Brillante argumento para un final ya vivido
Novedoso argumento para un desenlace ya vivido en otras ocasiones. No es nuevo ver al canario Pedro reclamando el protagonismo en una final -en este mismo torneo ya lo hizo en 2009, sin ir más lejos-, tampoco es nuevo ver a un equipo de Unai Emery plantando cara al Barcelona para terminar perdiendo: es ya el vigésimo duelo duelo en su carrera particular sin conseguirlo. Tampoco sorprende: al fiable técnico vasco se le da estupendamente bien ganar a los conjuntos inferiores a los suyos y perder contra los superiores, y el Barça suele ser esto segundo.
Con todo, esta vez el guión resultó fascinante. Sentenció Pedro, especialista en finales, dicho fue, y protagonista también de su propia circunstancia. Con pie y medio fuera del club, el mismo director deportivo azulgrana Robert Fernández lo aseguró antes del encuentro, Luis Enrique le dejó en el banquillo de inicio: Rafinha también está por delante en la rotación a día de hoy. Pero, hasta entonces, fue Messi quien reclamó la autoría del encuentro. El argentino mantiene su particular pacto de compromiso con el Barça y, en el primer encuentro oficial de la nueva temporada, tardó un cuarto de hora en acertar en sendos libres directos.
Menos había tardado Banega en sorprender al numeroso público georgiano -y polaco, y ucraniano, y también sevillano-, dos minutos y el Sevilla por delante. Pero fue Messi quien se reclamó la solución de continuidad y al cuarto de hora ya ponía por delante a los suyos: tercer lanzamiento de falta ‘encestado’ en ese rato en el partido.
El mejor Barça llegó con su ventaja durante esta primera parte, y el encuentro parecía quedar sentenciado cuando Rafinha hacía el tercero rozando el descanso. Ya en la segunda parte, el 4-1 incluso mandaba al espectador casual a hacer la cena.
Pero el espíritu guerrero de este Sevilla -y la siesta, llámese dosificación de esfuerzos, del Barça- abrió un nuevo capítulo: Reyes remató un centro de Vitolo -¿jugador de selección de largo recorrido?-, y poco después Gameiro marcaba de penalti para llevar la emoción al encuentro. El renovado fondo de armario sevillista también jugó su parte, presentación en sociedad de la enésima nueva obra de Monchi: el ucraniano Konoplyanka hizo el empate a cuatro a diez minutos del final, coincidiendo con la presencia en el campo de otros dos refuerzos, Mariano e Immobile. Quién sabe cuantos de estos jugadores se marcharán al Barça a cambio de cuantiosos sobres de euros en los próximos veranos.
En la prórroga Luis Enrique dejó de pensar en ‘idioma-club’ y lo hizo en ‘idioma-partido’, lo que supuso la entrada de Pedro en el césped en lugar de Mascherano. Resultado, el ya conocido. El canario, reivindicativo en su expresión, como si ya supiera lo que iba a hacer, fue el único futbolista de los veinte de campo en saber leer hacia dónde iría el rechace de Beto a un disparo de Messi para hacer un gol decisivo marca de la casa. Sería un buen canto de cisne para otro canterano azulgrana camino de abandonar el club.