Messi se queda sin motivos

Así, como si de una bofetada se tratase, en cosa de una semana a Leo Messi se le han esfumado los escasos motivos que quedaban en su balanza. Pese a que los resultados deportivos de enero silenciaran el tema, en la cabeza del argentino seguía vigente la misma pregunta: ¿qué hago al término de la temporada? Ya en un momento delicado de la temporada donde el Barça aún no había logrado alcanzar cierta estabilidad sobre el césped, el 10 reconoció que aún no había tomado ninguna decisión en su entrevista con Jordi Évole, a la vez que hablaba de volver.

Las dudas de Messi eran obvias. Su decisión en verano cuando decidió irse y lo notificó vía burofax estaba basada en muchas cosas pero una se levantaba por encima de todo: no hay proyecto para seguir consiguiendo títulos. Es algo que repitió por activa y por pasiva, que quería seguir luchando por más trofeos, ensanchando su vitrina, haciendo espacio a nuevos retos… Esto, en el Barça, le quedó demostrado en la última semana que comienza a ser utópico.

El subidón de las últimas semanas estaba siendo idílico. Koeman había demostrado dotes de malabarista con una plantilla corta, con cierta falta de efectivos y a la que le estaban azotando las lesiones. Pese a esto, parecía haber encontrado un camino, un rumbo, una fórmula de hacer mejor a sus piezas y alinearlas de tal forma para que todo ruede. Pero resultó ser un espejismo, una fachada que se ha derrumbado en cada prueba de fuego esta temporada y que ha terminado de mostrar la verdadera realidad de una plantilla que fue clasificada como de transición. No es para menos.

La final de la pasada Supercopa avisó. Lo que se pudo pensar que fue un caso aislado, un reducto de heroísmo del Athletic de Bilbao, fue la constatación de que la plantilla en los momentos de máxima exigencia deportiva, donde el físico y el rendimiento deben brillar, se derrumba e hinca rodilla. El Barça ha dejado claro en la última semana que es una plantilla terrenal, de grandes jugadores, pero de un peldaño inferior en cuanto a entrega, físico y fe; capaz de remontar a los Rayo Vallecano, Granada o Betis pero incapaz ante los Sevilla o PSG.

El Barça ha pasado del júbilo al desastre en menos de una semana, seis días pasaron entre el barrido sevillista en el Sánchez Pizjuán con un 2-0 que evidenció la mínima capacidad de reacción de los culés en un partido de máxima exigencia y la enésima humillación en Champions League con un recital de Kylian Mbappé para asaltar un frágil Camp Nou (1-4). Dos partidos de ida de dos competiciones por las que se aspiran a títulos en los que la imagen del equipo fue pobre y dejó muy difíciles los partidos de vuelta, dando como única vía hacía alzar un trofeo la Liga Santander con un Atlético que aun lidera pese a flaquear.

A Leo Messi se le acaban los motivos deportivos para continuar en el Barça. Fueron otros dos duros golpes que volvieron a repetir la emblemática imagen del argentino, desolado y hundido, tras una goleada o correctivo de un rival que fue muy superior. Estaba pasando en los últimos años en Europa y el 2-8 ante el Bayern de Múnich fue la gota que colmó el vaso. Athletic, Sevilla y PSG pueden terminar de dejar el grifo abierto este curso para que su adiós sea definitivo al final de esta temporada.

En las próximas semanas tendrán lugar las elecciones a la presidencia del Barcelona con Leo Messi como uno de los grandes temas propagandísticos de los tres candidatos, Joan Laporta, Toni Freixa y Víctor Font. La sensación tras estas duras derrotas es que poco o nada pueden ofrecer los candidatos a tenor de la situación económica del club que cambie el rumbo deportivo de cara a la próxima temporada. La plantilla blaugrana necesita una reestruturación severa que asegure un mínimo nivel en las grandes citas, el principal requisito que parece convencer a día de hoy a Lionel Messi.