Metaverso

Hay menos gente en el metaverso que en Móstoles: ni 200.000 personas lo visitan al mes

Hay menos gente en el metaverso que en Móstoles
Metaverso. @Istock
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

El metaverso no despega, a pesar de la popularización de la palabra gracias a Tamara Falcó. El gran proyecto de Mark Zuckerberg, que ha invertido 10.000 millones en él e incluso cambió el nombre de la empresa de FacebookMeta, de momento sólo ha conseguido concitar a 200.000 ‘habitantes’ al mes: menos que la población de Móstoles (Madrid).

Esto se queda muy lejos de su objetivo de alcanzar 500.000 visitantes mensuales este año, que ha rebajado oficialmente a 280.000. Estamos hablando de Horizon Worlds, el metaverso de Meta; porque hay otras empresas como Decentraland que también han creado los suyos. Ése es otro problema: que hay varios metaversos y no uno solo en el que todas las empresas interactúen.

Según publica el Wall Street Journal, la mayoría de los que visitan Horizon Worlds no vuelven al cabo de un mes. Peor aún: sólo el 9% de los mundos construidos por los creadores de Meta son visitados por al menos 50 personas y la mayoría no son visitados nunca por nadie. Para entender la magnitud del fracaso, hay que tener en cuenta que entre Facebook, InstagramWhatsapp (todos propiedad de Meta) tienen 3.500 millones de usuarios mensuales.

¿Para qué sirve?

En contra del metaverso juegan muchos factores. El principal probablemente es su falta de utilidad, ya que el teletrabajo o las reuniones virtuales se pueden hacer a través de muchas aplicaciones que funcionan mejor y sin necesidad de comprar unas costosas gafas ni otros gadgets. Los juegos que se ofrecen son muy inferiores a los de cualquier consola o PC, y como red social también está a años luz de las que usamos en nuestro móvil.

Y otro elemento clave: el público no está dispuesto -al menos de momento- a gastarse el dinero en comprar bienes virtuales (NFT) que no va a disfrutar en la realidad. ¿Para qué pagar por un café o una cerveza que no te vas a beber? Y mucho menos a comprarse un coche o una casa virtuales.

En el caso de Horizon Worlds se une que es bastante cutre, según los que lo han probado: parece de juguete y los avatares de los participantes ni siquiera tienen piernas. Sólo está disponible en inglés y está lleno de advertencias y precauciones para que nadie se ofenda en el mundo de lo políticamente correcto en el que vivimos. Algo que tira para atrás a muchos curiosos antes siquiera de entrar.

Guerra en Meta

Pero es que ni los propios trabajadores de Meta muestran interés por el metaverso, lo cual se traduce en constantes mensajes y memorándums por parte de sus jefes para que entren y trabajen en él. «Si no lo queremos nosotros, ¿cómo vamos a conseguir que la gente lo quiera?», reza uno de ellos. Y eso consigue el efecto contrario al buscado: los empleados ven el uso del metaverso como una obligación y no como algo que les apetezca y les ilusione.

Como siempre ocurre en estos casos, y más después de una inversión de ese calibre, esto ha generado enfrentamientos entre directivos de Meta y entre ellos y el propio Zuckerberg, al que acusan de dar bandazos y de cambiar de idea constantemente, lo que se traduce también en despidos y fichajes constantes. El New York Times destaca la pelea entre John Carmack, el cofundador de id Software y actual consultor de ingeniería en Reality Lab, y Andrew Bosworth, el jefe de tecnología de Meta.

El metaverso ha dado pie a un curioso fenómeno. En público, muchas empresas lo abrazan como el futuro y aseguran que ofrecerán sus productos en este mundo virtual. De hecho, hasta hay inmobiliarias que venden pisos en el metaverso a precios del mundo real, y bancos que dan hipotecas para comprarlos. Pero en privado, todos ellos coinciden en que no le ven ningún futuro, salvo en campos muy concretos como los videojuegos: el ejemplo es la película Ready Player One de Steven Spielberg.

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