El foco de maría zabay

dEmo: «Mis esculturas son un caballo de Troya»

Las esculturas de Eladio de Mora, dEmo, están en todo el mundo: Nueva York, Miami, Brasilia, Berlín, Madrid, Marbella o Sevilla

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Una jirafa blanca de cinco metros lacada como una fachada. Patos en fuentes madrileñas. Buzos lectores con gafas de buceo. Robots, corazones, arañas monumentales. Y, por supuesto, osos: gigantes, coloridos, icónicos. Así es el universo de dEmo, nombre artístico de Eladio de Mora, uno de los escultores españoles más reconocidos en el panorama internacional.

Su obra es pop, sí. Pero no sólo por el color. Es pop por su lenguaje directo, por su diálogo con la cultura de masas, por su intención de provocar una sonrisa y, a veces, una punzada —porque si algo define el arte de dEmo es esa mezcla de ternura y crítica, dulzura y símbolo. Lo suyo no es sólo estética. Es también mensaje.

Nacido en Mora (Toledo), criado en Getafe, empezó dibujando a escondidas en el colegio porque se aburría (ya sabía lo que le enseñaban), así que retrataba profesores y ancianos en la estación. A boli. A solas. Con una obsesión infantil por el detalle.

Su padre, que diseñaba bocetos para alfombras, le mostró sin saberlo el arte que viene del oficio, del trabajo manual. De ahí su respeto por los materiales, por la experimentación, por las formas. dEmo no deja de investigar. Trabaja con bronce, poliéster, laca industrial, madera o resinas. A veces, el primer boceto basta. Otras, una idea duerme años, pero cuando despierta, lo hace con fuerza.

Miami Madrid
Escultura de dEmo en honor a la Comunidad de Madrid en Miami.

Sus obras están en todo el mundo: Nueva York, Miami, Brasilia, Berlín, Marbella, Sevilla… y pese a ello, pese a esa universalidad, pese a ser querido tanto fuera, él insiste: si pudiera elegir un lugar donde dejar una escultura eterna, elegiría Madrid. Quiere llenar la ciudad de gatos blancos, todos iguales, todos visibles en lugares icónicos. Ya los tiene por todo el mundo. Oteando. La embajada de Brasilia, el Instituto Cervantes de Nueva York, París, Viena, Miami…

Le inspiran las calles. Le inspira la vida. Y también las noticias: su nueva jirafa nació del impacto al leer que habían matado a la última jirafa blanca del planeta.

dEmo, escultor
La ‘Rana de la Fortuna’, conocida y reconocida en Madrid, está situada en Colón.

Sus esculturas beben del Pop Art. En los años 60, el pop fue un zarpazo visual contra el consumo. Hoy, dEmo lo reformula con un lenguaje amable pero certero. Sus obras —tan reconocibles, tan queribles— son un caballo de Troya, dice él. Dulces por fuera, críticas por dentro. Mientras otros artistas reniegan del mercado del arte, él defiende sin pudor el paso por galerías, marchantes y subastas. «Un artista no puede construir una carrera sin pasar por ahí». Se pierde algo, dice.

Sus obras se plantan en las calles para que tropecemos con ellas sin buscarlo, para acompañarnos cuando vamos al trabajo, o cuando vamos tristes. Y alegrarnos. Son parte del paisaje. De la vida.

Cuando se le pregunta qué obra elegiría como legado, duda. Quizá los osos. Pero en realidad, dice, todas importan. Como los hijos, cada una tiene algo de él. Y todas, según el lugar donde se instalan, cobran un significado distinto.

Hoy, mientras prepara nuevos proyectos —más gatos, más esculturas, más ideas inesperadas—, confiesa que busca algo que parece difícil en él: un poco de tranquilidad. Paradoja en un artista que no puede dejar de crear. Imaginar y construir es lo que le hace feliz. Y a nosotros también.

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