Koeman ensaya sin éxito un Barça sin Messi

Ante el Betis, Koeman probó de inicio lo que sería un Barça sin Leo Messi: más atrevido y coral pero mucho menos peligroso y huérfano de referentes

Leo Messi
Leo Messi, justo antes del segundo tiempo ante el Betis sobre el césped del Camp Nou. (AFP)

Duró 45 minutos pero fue la primera muestra del plan sin Messi que tiene en la cabeza Ronald Koeman. Suena algo apocalíptico en el aficionado culé imaginar o visualizar cómo será el Barça sin Leo. Es un binomio que se viene repitiendo desde hace más de década y media, que ha reportado infinidad de triunfos y trofeos al club pero que, más pronto que tarde, terminará por desligarse. Aunque aún siga haciendo diabluras cuando se lo propone

A sus 33 años, el argentino ya no está para las mismas fiestas que hace un par de años. Ante el Betis llegó su primera rotación de la temporada, la primera en la Era Koeman. El holandés la justificó en sala de prensa por unas molestias que arrastraba tras el último duelo de Champions: «Hablamos con él. Messi salió del partido contra el Dinamo con unas molestias y no estaba para jugar desde el principio. Si un jugador como Messi está bien, juega siempre desde el principio. Hoy no lo ha hecho por esas molestias».

Koeman planteó un escenario sin Messi con Griezmann de nuevo como referente, como 9, y con dos hombres rapidísimos en los costados, los más desequilibrantes de la plantillas tras Leo: Ansu Fati y Dembélé. Era el nuevo tridente culé, el GAD, que dejó cosas realmente buenas… y otras no tanto.

En el primer tiempo ante el Betis, el Barça parecía algo suelto, sin presiones, sin la necesidad constante de andar buscando sobre el campo al 10, a Messi. Los jugadores parecían andar guerreando por su cuenta en varias ocasiones, lo que permitía ver ciertas acciones individuales de mérito tanto de Ansu Fati como de Dembélé, que marearon a sus pares verdiblancos en varias ocasiones pero algo exentos de puntería (el gol del francés llegó a cuatro palmos del área).

Aunque esta imagen dejó también ausencias. Sobre el verde no se vio a nadie que asumiera el rol de mago, de genio que sí tiene Leo Messi. Nadie volvía loca a la defensa, nadie la tenía en alerta constante y servía como distracción sin tocar la pelota. Ni Griezmann, ni Ansu ni Dembélé, nadie actuaba como referente del equipo. Sí es cierto que se vio a un Barcelona más coral, más asociativo sin importa quién movía la bola, aunque quizá un Barça menos peligroso y afilado.

Quedó clara ante los béticos que Griezmann no está a la altura de Messi, no se puede sentar a comer en la misma mesa que él por muchas rabietas que protagonice (pese al tanto logrado, falló tres ocasiones manifiestas de gol). Por no hablar de un jovencísimo Fati, que aún debe bregar y superar muchos más obstáculos para ser considerado esa estrella emergente que fue Leo Messi en su día.

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