La banca tiene un serio problema de reputación y su actitud sólo lo empeora
La mala imagen de la banca no es nada nuevo; la ha tenido siempre. Pero en los tiempos que corren de subida de los tipos de interés de las hipotecas, y con un Gobierno necesitado de chivos expiatorios (el mejor amigo del hombre, según el profesor Rodríguez Braun), esta mala reputación se ha exacerbado. Y la actitud que ha tomado el sector para responder a las críticas que le llueven por todos lados va justo en sentido contrario del que debería, por mucha razón que tengan sus argumentos. Con lo cual, lo único que está consiguiendo es empeorar la situación.
Los elementos que han agravado esta mala imagen son numerosos: el fuerte crecimiento de los beneficios de 2022, los sueldos de los banqueros, la citada subida de las cuotas hipotecarias, su rechazo al impuestazo de Sánchez y su intención de trasladarlo a los clientes, sus líos judiciales (sobre todo, el caso Villarejo), la negativa a remunerar los depósitos o el mal servicio que se sigue prestando en la mayoría de las oficinas, incluyendo la colocación del producto del mes a todo el que entra por la puerta.
En los últimos días, hemos tenido varios ejemplos de estos factores. Santander ha logrado una rebaja de la indemnización que debe pagar a Andrea Orcel, pero, aun así, siguen siendo 42 millones (por no hacer nada, porque no llegó a ocupar el puesto de CEO), lo cual escandaliza al ciudadano común. La propia Ana Botín ha dicho que la banca tendrá que pagar un 60% de su beneficio en impuestos, lo cual a pie de calle se interpreta como «llorar» y no da ninguna pena cuando ese beneficio es milmillonario. En la acera de enfrente, BBVA se ha negado a facilitar a la Audiencia Nacional los documentos que le habían pedido en el caso Villarejo, dando la imagen de que los bancos están por encima de todo, incluso de la Justicia.
Argumentos de defensa
Los bancos tienen razones de peso para defender su actuación. En primer lugar, que deben ser rentables para poder ejercer su función esencial para la economía y que, a pesar de la subida del beneficio, su rentabilidad (ROE) sigue por debajo de lo que les cuesta captar capital (el coste de capital o CoE). Y que, si les fríen a impuestos, cada vez será más difícil alcanzar esa rentabilidad, lo que les obliga a trasladar el nuevo tributo al cliente. En segundo lugar, que los tipos actuales son los normales y que lo excepcional eran los tipos negativos de los últimos seis años.
En tercer lugar, que los sueldos del sector deben ser competitivos para tener buenos directivos, o de lo contrario se irán a competidores de otros países. En cuarto lugar, que no remuneran los depósitos porque hay mejores alternativas donde meter el dinero (no queda claro si mejores para el banco o para el cliente). Y, por supuesto, insisten en que ellos buscan lo mejor para sus clientes y para la economía.
Insisto: todo eso es verdad. Pero parte de dos premisas erróneas. La primera es suponer que la gente tiene cultura financiera suficiente para saber qué hace un banco y cómo gana dinero (no lo saben ni la mayoría de los jueces que juzgan sus pleitos). Y la segunda es que vivimos en un país liberal con economía de libre mercado en el que la gente entiende que las empresas tienen que ganar dinero para invertir y crear empleo, y donde los sueldos se fijan por oferta y demanda. Y donde nadie es quién para cuestionar lo que cobra un directivo si los accionistas que se lo pagan lo aprueban.
Bajar a la tierra
La realidad es completamente distinta. La gente ni sabe, ni le importa, que el BCE ha tenido los tipos por debajo de cero seis años y que lo normal históricamente es que estén donde están ahora o incluso más arriba. Lo que sabe es que lleva muchos años con una letra estable de la hipoteca y que ahora se le dispara sin comerlo ni beberlo, y tiene problemas para pagarla. Lo mismo que el recibo de la luz. Por eso, le suenan bien las propuestas demagógicas de poner un tope o congelar las hipotecas, y la negativa de la banca a hacerlo le parece fatal.
El común de los mortales tampoco sabe, ni le importa, cuáles son los sueldos que se manejan en ese sector (ni en ningún otro). Lo que hace es compararlos con SU sueldo. Y se escandaliza. Y más aún con cosas como la indemnización de Orcel o el informe de la EBA (Autoridad Bancaria Europea) que dice que España es el país con más banqueros por encima del millón de euros.
Tampoco sabe, ni le importa, si lo que gana este o aquel banco es mucho o poco, ni cuántos impuestos pagan. Ni mucho menos sabe lo que es el ROE o el CoE. Sólo oye que el beneficio crece hasta en un 80% en algunos casos y que es de cientos o miles de millones. Así que le parece razonable que les pongan un nuevo impuesto, y oír protestar a los banqueros casi le da risa. Los ricos también lloran.
Cortina de humo
Todo esto se exacerba con un Gobierno socialcomunista entregado de hoz y coz al populismo y la demagogia, al que todas estas cosas se la ponen botando para usar a la banca como chivo expiatorio de los graves problemas económicos del país y como cortina de humo de sus constantes meteduras de pata. Por supuesto, estos ministros tampoco tienen ni idea de banca -Nadia Calviño sí, pero se ha entregado a la causa con la fe del converso-, pero sí conocen muy bien a su electorado potencial. Y ahí se mueven como pez en el agua.
Solucionar el problema reputacional de la banca es muy complicado. No hay fórmulas mágicas. Pero ir de víctimas, desde luego, no es el camino. Deberían tomar nota de su fracaso en negar que hubo un rescate a la banca en 2012, si no que sólo se rescató a las cajas de ahorros politizadas y que los bancos además arrimaron el hombro con aportaciones a esto y lo otro: todo el mundo piensa que se rescató a la banca a costa de los ciudadanos.
Oportunidad perdida
Ahora tenían una gran oportunidad para hacer valer su aportación a suavizar la crisis de la pandemia con los créditos ICO, pero también la han desaprovechado. En esto influye la falta de una voz poderosa del sector, ya que ni la CEOE ni la AEB la levantan -la asociación hizo un vídeo con las bondades del sector… que nadie ha visto-, y las entidades están más interesadas en atacar al de enfrente (o a pelearse internamente, como Unicaja) que en lanzar un mensaje único.
Y, sobre todo, deben mejorar el trato a los clientes. Se siguen colocando tarjetas revolving; las hipotecas a tipo fijo más baratas están ya ¡en el 4%!, un disparate; y somos el único país de Europa donde no se remuneran los depósitos (ya, tampoco cobraron por ellos con los tipos negativos… habría tenido gracia). Afortunadamente, empieza a haber señales esperanzadoras: algunos bancos van a suprimir las comisiones y se van a rendir a la presión -y a la competencia de las letras del Tesoro- y a remunerar los depósitos. Ese es el camino.