Conmoción entre los científicos: los ríos en Alaska se tiñen de naranja, y dicen que el cambio es irreversible
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Los ríos en Alaska han dejado al descubierto alteraciones visibles en su color y composición química en los últimos años. Estudios recientes indican que estas transformaciones no se deben a la actividad industrial, sino a procesos naturales acelerados por el calentamiento global. Ahora, corrientes históricamente transparentes han adoptado un tono naranja.
El análisis de estas modificaciones revela un impacto amplio sobre la vida acuática y la química del agua. La presencia de metales y sulfatos sugiere que los cambios podrían prolongarse en el tiempo, afectando tanto la flora como la fauna de los ríos en Alaska.
¿Por qué los ríos en Alaska se tiñen de naranja y parece ser irreversible?
Un reciente estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences analiza la situación en los ríos de la Brooks Range, con especial atención al Salmon River. Según el informe, corrientes que antes se consideraban potables ahora presentan un color similar al té oxidado.
El agua se ve turbia, desprende un olor metálico y tiñe las rocas de naranja a lo largo de grandes distancias.
Los investigadores identifican que el cambio no proviene de la intervención humana directa, sino de la descongelación del permafrost. Durante milenios, el suelo permanentemente congelado del Ártico retuvo minerales en su lugar.
Sin embargo, al aumentar las temperaturas, esta barrera natural se rompe. El agua y el oxígeno penetran en suelos recién descongelados, reaccionando con rocas ricas en sulfuros como la pirita. Esta reacción genera ácido sulfúrico que moviliza metales como hierro, aluminio y cadmio hacia los ríos.
Tim Lyons, bioquímico de la Universidad de California, explica: «Esto se parece a la contaminación de minas, pero aquí no hay minas. La descongelación del permafrost está cambiando la química del paisaje».
¿Cuál podría ser el impacto sobre la vida acuática en los ríos en Alaska?
Los efectos sobre la fauna y flora de los ríos en Alaska son evidentes. El hierro, al oxidarse, forma precipitados naranjas que oscurecen el agua y cubren el lecho del río. Esta capa limita la penetración de la luz, afectando a algas y plantas acuáticas. Además, los sedimentos recubren los lugares donde insectos acuáticos se desarrollan y donde los peces desovan.
El cadmio representa un riesgo adicional: puede acumularse en órganos de peces, afectando potencialmente a depredadores como truchas Dolly Varden, grayling, aves y osos. La alteración de insectos acuáticos tiene repercusiones en la cadena alimentaria, debilitando la base que sostiene a especies juveniles y a otras que dependen de ellas.
Aunque los niveles actuales de metales en el tejido comestible de los peces no representan un riesgo directo para los humanos, los científicos advierten que el impacto sobre la reproducción y la supervivencia de las especies podría ser duradero.
Cabe remarcar, por ejemplo, que los huevos de salmón chum, esenciales para comunidades indígenas locales, se desarrollan en grava limpia y oxigenada, que ahora se encuentra cubierta por sedimentos y precipitados metálicos.
Toxicidad y difusión de metales en el medioambiente alasqueño
El análisis detallado en el Salmon River y sus afluentes muestra concentraciones de metales que superan los límites de exposición establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA) para la vida acuática.
Nueve de los diez afluentes principales muestrearon niveles por encima del umbral para al menos un metal. Como ya se mencionó previamente, algunos de los metales presentes que pudo revelar el estudio son:
- Hierro: forma partículas naranjas que nublan el agua y recubren el lecho.
- Aluminio: altera la química del agua y afecta a los organismos acuáticos.
- Cadmio: se acumula en peces y puede impactar la cadena trófica.
Estos cambios reflejan un proceso natural de oxidación de sulfuros tras la descongelación del permafrost, pero la escala y rapidez de la transformación son inusuales. Los ríos en Alaska, incluso en áreas protegidas y remotas, muestran evidencias claras de que la descongelación está modificando profundamente sus ecosistemas.
¿Por qué es un cambio irreversible para Alaska?
A diferencia de la contaminación de minas, que puede mitigarse con ingeniería, los ríos que atraviesan regiones remotas no tienen un único punto de control. La contaminación se produce donde el permafrost alcanza el tipo de roca adecuado, lo que hace que el proceso continúe de manera natural.
Tim Lyons destaca: «Dondequiera que existan las rocas correctas y permafrost descongelándose, este proceso puede iniciarse. Y una vez que empieza, tiende a continuar. La única forma de revertirlo sería que el permafrost se vuelva a congelar, lo que resulta improbable en un clima cálido».
Los investigadores subrayan la necesidad de ampliar la monitorización de la calidad del agua y planificar estrategias de gestión de la pesca y hábitats.
Así, la presencia de ríos naranjas en Alaska evidencia las consecuencias directas del calentamiento global, incluso en lugares alejados de la actividad humana. Los ecosistemas acuáticos están mostrando la huella del cambio climático de manera tangible y persistente.