FINAL CHAMPIONS 2016

Simeone vuelve a perder una final de forma cruel

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Simeone se lamenta durante la final de la Champions. (Reuters)
Miguel Zorío

Diego Pablo Simeone aterrizó en San Siro serio, con cara de concentración, mentalizado de cara a la gran final. Se le veía tenso, deseando que comenzara a rodar el balón. Aunque ni con el pitido inicial se tranquilizó. Desde el primer minuto estuvo de pie en el banquillo, no quería sentarse, era todo un manojo de nervios el Cholo. No paraba quieto por el área técnica.

El temprano gol del Real Madrid trastocó los planes de un Simeone muy enfadado con sus pupilos. No le gustó para nada que Bale cabeceará sin oposición en el tanto de Ramos. Pegó dos gritos que pusieron firmes a todo San Siro. «Vamos, presión», se desgallitaba el Cholo durante algunas fases de la primera mitad. No cesó de dar indicaciones.

Se marchó al descanso enfadado, no estaba contento con lo que estaba viendo. En la reanudación optó por sacar a Ferreira Carrasco en lugar de Augusto para dar mayor profundidad al ataque del Atlético. El cambio surtió efecto, penalti a favor de los rojiblancos. Pero Griezmann falló. El Cholo se quedó totalmente parado, hizo la estatua. No se podía creer lo que había pasado.

Simeone no tiró la toalla. Aprovechó la lesión de Carvajal para hablar con su estrella Antoine Griezmann, animarle y darle nuevas instrucciones. A mediados de la segunda mitad, se aprovechó del dominio del Atleti en ataque para pedir el apoyo de la afición mediante aspavientos con los brazos. Mientras tanto el seguía pegando gritos a sus jugadores para intentar empatar el encuentro.

Carrasco, la solución de Simeone

A 15 minutos del final, el Atlético seguía por detrás en el marcador. El técnico rojiblanco se rompía la cabeza buscando soluciones. Una cosa tenía clara, sin intensidad era imposible. Por eso no paraba de moverse por el área técnica dando voces a los suyos, pidiéndoles más presión arriba. Al final la solución del Cholo al descanso dio sus frutos.

Carrasco marcó el gol del empate. El jugador que había entrado en la segunda mitad desató la locura de todos los atléticos. Un gol que tranquilizó a Simeone. El Cholo esbozó una gran sonrisa de oreja a oreja. Respiraba aliviado, por el momento. Sabía que todavía quedaba mucho partido pero esa diana daba vida al Atleti, que estaba siendo superior al Madrid.

Llegó a la prórroga con dos cambios en la recámara. El equipo estaba aguantando bien físicamente y no quería tocar lo que funcionaba. En el comienzo de la primera mitad, Simeone daba indicaciones con gesto enfadado, no le gustaba que el Madrid empezara dominando. En el descanso del tiempo extra mantuvo una breve charla con el Mono Burgos.

Los penaltis condenan al Cholo

Cuando iba a realizar el segundo cambio , Thomas por Saúl, el canterano tuvo que frenar su salida por lesión de Filipe Luis. El Cholo tuvo que cambiar de planes y se vio obligado a sacar a Lucas. Al final, el último cambio fue Thomas por Koke, también por lesión.

En cuanto terminó la prórroga, Simeone arengaba a los suyos con su carismático gesto. Ya no podía hacer nada más, tan sólo elegir los lanzadores de penaltis. Sus cambios surtieron efecto pero no lo suficiente para culminar la remontada. Estaba nervioso y sudando. Había sufrido mucho durante el encuentro pero todavía le quedaba lo peor, la muerte súbita.

De nuevo el Madrid se impuso en la tanda y Simeone no daba crédito. Otra final perdida y ante el mismo rival. Su cara de tristeza y frustración lo decía todo. Le tocaba consolar a sus futbolistas, que no pararon de llorar tras perder desde los once metros por el fallo de Juanfran. El Cholo quedó hundido.

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