LA BUENA SOCIEDAD

La olivarada de Sonia Valenzuela

sonia valenzuela

¡Cómo no! Nuestra Sonia Valenzuela no sólo es la Emperatriz de la Diversión, sino también una mente brillante con más títulos que una marquesa ilustrada y sigue preparándose para cosechar éxitos académicos que no sólo la engrandecen a ella, también a la comunidad a la que pretende servir haciendo lo que a priori parecía imposible.

Con San Junípero Serra consiguió lo que nadie había conseguido y, claro, algunas catalinas juanas sienten que les han robado lo que por derecho petrer era suyo. Cuento la anécdota de los celos que se ven y se huelen desde luego para enfatizar la energía que pocas personas poseen, energía y determinación, y como algunos otros, desprecio frente al éxito. La Fundación debería pensárselo, un pequeño homenaje sería suficiente o un reconocimiento público a su labor cum laude.

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Sonia Valenzuela, junto a sus invitados.

Aquí va la crónica más revisada y más vitaminada que he escrito porque me las veo venir y llegarán por donde menos lo espere. En la fiesta de boda de los Popp hablé con un joven de una conocida familia palmesana a la que he querido mucho. Lo fuerte es que el nene de pelo implantado se atrevió a opinar drásticamente y sin opción a réplica sobre los altos y los bajos donde mueren los caídos. Chico, que eres el que más frecuenta ese lugar infernal y que yo sepa todavía no has conseguido nada, salvo los oscuros momentos que al nombrarlos dejan de ser hechizantes para convertirse en vulgares. Nene, vaya poca educación.

A los momentos que no pasarán a la historia y los bajos momentos de los que nadie habla porque la mente humana es capaz de digerir el infierno ganado a pulso, el infierno al que se llega por diversión y que es el que nos gusta a la mayoría. Un infierno bueno, que no mide alturas ni bajezas. Salvo esta tieta pelirroja que se puso a hablar de mi intimidad más intima, del pasado muy pasado, sin que le temblara la lengua y convencido de que lo que afirmaba no era un error que le convertía en paleto. Claro que a la tercera bobada me levanté y me fui de su lado, me temo que para siempre.

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Los invitados a la comida de Sonia Valenzuela.

Comparar a este personajillo con la señora que nos ocupa hoy resulta fácil, porque, aunque odiosas, las comparaciones resultan necesarias para saber a ciencia cierta dónde se encuentra la salvación de la sociedad. Sonia es una de sus más firmes candidatas al premio a supervivencia con dignidad y valentía, unida a la sabiduría del ser y del saber, de la generosidad y el mando con autoridad de madre amantísima. Así que tras ese repaso al innombrable que se define a sí mismo en la bajeza que frecuenta, mientras que para el resto de los humanos tal lugar va unido también a la grandeza, la del ser libres, y sobre todo a no ser impertinentes. Me reprimo porque si les cuento todo se mueren del espanto. Qué alivio levantarme de la silla sabiendo que este tipo de seres extraterrestres nunca tendrán cabida en el universo de nuestra jefa.

Apunten en sus diarios dorados porque la olivarada de Sonia Valenzuela en su casa de campo ya ha quedado proclamada como acontecimiento del año en Mallorca. Y quien no fue… que se invente un romance con un olivo milenario, porque lo que allí se vivió no se repite. Hasta el próximo año. Hicimos ver que hacíamos olives trencades de las aceitunas que han regalado los olivos que Sonia sembró en su ya esplendoroso jardín.

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Esteban Mercer junto a Sonia y otro invitado.

Sonia es jefa oficial de la pandilla más divertida de Mallorca. La dama tiene esa habilidad única de convertir cualquier idea en una fiesta culta y asegurándose de que, además, sea divertida. Por eso, cuando ella propone ir a recoger aceitunas, uno no imagina trabajo… uno imagina aventura, gran espectáculo y selfies con glamour rural. Y sí, es lo que realmente nos ocupamos de hacer los señoritos y señoritas que de repente se vieron con un espectáculo montado a la perfección para que no faltara detalle y fuera más apetecible. Todos acudimos a la cita con modelazo campestre

Llegamos con el sol aún tibio y el perfume de romero en el aire. La anfitriona apareció deslumbrante y esa energía suya de «prepárense, que hoy se gozdisfruta». Besos, carcajadas… y ya el convencimiento de que aquello iba a ser histórico. Y lo fue.

Regla número uno en territorio Valenzuela: aquí nadie viene a trabajar, pero todos hacemos como si trabajáramos. Es broma con parte de verdad porque el trabajo en esa casa no se acaba nunca.

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Dulces navideños y pasteles que se pudieron degustar.

Así, entre risas y juegos, achatamos tres aceitunas y bebimos treinta copas. Matemáticas sociales, señores. Pero ahora, pongan atención: Sonia no es sólo una musa campestre, es una mujer de academia y mundo. Doctora nada menos que por una tesis sobre Fray Junípero Serra, el mallorquín más internacional, santo, viajero y fundador de misiones en California. ¡Quién mejor que ella para elevar el espíritu mientras elevamos la copa! Y no hablemos de sus otras carreteras académicas y culturales, porque necesitaríamos un capítulo entero de Wikipedia: profesora, gestora, creadora, viajera imparable… ¡y ahora también productora de aceite glamuroso! Sempre endavant -Siempre adelante- como lema que ella utiliza como un mantra.

Volviendo a la fiesta, que es lo que nos importa, y ya relajado tras vaciar mis instintos más bajos, entre olivos centenarios y perros correteando, Sonia había preparado un almuerzo con sabor a Navidad. Sus comidas son un escándalo gastronómico: pan de pueblo crujiente, quesos pecaminosos, su propio aceite -oro verde con pedigrí doctoral- y un vino que nos volvió a todos filósofos del campo, que nos repuso del trabajazo matinal.

Tras el almuerzo servido con ceremonia, tanta que un servidor que no para de hablar de las tonterías que se le ocurran fue llamado al orden en tres ocasiones, tantas como platos se sirvieron, el sol cayó, el cielo ardió y nosotros sin intención alguna de marcharnos. «Una más y ya» y eso que somos poco o nada bebedores. Pero claro, en esta pandilla surrealista en la que se habla de amor, fe, historia, actualidad, según las vean venir, esa frase no existe.

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Sonia Valenzuela y Àngels Mercer.

Y cuando ya la noche se hizo inevitable allí seguían algunos, me temo que alguno con la excusa de no desperdiciar ni un solo segundo junto a nuestra anfitriona y planeando la próxima locura que invente la doctora de la alegría y brindando por ella: la mujer que demuestra que la cultura también puede oler a tierra, a aceituna y a felicidad.

Querida Sonia, que nunca se pare esa energía que nos alegra a todos a diario. Si leyeran el chat alucinarían, es lo más. Por cierto, queda nada para que nos vayamos un año más a Roma, al baile de los príncipes Doria Pampilli.

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