De AAA+ a BBB: cómo el plan fiscal de Trump pone en jaque el rating crediticio de EEUU
Bessent llama a la propuesta de ley criticada por aumentar 2.000 millones al déficit de EEUU por las mismas siglas que el último 'rating' crediticio de inversión

La decisión del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, de reducir su plan fiscal, conocido como la Gran, Hermosa Ley (Big, Beautiful Bill, en inglés) en tres siglas, BBB, este miércoles, ha terminado convirtiéndose en su propio chiste. El acrónimo se ha convertido en lo que Wall Street entiende casi como grado basura de inversión. La broma (que aparentemente ha pasado desapercibida por el propio Bessent) es que su ley pasa de ser grande y hermosa para representar el último escalón crediticio de inversión.
Es decir, en un momento delicado para la economía de Estados Unidos (castigado a escala global por su guerra comercial y sus políticas proteccionistas) y tras la última rebaja de su rating de AAA a Aa1 por parte de Moody’s en mayo, la Administración de Trump ha elegido esas siglas para sintetizar un plan fiscal polémico. La propuesta, en un dato que ha dado el propio Gobierno y que ha disparado todas las alertas, podría aumentar en 2.000 millones el déficit (y romper el techo de gasto), y ha generado muchas dudas dentro de Wall Street.
El propio Bessent ha alertado de que la liquidez del Gobierno se podría agotar a mediados de agosto, algo que ha sido corroborado por la entidad gubernamental independiente que se ocupa de este asunto, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO).
Para poner todo esto en contexto, las agencias de calificación crediticias, lideradas por las Big Three (Moody’s, Standard & Poors y Fitch Ratings) clasifican la solidez del crédito de un país y los instrumentos de deuda a los que tiene acceso en categorías de inversión: AAA, Aa1, A y, finalmente, BBB. Es la nota que estas agencias otorgan a la deuda en función a la fiabilidad de un país para pagar sus deudas.
Más allá de esos tres, aquéllos que son más propensos a impago se clasifican como grado especulativo, o junk (basura, en inglés). Estos bonos conllevan mayor riesgo de impago. (Ellas van de BB+ hasta tocar la peor nota, D, que significa impago). Es decir, con el acrónimo de la ley, EEUU está al borde del bono basura (entendiéndose así la broma en Wall Street).
El proyecto de ley (un plan fiscal sobre el que hay muchas dudas), considerado como una de las apuestas más agresivas del segundo mandato de Donald Trump, ha sido criticado tanto por expertos fiscales, ejecutivos y economistas, en las propias entrañas de la Casa Blanca, e incluso ha llegado a fragmentar la opinión del mismísimo Partido Republicano.
Ahora la ley se enfrenta al Senado. En este sentido, Bessent ha avalado ante la Cámara de Representantes la sección 899 de la propuesta, un punto de inflexión que busca trasladar más impuestos como represalia a los inversores extranjeros. Es decir, pide más dinero, promete una reducción del gasto futuro y quiere lograr más recaudación gracias a los extranjeros. El cálculo es tán difícil que el propio Bessent ha tenido que admitir que el déficit de EEUU se irá por encima del 6% los tres próximos años.
La propuesta propone recortes masivos al impuestos de sociedades y, a la vez, exige romper de nuevo el límite del techo de deuda de Estados Unidos, algo que Donald Trump ha prometido en distintas ocasiones que no ocurriría.
«Es una ley fiscal, no una ley de revancha», ha asegurado Bessent tratando de quitarle hierro a los problemas que traerá.
Los estrategas de la gestora Aberdeen Investments consideran que «ya es tarde para forzar un giro hacia políticas más restrictivas. De hecho, el déficit de EEUU podría ser aún mayor si se destina al gasto lo que se pudiera ingresar por los aranceles, en lugar de ahorrarlo».