Fórmula 1: Gran Premio de México

Hamilton sigue soñando, Vettel se pica con Verstappen, Alonso y Sainz se pierden

Lewis Hamilton se hizo con la victoria en el GP de México. Alonso y Sainz, fuera de los puntos (Getty)
Lewis Hamilton se hizo con la victoria en el GP de México. Alonso y Sainz, fuera de los puntos (Getty)
Ignacio L. Albero

La ínfima amenaza de lluvia revoloteaba por la calle de boxes provocando tímidas sonrisas para los necesitados de jarana. El ambiente no era para bostezar: la fiesta en el Hermanos Rodríguez era una realidad que debería avergonzar a otros países organizadores. Dos años han bastado para saber que, ahora mismo, pocos grandes premios son tan especiales como este. Lo sabía Lewis Hamilton, en una de esas pocas oportunidades que iba a tener para obrar el milagro.

El inicio de carrera fue esquizofrénico: la distancia hasta la primera curva pareció eterna con miles de movimientos a un lado y otro. Hamilton se pasó de frenada, Rosberg se tocó con Verstappen, Ricciardo pinchó, y Wehrlein se fue fuera, tras tocarse con Gutiérrez y Ericsson. Salió el Safety Car un par de vueltas como un tiempo muerto para un pelotón que espiro de alivio.

La amistad entre Alonso y Sainz se iba tomar un receso, otra vez, de hora y media. Los primeros metros evidenciaron que su cabriola en Austin encendió una mecha donde no todo es color de rosa. Un movimiento dudoso del Toro Rosso empujó a Fernando a la hierba, provocando una eclosión de cólera en el piloto de McLaren-Honda: queja por radio, 5 segundos de penalización para Sainz, y bronca a su ingeniero. Por hablar.

La calle de boxes iba tomando el color de una noche de sábado madrileña: todos para dentro a poner el medio. Ricciardo se coló en la cuarta posición, con Verstappen a su espalda, y con Rosberg por delante. Vettel era líder virtual, sin haber parado. En Red Bull hubo conatos de tensión, con Daniel y Max peleando un par de curvas. Le dejó pasar, previa ordenanza por radio, con una condición: alcanzar a Nico.

Aburrimiento con victoria de Hamilton

Todo el color de las gradas se tornaba progresivamente gris en el asfalto. El desfile era insípido, sin apenas sobresaltos y con una ausencia grave de peleas en el país de la lucha libre. La lluvia parecía ya un farol del inicio que no engañaba ni al más optimista de los meteorólogos. Verstappen se acercaba precavido a Rosberg, a lo Melendi: sin pausa pero sin prisa.

Se tiró como un loco en cuanto vio un atisbo de oportunidad: bloqueo de frenos y Rosberg por delante. Ricciardo puso el blando, y fue cual martillo pilón recortando un segundo por vuelta a la cabeza de carrera. Estaba lejos, pero amenazaba con unos últimos giros de salseo. La carrera era de manta y helado una tarde de domingo. La vida era todo aquello que pasaba mientras Daniel se acercaba a los de arriba.

Con algún bostezo de por medio, y Alonso y Sainz perdidos en la nada, llegó por fin Ricciardo a la altura de Verstappen y Vettel. Alemán y holandés se enzarzaban en la pista, pero sin certificarlo en pasada. El juego se les fue de las manos y Verstappen se aprovechó de la escapatoria en un acción más que dudosa: tenía que devolver la posición. No lo iba a hacer, provocando un esguince cerebral en Vettel que sólo decía tacos por la radio.

La jugada le pudo salir todavía más catastrófica al de Ferrari: Ricciardo le metió el morro, se tocaron, pero no le pasó. La línea de meta se vistió de gala para la entrada de un imperial Lewis Hamilton: victoria y a seguir soñando. Rosberg, segundo, ya ve el Mundial al final del túnel. Pero el chili estaba en el pique Vettel vs Verstappen. Max celebraba en línea de meta mientras su némesis hoy, se colocaba a su izquierda y le decía que no con la mano. No se salió con la suya: 5 segundos de penalización, Sebastian al podio. Ceremonia por todo lo alto con un ambiente que ni la JMJ. Y es que, la Fórmula 1 ya llora por volver, como canta el hijo de Bárcenas, a México DF.

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