¡Madre mía, Rosalía, bajalé!
El segundo álbum de Rosalía va camino de convertirse en el disco de 2018 aunque su fecha de publicación todavía no es oficial. A la vista del arrollador éxito de sus dos últimos conciertos, de los cuatro con los que va a presentar ‘El Mal Querer’, el disco saldrá disparado directamente al número uno. El directo de Rosalía se presenta empaquetado en un poderoso despliegue de arte con el que la catalana realiza toda una declaración de intenciones: llegar a la cima. Tras arrasar en Sónar, con felicitación de Ryuchi Sakamoto y Diplo incluida, la joven enloqueció al público del festival Cultura Inquieta de Getafe con su fusión de flamenco, ritmos urbanos y pop.
Hizo esperar 10 minutos a un público que ansiaba su aparición y, tras un juego de luces y unas bases rítmicas a cargo de El Guincho, Rosalía entró en el escenario. «El querer te va a llegar finalmente. Ya sea buena o malamente». Con el «¡Trá, trá!» de ‘Malamente’ la pista rugió dando comienzo a hora y media de absoluto deleite musical y visual. Aunque unos ligeros problemas de sonido empañaron el comienzo, la joven despejó cualquier duda sobre su valía arrancándose por bulerías. El público se deshizo en emocionados olés y largos aplausos durante todo el concierto.
Con Rosalía ya asentada en el escenario, llegó el primer hit inédito: ‘De madrugada’, producido con Pharrell Williams. Palmas y flecos firmados por Palomo Spain al aire, blancos en el vestido y rojos en el micrófono. Rosalía no mentía cuando cantó, totalmente a capela y sola en el escenario: «todos los luceros del cielo se reflejan en mi pelo». Las ocho bailarinas volvieron a salir al escenario para acompañar a Rosalía en una coreografía que desató una locura febril entre el público. Entre el que se encontraban celebridades como Almodóvar, Rossy de Palma, Paco León o Brays Efe, entre otros.
Los brincos erráticos, a la vez que elegantes, mientras cantaba «pienso en tu mirá, tu mirá clavá es una bala en el pecho» le merecieron los apelativos de «diosa» o «reina» por parte de un público que no hacía más que jalearla. Definitivamente, Rosalía ha dejado de ser un talento emergente y enfila hacia las listas de éxito.
Cambio de zapatos y un sentido taconeo después llegó otro de esos momentos que la catapultarán a lo más alto. Subida en el morro de un quad, Rosalía desplegó su privilegiada voz en un asombroso ejemplo de simbiosis musical entre cante flamenco y ruidismo. Los giros de coleta al ritmo de acelerones y tubos de escape trucados dejaron boquiabiertos a más de uno.
El trabajo que presenta Rosalía nace de una fusión de toda su historia musical y es algo que nadie nunca ha hecho jamás. En ‘El Mal Querer’ se presenta una Rosalía nueva. Poco o nada se ve de ‘Los Ángeles’, excepto esa luz propia que le acompaña haga lo que haga. Y el flamenco, que igual no lo lleva en la sangre pero arraigado en lo hondo de su bello corazón. Habrá a quien no le guste, pero nadie podrá negar el soplo de aire fresco que supone este disco en la escena musical mundial.
«El flamenco no es de nadie»
Tras otro cambio de vestido, sin abandonar la influencia flamenca pero más cerca del estilo dancehall, la artista demostró que puede con todo entonando un angelical «junta las manos y las separas». El ambiente se relajo con la delicada coreografía solo para volver a elevarse hasta la puerta del cielo. En medio de un haz de láser, que simulaba el túnel hacia el más allá, Rosalía entonó una balada con la que erizó el vello de los presentes. El público enmudeció.
Cerca ya del fin del concierto, llegó una reivindicación involuntaria ante ciertas críticas que ha recibido la artista. Como bien dice ella en diversas entrevistas, «el flamenco no es de nadie». En Getafe, Rosalía demostró que puede llevar el flamenco hasta donde nunca ha llegado. Un «yeli, yeli» gitano remixado con toques electrónicos le valieron a la catalana otra lluvia de olés mientras demostraba el porqué del efecto Rosalía.
Y no dejó de bailar en lo que quedaba de hora. Superó, sin despeinarse, el dancehall con arriesgados y sensuales movimientos de cadera. Sin olvidar en ningún momento las manos flamencas. Muchos se empeñan en llamarle «la Beyoncé española» pero lo que se vio en Getafe y Sónar no fue eso. Además, la estadounidense jamás podrá arrancarse por bulerías con tanto arte.
«A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia»
Tras «querer a muerte» a un público que, de estar sentados, se hubiera puesto en pie embravecido, Rosalía anunció el fin del concierto. Un ensordecedor «no» invadió el espacio: «Yo tampoco quiero, pero es que me ahogo» dijo Rosalía con esa gracia que embelesa a cualquiera. Se despidió con la fuerza de un tifón en un alegato feminista y desplegó su mágico cante rezando «a ningún hombre consiento que dicte mi sentencia, solo Dios puede juzgarme» con un sampler de su voz como fondo. Toda una declaración de intenciones musical y activista.
Y para cerrar, aunque los bises estaban asegurados, otra perla de esas que le llevarán a rivalizar con las grandes divas del pop. Su última canción inédita de la noche se presentó plagada de momentazos. «Sangría y Valentino en el Palace o en el chino» mientras ella y sus ocho bailarinas se comían el escenario con su coreografía. A estas alturas, Rosalía ya era dueña y señora del escenario. Tanto que no le tembló el pulso al engarzar en la canción dos sonoros «hey» como aviso a El Guincho acompañados de un gesto con las mano para que bajara un poco el ritmo. Toda la frescura de un directo en el que Rosalía se desenvolvió como pez en el agua.
Cuatro palabras, prácticamente cerrando el concierto, resumieron el sentir de todo el mundo: «¡Madre mía, Rosalía, bajalé!». Y es que la cantante lo da todo sobre el escenario. En el bis, un ‘Malamente’ impecablemente coreado a voces por todo el público puso el punto final al show. Junto a ella, Pablo Díaz-Reixa, alias El Guincho, DJ y productor corresponsable de la factura del nuevo álbum y el encargado de los bases electrónicas que vertebran ‘El Mal Querer’. Y junto a este tándem, las dos coristas: La Chispa y Ana Colom, y Los Mellis como palmeros. Tras agradecer a todos su trabajo, Rosalía abandonó el escenario camino al éxito.