Julián Álvarez y su paralelismo con Paolo Rossi

Tras cuatro partidos a cero ha marcado seis goles en los últimos tres encuentros

"El bambino de oro" hizo lo mismo en el Mundial de España, en el que acabó pichichi

Los dos han acallado las críticas con lo que mejor saben hacer: marcar goles

Atlético
Julián Álvarez y Paolo Rossi celebran un gol.
Tomeu Maura

Seis goles en tres partidos ha marcado Julián a razón de una frecuencia de tres, dos y uno. No es habitual en el mundo del fútbol, pero no es ni mucho menos único. Es lo mismo que hizo el italiano Paolo Rossi en el Mundial de España de 1982, hace ya 43 años, en una reacción individual drástica, muy parecida a la que ha protagonizado ahora el delantero argentino del Atlético de Madrid. Los dos acallaron las críticas con lo que mejor saben hacer: marcar goles.

Julián Álvarez arrancó la temporada con un golazo de falta en el RCDE Stadium y luego pudo sentenciar el partido con un disparo que se estrelló en la base del poste. Nada nuevo en la oficina, pero a partir de ahí entró en un bache inesperado que se prolongó durante mucho, mucho tiempo. La araña se pasó siete encuentros oficiales seguidos sin marcar, cinco con el Atlético y dos con la selección, aunque en uno de ellos, en Anfield, no pudo jugar por lesión. El colmo llegó el el estadio de Son Moix, cuando Leo Román le paró un penalti con empate a cero. El único que ha fallado desde que está en España.

Pero de un jugador del nivel de Julián no te puedes esperar otra cosa que una revancha inmediata. Y de qué forma. En seis días ha marcado seis goles: tres al Rayo, dos al Real Madrid y uno al Eintratch, y ahora mismo tan sólo Mbappé le va por delante en la clasificación del pichichi. La araña vuelve a tejer su red letal y una tras otra van cayendo las víctinas.

La historia de Paolo Rossi en el Mundial de España fue muy similar. Llegó como la gran estrella de la selección italiana, pero su fase de grupos fue decepcionante. No marcó un solo gol ante Perú, Camerún y Polonia y la prensa le culpó del pésimo rendimiento de la Squadra Azzurra, que pasó a la segunda fase sin ganar un partido, empatado con Camerún, al que dejó fuera por sl simple hecho de haber marcado un gol más, aunque la diferencia global era la misma.

Englobado en la segunda fase en Sarrià en el grupo del que también formaban parte Brasil y Argentina, Italia partía como víctima ante el último campeón del mundo, con Maradona como máxima estrella, y ante la selección que había maravillado con su fútbol y su magia en la primera fase. Brasil parecía imbatible y, si acaso, el único que podía pelear su condición de favorito era Argentina. Nadie confiaba en los italianos.

Fue entonces, sin embargo, cuando el Mundial cambió de guion de forma sorprendente. En una tarde señalada por el marcaje de Gentile a Maradona, al que llevó a la desesperación, Italia se impuso a Argentina por dos goles a uno dejando a los de César Luis Menotti, que ya habían perdido ante Brasil en la primera jornada, fuera de la Copa del Mundo. Fue un bomba en Italia, pero Rossi seguía muy señalado. no marcó tampoco ese día -lo hicieron Tardelli y Cabrini- y la prensa le exigió al seleccionador Enzo Bearzot que lo relevara del once inicial y le diera una oportunidad a Alessandro Altobelli, el delantero centro del Inter de Milán.

Bearzot maduró durante días su decisión. Italia necesitaba ganar a Brasil en la última jornada para pasar a semifinales y eso parecía imposible. De hecho, ninguna selección en el Mundial estaba a la altura de los cariocas, con su centro de campo mágico formado por Toninho Cerezo, Zico, Sócrates y Falcao. Era una máquina de hacer fútbol que había triturado a todos sus rivales, comenzando por la Rusia de Rinat Dasaev y acabando por la propia Argentina, que no había ni podido presentar batalla.

El cinco de julio de 1982, en un abarrotado estadio de Sarrià, se disputó el Italia-Brasil. No fue un partido más. 43 años después muchos de los que lo vivieron lo consideran el mejor de todos los tiempos. Va por gustos, pero lo cierto es que allí acabó Italia con el muro infranqueable de Brasil y allí inició Paolo Rossi su carrera fulgurante hacia el pichichi del Mundial. Il bambino di oro resurgió en el momento más inesperado, marcó los tres goles de su equipo y dejó en silencio a la torcida brasileña. Enzo Bearzot, el único que creía en él a esas alturas, le abrazó emocionado al final del encuentro. El veterano seleccionador italiano fue siempre su gran valedor, hasta el punto de que se lo llevó al Mundial de Argentina en 1978 cuando sólo tenía 21 años y sin haber participado en un solo partido de las eliminatorias de clasificación.

Con Rossi desatado, nadie pudo parar a Italia. Otros dos goles del delantero, que había sido suspendido durante dos años por su Federación al ser acusado de participar en apuestas ilegales -algo que él siempre negó-, sirvieron para derrotar a Polonia en semifinales. La selección azurra estaba 12 años después en otra final. La última la había perdido en 1970 ante el Brasl de Pelé. Ahora esperaba en el Santiago Bernabéu la Alemania de Uli Stielike, verdugo de Francia en una semifinal marcada por la brutal entrada del portero Schumacher al defensa Battiston.

Paolo tampoco falló en la final a su cita con el gol. Abrió el marcador al comienzo de la segunda parte y encaminó a Italia hacia una victoria amplia y cómoda por 3-1, ya que el gol alemán lo marcó Breitner en la recta final, con todo decidido. La squadra azurra volvía a ser campeona del mundo 44 años después y Rossi, con seis goles en los últimos tres partidos, era el pichichi del Mundial.

Lo último en Deportes

Últimas noticias