Aragonès se olvida del diálogo en el cuarto aniversario del 1-O presionado por los radicales

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, dice que su Govern se siente "orgulloso y heredero" del referéndum del 1-O

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Pedro Sánchez y Pere Aragonés. (Foto: EP)
Joan Guirado

Pere Aragonès ha celebrado este viernes el cuarto aniversario del referéndum ilegal del 1 de octubre, flanqueado por todo su Govern, poniendo en valor la ilegalidad que cometió la Generalitat y sin referencia alguna al diálogo que propugna Pedro Sánchez. El presidente catalán ha basado su discurso en reivindicar una nueva amenaza de volverlo a hacer, además de acusar al Estado de perpetrar la violencia contra los catalanes, radicalizando ligeramente su discurso presionado por los radicales.

Desde su punto de vista lo que sucedió aquel día fue «el momento fundacional de la República catalana». «Un acto democrático sin precedentes, que se hizo a pesar de tener un Estado obsesionado en impedirlo» ha espetado, acusando al Gobierno y a los diferentes poderes que conforman nuestro país de «subestimar la fuerza del pueblo de Cataluña, curtido por las convicciones democráticas, por los años y por las luchas».

Aunque este jueves evitó comprometerse a organizar un nuevo referéndum secesionista en el Parlament esta misma legislatura, tal como le pedía la CUP, hoy Aragonès ha asegurado que una nueva votación como solución al conflicto político catalán «es inevitable». Coincidiendo con el cuarto aniversario del golpe del 1-O, el líder de ERC ha advertido a su socio Sánchez que «nos toca culminar el camino hacía la independencia» y «sin renunciar a nada».

Aunque Aragonès da por válido el resultado de la votación del 1O, afirmando que «este Govern se declara orgulloso y heredero del referéndum de 2017», el presidente de la Generalitat también avisa que «Cataluña volverá a votar, porque el referéndum es inevitable». Pero reclama «consenso» a todos los partidos catalanes para «ir juntos, que es cuando somos imparables». Según él «el referéndum es la solución inevitable» mientras se jacta de «forzar al Estado español a una negociación sin renuncias».

La votación de hace cuatro años, que provocó uno de los mayores desafíos al Estado de la democracia española, representa desde su punto de vista «un punto de inflexión en la defensa de la soberanía y la democracia». Se trata, dice Aragonès, de «un punto de no retorno ya que el pueblo catalán decidió que tenía derecho a decidir su futuro». Lamenta, sin embargo, que «la respuesta fue la violencia, la judicialización, la cárcel y el exilio forzado».

Sin ninguna referencia al diálogo y a la concordia a las que recurre permanentemente Pedro Sánchez, el president Pere Aragonès ha aprovechado la ocasión para radicalizar ligeramente su discurso ante las protestas convocadas en Cataluña en las próximas horas y la cita de Carles Puigdemont ante el juez el próximo lunes. Pero sí ha manifestado, una vez más, que las peticiones del Govern en la mesa de negociación en las que se sientan ambas administraciones son «la autodeterminación, la amnistía, el fin de la represión y el referéndum».

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