EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El XVII Jazz Voyeur se consagra a Brasil

Egberto Gismonti visitará el 24 de noviembre el auditorio del Conservatorio Superior de Baleares en una gira que anuncia su despedida de los escenarios

Jazz Voyeur
El brasileño Egberto Gismonti.

Tengo un defecto. Bueno, rectifico. Uno de mis defectos es repetir hasta el cansancio que el Jazz Voyeur Festival es el genuino heredero del añorado Festival Internacional de Jazz de Palma, que nos regaló momentos de gloria en todo el recorrido de la década de los 80. Parte abundante de las leyendas vivas del jazz pasaron por la sala magna del Auditórium de Palma durante las diez ediciones (1981-1990) en que estuvo vigente. Cubrí todos y cada uno de los acontecimientos de su historia.

Chet Baker me llamó «hijo de puta» en su rueda de prensa. Sentí un profundo respeto ante la presencia de Ella Fitzgerald en los salones del hotel donde se hospedaba, mientras era observada en todo momento por su enfermera particular. A pesar de acudir al aeropuerto, lo que se dice en blanco, conecté de inmediato con Panamá Francis nada más aterrizar su avión. Me harté de preguntar a Miles Davis, hasta que me retiró la palabra. Al salir, un corrillo de colegas merodeaban en torno al trompetista, y cuando nos cruzamos me preguntó si quería un autógrafo. Ante mi negativa, me arrancó de un manotazo la carpeta para estamparme uno de sus característicos garabatos. Y así sucesivamente.

Algo más de una década después, hacía acto de presencia el Jazz Voyeur Festival, a tiempo todavía de repescar viejas glorias que habían quedado inéditas en aquellos luminosos 80. Estas fechas celebra su XVII edición y en el cartel destacan dos figuras con larga trayectoria: el trompetista Dave Douglas y el polifacético Egberto Gismonti. En mi opinión, el brasileño es la figura a subrayar y como prueba de ello esa mirada a la cultura musical urbana brasileña que domina el ciclo paralelo, Cine y Jazz, y toda ella una suerte de maridaje con el jazz estadounidense. 

Si Colau Llaneras, siendo el candidato socialista en 1991, me encargó el libro sobre la historia del Festival Internacional de Jazz de Palma, esta vez ha sido Roberto Menéndez, inspirador y director del Jazz Voyeur, quien no pocas veces me ha pedido echarle una mano en las actividades paralelas. Y este año ha delegado en mí presentar el ciclo Cine y Jazz que tiene como protagonista a Tom Jobim, nombre artístico de Antonio Carlos Jobim.

El 7 de noviembre se proyectó el documental Chega de Saudade y para el 20 de noviembre se anuncia Àguas de Março. Se trata de los capítulos 1 y 2 de la serie El maestro soberano dirigida por Roberto de Oliveira. Estoy a la espera de revisar el capítulo 3 y valorar adjuntarlo al contenido previsto para el 20-N. Por cierto, el año pasado se estrenó Elis & Tom; Só tinha de ser com vocé, también dirigido por Roberto de Oliveira, en su día además el manager de Elis Regina y guardaba cien horas de película a propósito de a grabación del álbum de Elis y Tom en Los Ángeles, el año 1974.

Mi principal preocupación era encontrar el razonable vínculo de Jobim con Gismonti que justificaba consagrar a Brasil el XVII Jazz Voyeur Festival y a ello dediqué todo mi esfuerzo. 1910 alumbraba la música popular urbana para bailar, convirtiendo una variante del choro en su primer estilo. En las décadas siguientes asistiremos al perfeccionamiento del modelo atravesado por la influencia del foxtrot y el boogie. Hasta que llegó la bossa nova con fecha de nacimiento el año 1958, al publicarse Chega de saudade: música de Jobim, letra de Vinicius de Moraes y cantada por Joao Gilberto

Lo digno de subrayar es que la bossa nova implicaba la fusión de la samba y el jazz, además de romper con la música de baile y abrazar la práctica de componer canciones para ser escuchadas antes que bailadas. La edad de oro de la música urbana brasileña se corresponde con las décadas 1950 y 1960. Pero faltaba el paso decisivo, a protagonizar por la siguiente generación: alumbrar la música instrumental urbana, reconocida como el jazz brasileño. A esta generación pertenece Egberto Gismonti y aquí está la justificación.

Gismonti tuvo una breve aproximación a la bossa nova a finales de los 60, pero fue en París, poco después, cuando cobra forma su estilo personal. Él también compartía el interés de sus predecesores urbanos por profundizar en la música tradicional brasileña, al entender que la música popular no tenía que estar en el polo opuesto al jazz. Su explosión artística se produjo a partir de su encuentro con Jan Garbarek, Charly Haden y Ralph Towner que tan acertadamente nos acercó el sello discográfico ECM, especializado en las nuevas músicas. Egberto Gismonti nos visitará el 24 de noviembre en el auditorio del Conservatorio Superior de Baleares. Guitarra y piano, sus compañías, en esta gira que anuncia su despedida de los escenarios.

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