¿Repetirá como secretario de Estado el hombre sentado en el banquillo?
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Miguel Cardenal tiene el deporte español patas arribas, pero se resiste a dejar el cargo de Secretario de Estado para el Deporte. El dirigente tiene a una docena de federaciones sin poder realizar elecciones por su peculiar interpretación de la Ley, a todas las asociaciones del deporte en contra, enfrentado con el Comité Olímpico Español y con las dos principales federaciones del país –fútbol y baloncesto– en pie de guerra e intentando persistentemente descabezarlas.
«A Cardenal le apoya la LFP y tres federaciones», resumen los propios funcionarios del Consejo Superior de Deportes, que no se creen que este político –para muchos el peor de la historia del deporte español– se crea con aspiraciones de continuar al frente.
Cardenal, por si fuera poco, está preocupado por lo que el Juzgado de Instrucción Número 36 de Madrid tenga que decir sobre la querella del ex presidente de la Federación de Tenis, José Luis Escañuela, donde se admitieron seis posibles delitos del secretario de Estado, entre ellos, prevaricación y revelación de secretos, casi nada.
El secretario de Estado también se ha distinguido por intentar dirigir a los medios afines y sumir en el ostracismo a los contrarios, llegando incluso a descalificarles públicamente. Así se las gasta un Miguel Cardenal que hasta ha perdido la confianza del organismo que creó –el Tribunal Administrativo del Deporte– donde ya no goza de la mayoría que disfrutaba cuando eligió a cuatro de los siete miembros a dedo.
Cardenal ha creado incendios por todas partes y no contento con ello es capaz de avivarlos conforme a defender sus intereses. No le tembló el pulso a la hora de acusar de insinuar que su compañero de partido y vigente ministro de Justicia, Rafael Catalá, de haber prevaricado a favor de Ángel María Villar en las elecciones de la RFEF de 2008 y 2012. Aunque estas afirmaciones no sorprenden a los más cercanos a un dirigente que es capaz de filtrar todo tipo de informaciones –las escuelas de la RFEF en Haití o las cuentas de Sáez en la FEB– con tal de mantener el puesto y dar la pose de justiciero. Lo cierto, es que si Cardenal hubiera vivido en otro tiempo habría estado más que satisfecho: nadie ha ejercido el intervencionismo como él en toda la historia de la democracia española.