Europa se harta de Sánchez, pero ¿le meterá en cintura de una vez?
Pedro Sánchez ha conseguido lo impensable (incluso para el carrerón que lleva): cabrear a todas las instituciones de la UE. Tiene al BCE fumando en pipa, la Comisión le ha metido un rejón a sus previsiones para 2023 y le ha recordado el ‘problemita’ de las pensiones, el Parlamento Europeo critica la opacidad en el reparto de los fondos europeos y en el Consejo están alucinados con que se haya saltado el acuerdo de los 27 y haya mantenido su impuestazo a las energéticas. La cuestión es si por fin le van a meter en cintura o le van a seguir dejando hacer lo que quiera, como hasta ahora.
Lo más grave de todo, sin duda, es lo del Banco Central Europeo. A nadie se le ocurre despotricar contra el jefe que le paga el sueldo, al menos en público, porque lo normal es que le despida. Pues esto es algo parecido: como todo el mundo sabe, el enorme despilfarro del Gobierno se ha financiado hasta ahora con las compras de deuda del BCE, que aumentaron extraordinariamente en pandemia. Si quieres, no ya mantener, sino aumentar todavía más ese gasto como se recoge en los Presupuestos, casi mejor llevarte bien con quien te lo tiene que permitir.
Pues no. Ni corto ni perezoso, este nuestro presidente reaccionó al informe del BCE que criticaba el impuesto a la banca -como era de esperar con una medida que puede afectar a la solvencia de las entidades, cuya supervisión es tarea del banco central- atacando a Luis de Guindos por su pasado como ministro del PP y como responsable en España de Lehman Brothers, cuya quiebra en EEUU fue la espoleta de la crisis financiera. Le dio igual que el informe lo firmara la mismísima Christine Lagarde. Pedro piensa que atacar a Guindos y a la institución que le sube las hipotecas a los españoles le da votos y eso es lo único que le importa.
El BCE empieza a apretar
Lógicamente, este ataque ha sentado a cuerno quemado en Frankfurt, donde se han planteado incluso mandar una queja formal a Nadia Calviño, aunque al final han preferido templar gaitas y dejar de lado el asunto, según fuentes conocedoras de la situación. Pero no se les va a olvidar. Y ya han empezado a reducir sus compras de bonos españoles, como adelantó OKDIARIO, algo que va a ir a más en los próximos meses. E insiste una y otra vez en que España tiene que reducir su deuda en vez de seguir incrementándola.
¿Quién le va a comprar entonces la deuda a Sánchez? Pues el mercado, claro. Y eso aterroriza a Moncloa, que teme que le pidan unos intereses mucho más altos que los actuales y que eso acabe provocando una crisis de la prima de riesgo como la de 2012. Por eso está presionando a la banca de inversión extranjera para que hable bien de España a sus clientes, como también les hemos contado aquí. Lo cual tiene su gracia: en público echando la culpa de todo y friendo a impuestos a empresas, bancos y altos patrimonios, y en privado rogando a los sucios capitalistas que inviertan en nuestra deuda.
Aquí no se acaba el cabrero comunitario con Sánchez. La Comisión está harta de sus desmanes y de sus previsiones fantasiosas, y este viernes le puso en su sitio con un pronóstico de PIB para España en 2023 de un magro 1% frente al 2,1% de Calviño. Esto implica que Bruselas asume que el déficit el próximo año será muy superior al anunciado por el Gobierno (3,9% del PIB) y, con él, la deuda pública. Volvemos a lo mismo. Sobre todo, le preocupa el agujero de las pensiones, el gran incumplimiento de las promesas hechas por España a cambio de los fondos europeos. Esa es otra: la presidenta de la comisión de presupuestos del Parlamento Europeo, alemana ella, ha dicho que va a investigar en qué se gasta España los fondos porque no tiene ni idea. Toma ya.
Más importante todavía: la Comisión ha avisado esta semana de que hay que volver a cumplir las reglas fiscales, con zanahoria -más flexibilidad para reducir la deuda- y palo -mayores sanciones si Sánchez sigue ignorándolas-. Es decir, se acabó seguir haciendo lo que le salga de las narices. Hasta ahora se le ha permitido (cómo se echa de menos a Merkel), pero todo tiene un límite.
Impuesto a mi bola
La guinda del cabreo europeo con nuestro Gobierno es el impuesto a las energéticas. A finales de septiembre se logró un acuerdo entre los Veintisiete que costó la de Dios, como casi todo en la UE, para poner de acuerdo a todo el mundo en un formato: un tope a los ingresos de las fuentes de generación eléctrica distintas del gas en 180 euros/MWh, y un impuesto a petroleras y gasistas sobre los beneficios extraordinarios, con un criterio claro para definirlos.
Pues nada, Sánchez también se lo pasa por el arco del triunfo y mantiene su modelo: un impuesto para todas, incluidas las eléctricas, y no sobre los beneficios excepcionales, sino sobre todos los ingresos, ordinarios o extraordinarios. ¿Por qué? Pues porque si aplica el acuerdo europeo, apenas recaudaría nada. Y hay que sacar dinero de debajo de las piedras para… ¿Lo adivinan? Exacto, para que no se nos dispare todavía más la deuda.
Los demás Gobiernos, en especial los de los países centrales de Europa, están flipando con el nuestro. ¿Para qué acordamos nada si luego cada uno hace lo que le da la gana?
Dos escenarios
¿Todo esto va a provocar que Europa por fin reaccione y le cante las cuarenta a Sánchez? Debería, pero no hay que ser demasiado optimistas: «Le van a dejar hacer lo que quiera, España pesa demasiado tras el Brexit, y mientras no se le vaya de madre la prima de riesgo, no hay nada que hacer», asegura otra fuente que está en la pomada. Así que la única esperanza es una crisis de deuda, pero eso sería mucho peor para todos. «Si en 2012 una crisis bancaria provocó una crisis de deuda, ahora una crisis de deuda va a provocar una crisis bancaria», añade otra fuente bien informada.
Así pues, sólo hay dos escenarios: este apocalíptico o el de resignación a que Sánchez siga a lo suyo mientras no se le vaya de las manos, a la espera de que pierda las elecciones dentro de un año. No es precisamente un panorama halagüeño, no.