Análisis

Una hoja de ruta clara para España que no pase por elevar el gasto o derogar la reforma laboral

Francisco Coll Morales es economista y coordinador del servicio de estudios de Fundación Civismo.

Una hoja de ruta clara para España que no pase por elevar el gasto o derogar la reforma laboral
Pedro Sánchez en una reciente imagen.

España sigue inmersa en una situación de la que costará salir airosos. Las previsiones que ofrece el Banco de España no llaman a ningún optimismo. Además, en un escenario en el que el Gobierno se encuentra plenamente fracturado, la gestión política se ha convertido más en un lastre que en una ayuda. La seriedad con la que está actuando España para afrontar esta crisis se ha puesto muy en entredicho, pues, ante tan penoso escenario, toda política desacertada puede generar costes para una economía que, como muestran las finanzas públicas en el país, se encuentra al borde del colapso.

Hasta ahora, muchas propuestas de gasto se han puesto encima de la mesa. Desde la aplicación del ingreso mínimo vital hasta el incentivo del consumo mediante capitales que pudiesen generar efectos en una demanda -por otro lado, apagada por los posibles descensos de los niveles de renta tras el gran shock de oferta que ha vivido nuestra economía-, son medidas que han tratado de situarse en la tribuna pública como medidas para recuperar la economía. Sin embargo, hasta el momento, solo se está hablando de la recuperación por la vía del gasto, pues, de tener que justificar el ingreso, como vemos, seguimos careciendo de memorias económicas que avalen las propuestas emitidas.

Las previsiones que cita el Banco de España son bastante claras en este sentido. El rescate de España es inminente. La situación financiera futura que prevé presentar el país nos sitúa en un hipotético escenario en el que el déficit, con un elevado grado de confianza, podría situarse en el 11%. Por otro lado, por la vía de la deuda, el organismo sitúa el nivel de endeudamiento de la economía española para cuando la pandemia se haya disipado en el 122%. En este sentido, dejando un inexistente fondo de maniobra a la economía española para aplicar estímulos por si misma, como si han hecho otras economías europeas.

Además, en un escenario como el actual, y sin la necesidad de computar los ERTEs, la economía española prevé cerrar la pandemia con una destrucción de empleo que, lejos de ser la prevista por el Gobierno, podría situarnos en un escenario en el que la tasa de desempleo se situase en el 22%. Si a esto le sumamos la paralización y el lastre de los beneficios empresariales por el citado shock, la recaudación fiscal estimada por la vía de la renta y los beneficios se va a ver mermada.

Así, como vemos, el escenario no es sencillo. De hecho, para ningún formación política que se hallase en el poder, dicha pandemia sería un asunto sencillo que responder. Pero al margen de ello, la gestión del Gobierno sí es muy matizable, pudiendo ser claramente mejorada por otra serie de políticos que, independientemente de la ideología política, aplicasen medidas acertadas para paliar la situación. Medidas que iban bien enfocadas con las herramientas adaptativas aplicadas por el Gobierno, como los ERTEs; pero que acabaron saliéndose de contexto con otra serie de medidas que eran completamente injustificadas, como puede ser la derogación de la reforma laboral, así como la prohibición del despido.

La economía española no solo sale descapitalizada de esta crisis doble, sino que sale deteriorada en su estructura como nunca antes lo había estado. Cuando se produjo el rescate de 2012, nuestra economía mostraba un escenario que, de haberse mostrado durante esta crisis, incluso hubiese ayudado a adoptar mejores decisiones ante el fondo de maniobra, que pese a ser escaso, era superior al actual; pues, recordemos, el nivel de deuda rozaba el 90% en relación al PIB, mientras que el déficit oscilaba entre el 7% y el 8%.

Así, ante semejante situación, España debería comenzar a evaluar otra serie de medidas estructurales que, lejos de derogar la reforma laboral, puedan surtir efecto en una economía que precisa dichas medidas. Pues, como vemos, el postergar las reformas a las generaciones políticas venideras solo muestra un desmesurado egoísmo de un Gobierno que estaría primando, como siempre, su legislatura al país que dice representar. Presentando una insolidaridad intergeneracional que, tarde o temprano, tendremos que pagar.

Por último, no todo lo propuesto es inservible. En este sentido, hablamos de que es posible que algunas medidas, incluso siendo propuestas por Unidas Podemos, no sean del todo malas. Sin embargo, la situación no acompaña a su realización y materialización. La economía española precisa reactivarse y salir del escollo, pero para ello necesitamos medidas enfocadas. Comenzar a profesionalizar un, por ahora, utópico país rentable y sostenible, en un escenario en el que no presentamos ni las condiciones para que así sea, es un error. Por ello, hay que trabajar por recuperar las condiciones, primando una serie de reformas que, como los ajustes de gasto público, pueden desahogar nuestra economía; fomentando, también, la recuperación.

Francisco Coll Morales es economista y coordinador del servicio de estudios de Fundación Civismo

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