El Madrid tampoco dimite
Tras el paseo del Barça en Riazor, ayuditas arbitrales mediante, el Real Madrid quería aferrarse a la Liga como Rita Barberá a su escaño en el senado. El tiburón blanco había olido la sangre azulgrana y no estaba dispuesto a darse la vuelta sin pegarle un mordisco a la Liga. O al menos acojonar alguna semana al personal en Barcelona. Para ello necesitaba ganar a un Villarreal que le arrebató a los blancos tres puntos en la primera vuelta con los que hoy sería líder. Pero eso era cuando Benítez, que Dios guarde en la Premier muchos años.
Zidane, el hombre que le relevó en el Bernabéu, elegía para la ocasión un equipo con algún retoque para suplir a los ausentes Carvajal, Pepe y Bale. Entraban Danilo, sometido al microscopio del Bernabéu, y Varane en la defensa. En el centro, repetían los de siempre: Casemiro, Kroos y Modric. Arriba, el meritorio Lucas Vázquez ejercía de Bale y acompañaba a Cristiano y Benzema. No había concesiones: James e Isco volvían a ser carne de banquillo.
El diluvio universal rociaba el césped del Bernabéu cuando Javier Fernández saltó a hacer el saque de honor. Desde luego, era el ideal si había que patinar. Y entonces empezó el partido. Presionaba arriba de salida el Villarreal, con el Real Madrid intentando liberarse del acoso amarillo. No le resultaba fácil y los primeros minutos fueron de ida y vuelta, como los billetes de avión.
Clos hizo de las suyas a las primeras de cambio al taparse los ojos para no señalar una clara falta en la frontal de Trigueros sobre Modric. El Madrid empezó a apretar, con Kroos jugando casi de falso nueve, en busca de dificultar la salida del balón del Villarreal y acabar encerrando a los amarillos en el área de Asenjo.
Ritmo y pizarra
El Real Madrid buscaba ocasiones como Pedro Sánchez busca socios de gobierno: sin éxito. Se defendía con orden prusiano el Villarreal, que ocupaba los espacios sin dejar ni un hueco, igual que un gordo en un avión. Y así nos plantamos en los 25 minutos de un buen partido que, curiosamente, no había tenido ni una ocasión de gol.
Tuvo en sus pies la primera Benzema, después de una buena maniobra de Danilo por la derecha. El francés rompió al primer palo, pero Bailly le defendió bien y le impidió asomarse a la portería. Tres minutos después fue Lucas Vázquez quien le pegó arriba desde dentro del área después de un gran pase de Modric con el exterior. El Real Madrid cocinaba el partido a baja temperatura, como los cocineros modernos.
Cristiano Ronaldo empezaba a desesperarse porque no le llegaban balones, rodeado de amarillos como Silvester Stallone en Rambo, e intentó caer a un costado y alejarse del bullicio para ser más protagonista. Y lo consiguió desde la banda izquierda al filo del descanso. Se marcó una tremenda cabalgada, rompió a Mario, puso el pase de la muerte que rechazó Asenjo y allí estaba Benzema, oculto entre los centrales haciéndose el orejas, para cabecear a la red el 1-0. Lo celebraba Zidane y respiraba el Bernabéu.
Dos minutos después, aparecieron las manos salvadoras de Keylor Navas para despejar un tiro envenenado de Denis Suárez después de un buen pase de Adrián. Y así llegó el Real Madrid al descanso, con el marcador encarrilado, pero con el partido sin cerrar ni muchísimo menos. El Submarino Amarillo no había lanzado aún su último torpedo.
Aprieta el Madrid
Un cabezazo arriba de Cristiano Ronaldo a la salida de un córner inauguraba el segundo tiempo. Y le siguió un tiro envenenado de Modric, que se marchó junto al poste izquierdo de Asenjo. Apretaba el Real Madrid en busca del gol de la tranquilidad. Empujaban los de Zidane con un Danilo desatado por la derecha y ganándose el perdón del Bernabéu.
Seguía percutiendo el Madrid por la derecha, con el Villarreal definitivamente encerrado en su área en busca de una contra. Pero el segundo no caía y el fantasma de un empate, inesperado e inmerecido, sobrevolaba el Bernabéu. Fue Lucas Vázquez el que firmó el gol de la tranquilidad después de una buena pared con Benzema y una aceleración propia de un Fórmula 1. El fútbol, como la vida, suele ser justo con quien trabaja y el canterano se ha ganado a pulso cada minuto que juega y su protagonismo en el equipo.
Y en una contra comandada por Danilo, que se marcó un esprint espectacular, llegó el tercero. Fue un golazo que selló Modric, incorporándose desde segunda línea y sin dejarla caer. El abrazo de todos los jugadores madridistas con el brasileño era el editorial del partido. Cinco minutos después, Zidane le cuidaba retirándole del campo y regalándole la merecida ovación del Bernabéu.
El Madrid, con el tercero en el zurrón, levantó el pie y empezó a pensar en Vallecas y en Mánchester. Los de Zidane hicieron los deberes y solventaron con autoridad el partido más difícil de los que le restan hasta acabar la Liga. Ahora el campeonato liguero está a cuatro partidos, pero la Undécima está sólo a tres.