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El PSOE de Palma se queda sin chorizos ni chistorras

Los socialistas de Palma no están atravesando sus mejores días. Con Iago Negueruela al frente y con unas técnicas de liderazgo que harían sonreír al mismísimo Kim Jong-un… si Kim Jong-un sonriera alguna vez, el partido está totalmente roto y desnortado.

Hay decisiones políticas difíciles, casi heroicas: aprobar presupuestos, gestionar crisis, sobrevivir a ruedas de prensa interminables. Y luego está Iago Negueruela, secretario general del PSOE de Palma, tomando la medida más contundente de su mandato: castigar a la agrupación de Palma-Ponent dejándola sin torrada, sin chistorras, sin chorizos y sin chuletones. Una decisión quirúrgica, estratégica y profundamente simbólica… o simplemente una venganza con aroma a brasas apagadas.

La torrada del 5 de diciembre era una institución casi tan consolidada como la propia Constitución. Decenas de militantes reuniéndose en patios escolares de Son Cotoner o en Sa Riera, cuando gobernaban, para celebrar entre humo, risas y paellas que, al menos un día al año, el partido sabía a algo más que a consigna interna. Pero este año, con Negueruela al mando, el menú ha cambiado: donde antes había carne a la brasa, ahora hay disciplina orgánica; donde antes había compañerismo, ahora hay decreto; donde antes había paella, ahora hay manual de liderazgo norcoreano versión low cost.

El nuevo dirigente ha decidido ejercer un estilo que recuerda mucho a esos regímenes donde la gastronomía se permite solo si no amenaza el poder del líder supremo. Y es que Negueruela tiene atravesada a la antigua dirección de Ponent, a la que culpa del nada despreciable 40% de rechazo interno que obtuvo en mayo. Así que, en un gesto de fina ingeniería política, ha decretado lo que debe de ser la mayor sanción concebida en el socialismo balear contemporáneo: quedarse sin torrada preconstitucional. Cortar cabezas es muy siglo XX; cortar chistorras, mucho más eficaz.

La purga gastronómica llega después de que obligara en julio a la ex secretaria general de Ponent, Isabel Miralles, a no presentarse a la reelección, dejando paso a una dirección «más adecuada», es decir, más afín. Y ahora, como en toda buena trama de control interno, le tocaba al capítulo culinario. Porque la carne une más que las asambleas; y eso, claro, es peligroso.

La guerra entre el líder sin apoyos (Negueruela) y los pesos pesados de las agrupaciones de la capital balear y del grupo municipal son evidentes. Angélica Pastor y Xisco Ducrós son actualmente su pesadilla y, posiblemente, sus verdugos. En el grupo socialista del Ayuntamiento sobreviven dos leales escuderos que acompañan al líder en este viaje hacia una forma de mando tan rígida como creativa. Uno es el célebre cazacocodrilos, cuyo apodo ya funciona solo como sinopsis completa del personaje. El otro, Xisco Dalmau, un hombre cuya trayectoria pública es tan extensa como misteriosa: ha tenido cargos de todo tipo, aunque nadie acabe de recordar a qué se ha dedicado exactamente. Lo que sí se sabe es que su lealtad es absoluta y su ceguera, también.

La teoría dice que para ganar elecciones hay que controlar el partido, remar juntos y presentarse como una unidad firme. Pero la realidad es que el PSOE de Palma no controla nada, nadie rema y la única unidad que existe es la unidad de dirección hacia el desastre, con rumbo fijo al iceberg. Palma quería un proyecto político; lo que tiene es una serie entre tragicómica y surrealista, con episodios semanales, giros inesperados y personajes de reparto que harían las delicias de cualquier guionista.

Y ante este panorama, tal vez la desaparición de la torrada sea lo menos grave. Al fin y al cabo, cuando te quitan los chorizos siempre te queda el espectáculo. Y vaya si el PSOE de Palma lo está dando. Para concluir, podemos afirmar de forma categórica que el PSOE se queda sin chorizos ni chistorras estas fiestas navideñas en la capital balear.