Europa sufre un revés en la carrera espacial: la sonda japonesa Resilience se estrella en la Luna


En una nueva muestra de los desafíos que aún presenta la carrera espacial, la sonda japonesa Resilience terminó estrellándose contra la superficie lunar el pasado 6 de junio, tras perder toda comunicación con la Tierra en los momentos finales del descenso. El vehículo, desarrollado por la empresa nipona Ispace, llevaba a bordo varios experimentos científicos internacionales, incluyendo el primer rover lunar diseñado en Europa. A pesar de meses de planificación y una trayectoria que se desarrolló según lo previsto desde su lanzamiento en enero a bordo de un cohete Falcon 9, el alunizaje terminó en tragedia.
Este incidente no sólo representa un golpe para la compañía japonesa, sino también para la comunidad científica internacional. Entre los instrumentos que iban a desplegarse sobre el regolito lunar había dispositivos clave para futuras misiones de exploración, tecnologías experimentales y hasta una cápsula cultural con contenido simbólico. El fallo de un sensor láser de altitud provocó que la nave impactara violentamente a gran velocidad.
Fracaso en la carrera espacial
La región conocida como Mare Frigoris, un extenso mar de llanuras oscuras formadas por antiguas coladas de lava, fue el lugar seleccionado para el descenso de Resilience. Se trata de un lugar estratégico, alejado de zonas de interés comercial inmediato pero relevante desde un punto de vista geológico. El módulo comenzó el procedimiento de descenso en condiciones aparentemente normales, con el encendido programado de su motor principal para reducir velocidad y altitud de forma controlada. Sin embargo, cuando faltaban escasos metros para culminar la maniobra, se produjo un error crítico.
Según explicó Ispace en un comunicado oficial, el sensor láser encargado de medir la altitud no funcionó como debía. El sistema comenzó a enviar datos útiles demasiado tarde, cuando la nave ya se encontraba a solo 52 metros de la superficie lunar. A esa altura, la velocidad alcanzaba los 187 kilómetros por hora, una cifra completamente incompatible con un aterrizaje suave. Se intentó enviar una orden de reinicio del sistema, pero no se recibió respuesta alguna.
Tenacious, una esperanza europea
Dentro del módulo Resilience viajaba un pequeño pero ambicioso dispositivo europeo: Tenacious, un microrover desarrollado en Luxemburgo con la colaboración de la Agencia Espacial Europea (ESA). Su misión era convertirse en el primer explorador lunar de fabricación europea en recorrer la superficie selenita. Con un peso de apenas cinco kilos, éste pequeño robot estaba equipado con sensores y cámaras de alta definición para enviar datos en tiempo real durante un periodo operativo estimado de 14 días, equivalente a un día lunar.
El diseño de Tenacious simbolizaba una nueva etapa para la ESA, más involucrada en colaboraciones con empresas privadas y menos dependiente de lanzamientos propios. Su presencia en la misión representaba también un hito diplomático y tecnológico para Luxemburgo, que ha emergido en los últimos años como un actor relevante en la carrera espacial. Lamentablemente, el impacto que destruyó a Resilience también acabó con Tenacious antes de que pudiera iniciar sus operaciones en la Luna.
Cargas de alto valor científico y cultural
Además de Tenacious, la misión incluía varias cargas útiles con objetivos diversos, muchas de ellas diseñadas para poner a prueba nuevas tecnologías que serán fundamentales en futuras expediciones humanas. Una de ellas era un dispositivo de electrólisis diseñado para separar oxígeno e hidrógeno a partir de materiales disponibles en la Luna, un paso clave para la producción de combustible y aire respirable en futuros asentamientos. Otro experimento buscaba analizar la posibilidad de cultivar algas en condiciones lunares, como método para generar biomasa y alimentos sostenibles en entornos extremos.
También formaban parte de la carga útil una sonda taiwanesa destinada a estudiar la radiación cósmica en la región del espacio profundo, y una cápsula cultural enviada por la UNESCO, que contenía un disco duro con registros en cerca de 300 lenguas distintas, a modo de archivo del patrimonio lingüístico humano. Incluso se incluyó una pequeña escultura titulada Moonhouse, diseñada por un colectivo artístico europeo. Todo este material quedó destruido o inutilizado al estrellarse la nave, cancelando en cuestión de segundos una serie de experimentos cruciales.
Una competencia feroz
Actualmente, numerosas compañías y agencias gubernamentales de todo el mundo están embarcadas en una nueva carrera espacial por dominar la Luna. La estadounidense Intuitive Machines logró posar su módulo Odysseus (aunque con ciertos inconvenientes, como un aterrizaje de costado).
Firefly Aerospace también demostró su capacidad técnica con su misión Blue Ghost, que cumplió sus objetivos en un entorno de gran complejidad. Por su parte, India celebró el éxito de Chandrayaan-3, y China continúa acumulando hitos, en especial en el hemisferio oculto del satélite.
Mientras tanto, la NASA avanza con el programa Artemis, centrado en establecer presencia humana permanente en el polo sur lunar. La ESA, sin embargo, enfrenta dudas respecto a su rol futuro, en parte debido a los recortes presupuestarios que enfrenta Estados Unidos y la incertidumbre que generan en los socios internacionales.