UFC 308: Topuria-Holloway

Topuria agradece «a Dios» su triunfo ante Holloway: «He derrotado a una leyenda de la UFC»

El hispano-georgiano se convierte en el primer luchador que tumba al estadounidense

Topuria entra en otra dimensión: noquea a Holloway y retiene el cinturón de campeón de la UFC

Topuria
Ilia Topuria celebra su victoria sobre Holloway. (EFE)

Abu Dabi fue testigo del arribo en lo imposible. El de Topuria tras noquear a un Max Holloway al que nadie había conseguido tumbar. Ilia dijo que lo iba a hacer y lo hizo. Cuando pronuncia un objetivo que tiene en mente es inevitable que el desenlace no sea el pronunciado, por más que el rival se empeñe.

El legendario Holloway había sostenido los dos primeros asaltos. Ilia le estaba estudiando, observando cómo recortar espacios y hacerle retroceder tanto que la salida tuviera la puerta cerrada. Acortó los huecos y fue llenando el saco de golpes. No lo soportó Max, que cayó y no se levantó.

«Lo primero que quiero decir es gracias a Dios, todo le pertenece. No sé qué decir, para ser honesto. Derroté a una leyenda, a Max Holloway. Seguí su carrera, me inspiré, fue un referente para una generación. Quiero ser una pequeña porción de lo que fue Holloway», asegura Topuria ya con el cinturón a la cintura.

La pelea transcurría a caballo entre el estudio metódico de Topuria y el control de la distancia por parte de Holloway, hasta que Ilia atisbó un espacio, una rendija minúscula que ensanchó hasta alcanzar un agujero cuya dimensión fue imposible de cerrar.

«He visto que la derecha le hizo daño. Le vi retroceder y sabía que estaba tocado». En ese momento apretó Ilia, que le lanzó una combinación de golpes cuyo desenlace era inevitable. Volvió a sacar la rosa, a abrazarse con su equipo. Su legado es eterno. Holloway, consciente de ello, se rindió a El Matador.

«Es muy bueno en todo. Ha logrado conectar ese golpe que me ha hecho mucho más daño de lo que había pensado. Me sentía genial. He tenido un gran campamento, estaba bien, pero él ha sido mejor que yo esta noche». Fue la hora de Ilia. Y cuando el reloj lo marca, el desenlace es inevitable.

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