El caso de El Rubius: lo que ocurre cuando se aplica el ‘Manifiesto Comunista’
Por Diego Barceló Larran, director de Barceló & asociados
En el Manifiesto Comunista de 1848, Carlos Marx y Federico Engels, hicieron diez propuestas para acelerar la caída del capitalismo y conseguir la centralización de los medios de producción en manos del estado. Una de esas propuestas era la de imponer “fuertes impuestos progresivos”. Que prácticamente todo el mundo libre, incluida España, tenga incorporado como algo normal de su sistema tributario la progresividad de los impuestos, es una muestra clara del éxito propagandístico de los socialistas de todos los partidos.
Al mismo tiempo, nos da una medida de lo poco que se entiende cómo funciona la economía y cuáles son las bases de la prosperidad general. No debería ser necesario profundizar demasiado: si el Manifiesto Comunista, que no es más que un programa totalitario, hace determinadas recomendaciones, los que valoramos la libertad individual deberíamos saber que lo opuesto es lo que realmente conviene.
Se ha hecho público que el joven creador de contenido audiovisual -“youtuber”- conocido como “El Rubius”, ingresó en 2019 casi 2,1 millones de euros. Por esos ingresos tuvo que pagar (solo por IRPF y Sociedades) más de un millón de euros de impuestos. Más exactamente, el 51,4% del total ingresado tuvo que ser entregado a Hacienda. Lógicamente, “El Rubius” decidió exiliarse en Andorra para protegerse de la voracidad del fisco español.
El caso de “El Rubius” es un ejemplo práctico de lo que ocurre cuando se pone en práctica una de las propuestas del Manifiesto Comunista: se expulsa el talento, se castiga al que trabaja, se debilita el ahorro, se descapitaliza el país y se favorece el empobrecimiento de la sociedad.
Algunos pensarán que, pese a la exagerada factura fiscal, “El Rubius” pudo vivir maravillosamente bien con el dinero que le quedó. El argumento es torpe, porque lo relevante en esta discusión no es el nivel de vida de “El Rubius”, sino las repercusiones que tiene este sistema tributario, de inspiración comunista, sobre la vida de toda la sociedad.
Supongamos que “El Rubius” es muy gastizo y que gastó 500.000 euros durante el año. Es decir que, en números redondos, gastó esa cifra y ahorró una cantidad similar. Entonces, de los 2,1 millones ingresados, 500.000 fueron gastados, otro tanto ahorrado y el resto se entregó al fisco. Esto muestra que lo que pagado por impuestos no afectó el nivel de vida de “El Rubius”, sino su ahorro.
Sin ahorro no puede financiarse la inversión. Si, por ejemplo, un autónomo quiere montar una pizzería con entrega a domicilio, tiene dos alternativas: paga la inversión con sus ahorros o pide un crédito al banco (es decir, recurre al ahorro de los demás). En el ejemplo que nos ocupa, la voracidad del fisco redujo el ahorro de “El Rubius” en un millón de euros y, por consiguiente, su saldo en cuentas bancarias. Así, hubo menos dinero disponible para dar créditos.
El atraco perpetrado con “El Rubius” privó de tener crédito a varios autónomos, que no pudieron invertir ni, por lo tanto, crear empleo. Si tenemos en cuenta que hay en España unas 12.000 personas que declaran rentas del trabajo de más de 600.000 euros anuales, podemos estimar el daño que provoca continuamente esta política tributaria autodestructiva. Daño que, vale la pena repetirlo, sufren principalmente los parados y las personas de bajos ingresos, que tienen menos oportunidades de las que podrían tener con los recursos disponibles.
Si se entendió lo anterior, se hace evidente que no se puede defender el robo legalizado que implica que alguien sea despojado de más de la mitad de lo que ingresa por cuestiones de “justicia social”. No se puede, porque la progresividad tributaria es socialmente dañina. Me temo que solo hay una razón por la que a muchos les parece bien el saqueo fiscal sufrido por “El Rubius”. No tiene que ver con lo “social”, ni menos con la justicia. Tiene que ver con la envidia y el resentimiento.