Pikolinos se inspira y fabrica en África: crea empleo para 1.200 artesanas Maasai cada temporada
Es posible que mientras usted lee estas líneas, bajo la sombra de una acacia ubicada en la aldea africana Maasai Mara -entre Kenia y Tanzania-, alrededor de 1.200 mujeres de la tribu Maasai estén bordando a mano las sandalias de la colección de verano 2019 de Pikolinos con los motivos ornamentales indígenas propios de su comunidad. Una labor que la población femenina, más allá de los guerreros, trabaja al son de cánticos o animadas charlas desde hace alrededor de una década gracias al ‘Proyecto Maasai’ de la Asociación de Desarrollo, Comercio Alternativo y Microcrédito (ADCAM), el líder de la tribu William Ole Pere Kikanae y la compañía zapatera española.
En 2007 la comunidad Maasai decidió desafiar las reglas de un continente que no cuenta con las herramientas necesarias para generar riqueza. William, temiendo la desaparición de su comunidad por la llegada del turismo y la emigración a las ciudades de las nuevas generaciones, solicitó apoyo a ADCAM para crear un sencillo -pero vital- entramado económico que permitiera garantizar la supervivencia de su pueblo.
Tras este grito de SOS de los Maasai, la ADCAM ayudó a Willian a organizar una cooperativa de la que forman parte más de 1.000 mujeres artesanas distribuidas por todo el territorio Maasai Mara y la frontera con Tanzania. A raíz de este movimiento, comenzaron a sellar algunos acuerdos comerciales que les han traído ingresos económicos que han mejorado sus condiciones de vida y también las de sus familias. Y no sólo eso, además, de alguna manera, las mujeres están logrando independencia financiera.
En este sentido, la rúbrica comercial más importante tiene sabor español. Pikolinos es la única compañía que se inspira en África y, además, crea empleo entre las mujeres Maasai del continente africano. Una iniciativa social que no es baladí, pues recordemos que algunas multinacionales textiles se apropian de los motivos étnicos de las tribus del mundo sin involucrarles en el proceso de producción y, por supuesto, sin pasar por caja.
Marcos Vega, director de Comunicación de Pikolinos, explica que con el ‘Proyecto Maasai’ han querido trasladar al mundo de la moda el mensaje “que otra manera de hacer las cosas es posible”. Comenta que, “si una marca pequeña de calzado como nosotros es capaz de poner en marcha esta logística de mandar la piel a Kenia, ¿qué no podrán hacer las empresas gigantes?”.
Por su parte, Rosa Escandell, directora de ADCAM, explica que “toda la vida ha habido mucha inspiración en África, pero de ahí a trabajar con ellos… Eso es otra cosa”. Es más, reconoce que, aparte de Pikolinos, no han logrado cerrar ningún acuerdo más con compañías españolas.
Pikolinos: «Si la inspiración es África, debemos fabricar allí»
El directivo de la empresa de calzado asegura que para ellos “era mucho más sencillo poner la moda africana» en sus sandalias «sin pasar por Kenia, nos hubiéramos quitado muchos problemas de logística, pero si la inspiración es África, donde debemos ir a fabricar es allí”.
“Hemos cogido el camino difícil”, reconocen desde Pikolinos, “pero entendemos que no había otro camino que tomar”.
Vega asegura que habría sido “una traición si no pasamos por los Maasai para usar su ornamentación”, eso sí cree que “hay que tener la valentía para intentar cambiar las cosas. No hemos montando ninguna fábrica en medio de la sabana, es verdad, pero sí hay una coordinación muy fuerte con la ONG”.
Ahora mismo, las Maasai están bordando entre naturaleza africana la colección que Pikolinos presentará en la campaña de verano de 2019. El engranaje logístico está en marcha y la piel cortada para toda la producción está en manos de las artesanas.
Antes de que el material llegue a la aldea, Pikolinos trabaja en los patrones con las bolas de colores que servirá de patrón para el bordado y se corta la piel para toda la colección. Una vez concluido, el pedido se manda a Kenia y “allí es William, el líder Maasai, el encargado de hacer el reparto de la producción entre alrededor de 1.200 mujeres con su propio coche”.
1.200 mujeres Maasai trabajan cada campaña
El seguimiento del trabajo, así como el pago de los salarios los hacen desde ADCAM y se les remunera según el número de pares que hayan bordado. “El precio lo ponen las propias Maasai, nosotros lo que hacemos es añadir el coste de logística y el coste de tiempo”, detallan desde la ONG. Y añaden: “Debo decir que Pikolinos jamás ha puesto un ‘pero’ sobre los precios que se han marcado”.
Escandell asegura que intentan “no excluir a nadie, vemos qué zonas están trabajando más o menos y les visitamos durante los 5 meses que dura la producción”. También desde Pikolinos visitan la aldea al menos dos veces al año y William, por su parte, viene anualmente a España a la presentación de la colección Maasai.
La líder de la ONG explica que este proyecto en coordinación con la empresa española tiene un impacto “muy importante” para la comunidad Maasai. Por ello, señala, “a las artesanas siempre les digo que la moda es variable, Pikolinos está muy involucrado, pero creo que ellas deben ahorrar y formarse para crear sus propios negocios”.
Vega cree, y así lo explica a este periódico, que “otra manera de ayudar es posible, podemos darles las herramientas para que ellos mismos salgan adelante”. En el caso de los Maasai, como hemos citado anteriormente, “dependían del turismo para que les compraran sus pulseras y ahora han aprendido a ganar dinero, ahorrar e, incluso, han abierto su pequeño negocio”, concluye.
África sufre un tercio de la pobreza mundial
En el último medio siglo, los países más desarrollados económicamente han brindado a África alrededor de un billón de dólares en ayuda humanitaria. Concretamente, según datos de la OCDE, en 2017 llegaron 15.500 millones de dólares, un 6% más que un año antes. Sin embargo, el continente sigue atascado en el subdesarrollo, sufre un tercio de la pobreza del mundo y la deuda pública devora la mitad de su PIB.
Con respecto a esto, la economista africana Dambisa Moyo señala en su libro ‘Cuando la ayuda es el problema. Hay otro camino para África’ que “la ayuda ha contribuido a que los pobres sean más pobres y a que el crecimiento sea mas lento”. Y añade: “Millones de africanos hoy son más pobres por culpa de la ayuda. La miseria y la pobreza no sólo no han sido erradicadas, sino que han aumentado”.
Concluye Moyo que, en definitiva, “la ayuda ha sido, y continúa siendo, un desastre económico, político y humanitario sin precedentes para la mayor parte del mundo en desarrollo”. La solución, según las teorías de este ensayo, no pasa por dar limosna, sino propone otras maneras de abordar el problema como la supresión de las barreras comerciales a los productos africanos, la potenciación de los microcréditos y una correcta educación financiera.
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