Los latigazos de Serrano

Piqué, algo se muere en el alma cuando un enemigo se va

Gerard pique
Gerard Piqué, en un partido del Barcelona en el Bernabéu. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Gerard Piqué se retira. Lo deja. Se pira. Hace mutis por el foro. Cuelga las botas y cambia el pantalón corto por el traje de empresario. A sus espaldas quedan luces para iluminar Manhattan y sombras para escribir diez tomos de Grey. Se va con un palmarés impresionante con el Barcelona y con España. Deja tras de sí la huella de haber sido uno de los mejores defensas de la historia del fútbol, pero también un tipo a veces caprichoso, malcriado, pendenciero y lenguaraz. Sus amigos le echarán en falta y sus enemigos más. Porque algo se muere en el alma cuando un enemigo se va. Le irá bien, de eso no hay duda.

En ningún sitio se entierra a la gente mejor que en España. Exhumar ya es otra cosa, pero los panegíricos nos salen como a Quevedo los sonetos. Y de Piqué, que el sábado certificará su defunción como futbolista, leerán en tres, dos, uno… auténticas odas que relatarán sus hazañas sobre el césped, que fueron muchas. La cara oculta del personaje, que también la tiene, no será tan glosada.

Si el Barça es más que un club, Piqué fue más que un futbolista. A veces demasiado pagado de sí mismo, iba por ahí repartiendo lecciones de economía y empresa, de ética y hasta de periodismo. De fútbol también, ¿eh? Además, tenía un don natural para encabronar al personal y granjearse enemigos. En el césped se manejaba con soltura pero le gustaba más el barro. Y pisar charcos aunque fueran más grandes que las Piscinas Picornell.

A Piqué siempre le gustó provocar y cabrear al personal, sobre todo al Real Madrid y a los madridistas. Estaba encantado con que el Bernabéu le recibiera como si fuera el mismísimo diablo. Eso le ponía. Era como si viviera en una perpetua campaña electoral para ser presidente del Barcelona y no se puede ser presidente del Barça si no se padece la madriditis. Piqué la tenía en fase avanzada. Y aún no se ha descubierto cura.

El sábado Piqué pondrá fin a su carrera como jugador de fútbol y se apagarán los focos del Camp Nou. El Barcelona y sus aficionados sabrán despedirle como se merece. A Laporta le ha salido otra palanca que ni se esperaba con su retirada y la pela es la pela, tú. Se va un futbolista irrepetible y un jugador que es historia del Barça y de la selección española, pero también un tipo extravagante que no siempre transitó por el camino correcto. En el campo metía la pierna y fuera a veces metía la pata. Se libró mil veces por ser vos quien sois, aunque en muchos lugares de España ya le habían tomado la matrícula.

Pero a Piqué eso siempre le dio igual.

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