El error que cometemos todos en el supermercado: estás perdiendo un dineral
No fijarse en el precio "real" de lo que compramos puede hacer que gastemos de más en el supermercado
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Ir al supermercado se ha convertido, para muchas personas, en una especie de carrera de obstáculos. Antes parecía que era suficiente con llenar el carro sin pensar demasiado, pero en la actualidad, con la subida de precios y unos sueldos que no crecen al mismo ritmo, la experiencia de compra exige estrategia, atención y, sobre todo, consciencia. Sin embargo, incluso quienes van con buena voluntad suelen tropezar con el mismo error en el supermercado: uno tan habitual que ni siquiera nos damos cuenta de que lo estamos cometiendo, hasta que llega el momento de calcular lo gastado a final de mes.
Este error tiene que ver con la forma en la que tomamos decisiones dentro del supermercado. No es que no sepamos comprar; es que, sin darnos cuenta, caemos en dinámicas que los propios comercios conocen al dedillo y utilizan a su favor. Y lo peor es que no sólo se trata de cuánto gastamos en cada visita, sino de lo que acumulamos de forma innecesaria en casa y de lo que dejamos de ahorrar por no fijarnos en lo importante. A veces, lo que más encarece la compra no es lo que metemos en el carro, sino cómo lo hacemos. La buena noticia es que este error tiene solución. Cambiar ciertos hábitos puede marcar la diferencia. Y no hablamos de grandes sacrificios, sino de pequeñas decisiones cotidianas que, una vez interiorizadas, se traducen en un importante ahorro sin renunciar a una alimentación de calidad.
El error que cometemos todos en el supermercado
El mayor error que cometemos en el supermercado es dejarnos llevar por el precio final en lugar de fijarnos en el precio por kilo o por unidad de medida. Es una trampa sutil, pero efectiva: un paquete de carne picada puede parecer barato a simple vista, pero si contiene solo 200 gramos y cuesta casi tanto como otro de medio kilo, el resultado es que acabamos pagando más sin darnos cuenta. Este truco se repite en infinidad de productos: frutas, embutidos, cereales, detergentes… todo está diseñado para que lo aparentemente barato se convierta en nuestra primera opción, aunque no lo sea en realidad.
El problema es que estamos acostumbrados a comprar por impulso y con prisa. Vemos un precio atractivo y lo asumimos como una buena oferta, sin comparar realmente. Pero si nos tomáramos un par de segundos para mirar el precio por kilo o por litro, muchas veces cambiaríamos de marca. Este gesto tan simple puede suponer un ahorro de hasta un 30% en productos básicos. Multiplicado por cada visita al supermercado, la diferencia anual es significativa.
La importancia de llevar una lista (y no tener hambre)
Otro clásico que nos hace gastar más es ir al supermercado sin una lista clara y, peor aún, con hambre. Parece un detalle sin importancia, pero tiene un impacto real. Cuando compramos guiados por el estómago o por la improvisación, el resultado es que llenamos el carro con productos innecesarios, caprichos o alimentos poco equilibrados. Esto no solo encarece la cuenta final, sino que desordena nuestra despensa y puede llevar a más desperdicio de comida en casa.
Los expertos recomiendan algo tan sencillo como planificar el menú semanal y hacer la compra en función de él. De esta manera, evitamos compras duplicadas, reducimos las visitas improvisadas al supermercado y, sobre todo, tenemos más control sobre lo que realmente necesitamos. Comer antes de salir a comprar también ayuda a no dejarnos seducir por el pasillo de los snacks o los dulces, que suelen tener precios altos y poco valor nutricional.
Cuidado con las «ofertas trampa»
Las promociones son otra de las estrategias más habituales para vaciar nuestros bolsillos. 2×1, 3 por el precio de 2 o precio especial son reclamos muy efectivos, pero no siempre beneficiosos. Muchas veces estas ofertas se aplican a productos que no necesitamos, que no vamos a consumir a tiempo o que tienen una calidad inferior a los habituales. De hecho, algunas marcas inflan el precio individual antes de aplicar el “descuento”, haciendo que la supuesta ganga no lo sea tanto.
Esto no significa que haya que evitar todas las promociones, pero sí conviene analizarlas con ojo crítico. ¿Realmente es una buena compra? ¿Voy a utilizar ese producto? ¿El precio por unidad es mejor que el habitual? Si la respuesta no es clara, probablemente no merezca la pena. A veces, es preferible pagar un poco más por algo útil que gastar menos en algo que acabará en el fondo del armario.
Cómo organizan los supermercados para que gastes más
Nada en un supermercado está colocado al azar. Desde la música hasta la altura de las estanterías, todo está pensado para influir en tu comportamiento. Los productos más caros suelen estar a la altura de los ojos, mientras que las alternativas más económicas están en los estantes inferiores. Los básicos (como la leche o el pan) se suelen colocar al fondo para obligarte a recorrer todo el local y, de paso, tentar tu voluntad con decenas de productos que no pensabas comprar.
Incluso los carros están diseñados para que parezcan vacíos aunque estén llenos, lo que nos lleva a seguir metiendo cosas sin sentir que nos estamos excediendo. Por eso, cada vez más personas optan por ir al supermercado con cestas pequeñas o incluso sin carro, lo que limita la compra a lo realmente necesario. Es una forma sencilla de contrarrestar el diseño estratégico de estos espacios que, aunque útiles, también buscan maximizar las ventas a toda costa.