retrasos en su ejecución y los inversores rusos decidieron salir de la empresa a mediados de 2019 -con beneficios, por cierto-, lo cual ya empezaba a poner en duda el éxito de la operación.

Quitas, esperas y ‘operación acordeón’

Finalmente, Nyesa ha tenido que abandonarlo por completo y Campillo echa la culpa a Vladimir Putin por cambiar una ley según la cual ahora no permite que las obras se financien con los ingresos de las ventas, lo que les obliga a financiarse a tipos del 11% (que no pueden asumir) o a poner fondos propios, de los que que al parecer no disponen. Ante este abandono, Nyesa ha deteriorado el valor del edificio en 45,6 millones, que es lo que ha provocado los fondos propios negativos de la compañía.

Para tratar de salvar a Nyesa, sus gestores anunciaron en junio una revisión del convenio de acreedores con «un nuevo planteamiento de quitas y esperas», así como una ‘operación acordeón’ de reducción y posterior ampliación de capital, parecida a la ejecutada recientemente por Deoleo y que implica que sus accionistas perderán todo su dinero. De momento, la compañía no ha facilitado más detalles de este plan.

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