Inteligencia emocional

Si tu hijo hace esto tiene una inteligencia emocional superior al resto, según Harvard

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Blanca Espada

Los niños suelen centrar sus tareas diarias en ir al colegio, hacer los deberes, quizás alguna extraescolar y si son muy pequeños, el resto del tiempo lo dedican a jugar y actividades acordes a su edad, pero ¿se deben incluir las tareas domésticas entre los quehaceres de los niños? Pues la universidad de Harvard opina que sí, si tenemos en cuenta que hacerlas pueden mejorar el desarrollo de su inteligencia emocional.

No se trata de que los niños hagan todas las labores del hogar, sino que lo que se recomienda es que adaptadas a su edad, nos ayuden en casa con una tarea o más de una. De este modo, se puede lograr fomentar la autonomía de los niños, además de impulsar su desarrollo emocional y social. Y no es algo que digamos nosotros, lo explica el Harvard Study of Adult Development, que es un estudio que lleva décadas analizando los factores que influyen en el bienestar a largo plazo. El informe asegura que los niños que ayudan en casa desde pequeños (ya sea poniendo la mesa, ordenando su habitación o colaborando al colocar la compra) tienden a convertirse en adultos más exitosos, empáticos y con mejores habilidades interpersonales. Al participar activamente en las tareas del hogar, sienten que contribuyen al bienestar familiar y aprenden el valor del esfuerzo compartido. En definitiva, más allá de lo práctico, hacer tareas domésticas desde la infancia se asocia con una mayor inteligencia emocional, entendida como la capacidad de reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás. Un aprendizaje temprano que, según Harvard, deja huella de por vida.

Más tareas en casa, más inteligencia emocional según Harvard

Según explica este estudio de la universidad de Harvard, los niños que ayudan en las tareas de casa, una mayor empatía con quienes les rodean y además. tienen mejores habilidades sociales. Es decir, tienen más facilidad para relacionarse, hacer amigos o animar a otros, y reportan vínculos positivos tanto en la escuela como en su entorno. Los investigadores lo atribuyen a que esas pequeñas responsabilidades ayudan a interiorizar valores como la cooperación, el respeto y la solidaridad.

Y es fácil entender el porqué de que suceda esto, ya que al hacer tareas domésticas, aunque algo tan básico como recoger su plato después de comer o cenar, o hacer su cama, el niño entiende que eso se valora y que forma parte de un grupo, el de la familia. Con ello, fortalece su autoestima y reduce conductas egocéntricas o dependientes que son pilares de la inteligencia emocional. Según el equipo de Harvard, esta conexión con el núcleo familiar contribuye a que sean menos propensos a desarrollar actitudes mimadas y más conscientes de las necesidades ajenas.

El efecto sobre sus capacidades y su felicidad

La pediatra de desarrollo Rebecca Scharf, en declaraciones a Scientific American, respalda esta idea con argumentos médicos. Según explica, cuando los niños pequeños aprenden a lavar los platos, barrer o ayudar con la ropa, refuerzan habilidades motoras finas y gruesas, además de adquirir lenguaje funcional y destrezas sociales básicas. «Aprenden a negociar, a comunicarse y a coordinar esfuerzos, algo esencial para su cerebro en desarrollo», afirma.

Por su parte, el psicólogo y divulgador Adam Grant señala que estas tareas no sólo impactan en lo emocional, sino también en el rendimiento académico y la resiliencia. En un estudio longitudinal con casi 10.000 niños, se observó que aquellos que realizaban tareas domésticas desde edades tempranas mostraban mayor bienestar y capacidad de logro en la etapa adulta. Un hábito sencillo que, con los años, se traduce en independencia y madurez.

Cómo incluir a tus hijos en las tareas domésticas

La psicóloga educativa Patricia Britto ha explicado en una entrevista a The Telegraph, que las tareas nunca deben imponerse como castigo ni interferir con el juego o el descanso. Deben plantearse como parte de la vida compartida del hogar y adaptarse a la edad del niño. En este sentido, el Child Development Institute ofrece una guía orientativa: los niños de 2 a 3 años pueden ayudar a llenar el cuenco de la mascota, guardar juguetes o colocar la ropa sucia en el cesto. A partir de los 4 o 5 años, ya pueden hacer la cama sin supervisión o limpiar el polvo con un trapo.

Eso sí, los expertos insisten en un punto esencial: no corregir ni rehacer lo que los niños han hecho. La doctora Susan Newman, en Psychology Today, recuerda que si los adultos retoman la tarea para que todo quede bien, entonces conseguiremos el efecto contrario. «Cuando haces las tareas por tus hijos, les quitas la sensación de ser capaces y necesarios. Su implicación es más valiosa que el resultado», asegura.

De este modo debemos asumir, y más cuando son pequeños que no todo va a quedar perfecto. De hecho, lo más importante es que aunque no lo hagan bien reconozcamos el esfuerzo y su contribución, reforzando la idea de que su ayuda tiene un impacto real en el hogar. Y con cada pequeño gesto, sin darse cuenta, estarán aprendiendo cómo convivir y cuidar de los demás y en definitiva, desarrollarán mayor inteligencia emocional.

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