La buena Sociedad

Natasha Zupan expone en Nueva York

natasha zupan

Natasha Zupan es posiblemente una de las mujeres más bellas del mundo y de biografía más extraordinaria. La adoro y en esta crónica se va a notar. Es, además, hija de dos leyendas que han cruzado la vida estando muy juntos. El artista Bruno Zupan, de carrera extraordinaria, y la gran dama Jane Zupan, que le ha acompañado hacia el éxito. Un día les hablaré de ambos porque ustedes merecen conocer a gente excepcional y de vida extraordinaria.

Nacida en Columbus, Georgia, Natasha Zupan pasó su infancia entre Mallorca y París, donde se formó de la mano de maestros como Xim Torrens Lladó y su propio padre Bruno Zupan. Posteriormente, se graduó en Bellas Artes en
la Universidad de Yale. A lo largo de su carrera, Zupan ha entretejido estilos contemporáneos con arte clásico, investigando nuevas dimensiones matéricas, siendo su lenguaje pictórico el collage principalmente. En el año 2022 expuso en la Biennale de Venecia.

Natasha Zupan
Natasha Zupan y Keith Raywood, director de producción de Saturday Night Live.

Complementariamente a sus pinturas, ha colaborado con Swarovski en el diseño de su escultura de luz (chandelier) expuesta en el Art Basel de Miami y en el Salone Mobile de Milán. También ha creado para la ONG Médicos del Mundo una litografía en el estudio de Joan Miró, así como exposiciones en el Arxiu del Regne de Mallorca y el Llit de la Mare de Déu de Joan Guaita en el 2024. Sus obras cuelgan en importantes colecciones privadas de todo el mundo.

Zupan vive y trabaja entre Mallorca y Nueva York. En el texto que leerán a continuación, Christian Velázquez la describe tan bonito que he decidido dejarlo tal y cómo lo escribe. Dice de nuestro cisne dorado: «Una artista que medita con las manos, traduce con el pincel y narra con la forma, textura y color». «La forma no tiene realidad sin el espíritu, no hay fragmento sin el todo» (Jan Hendrix).

Natasha Zupan
El galerista Kouros Mahoubian junto a un artista japonés.

La artista Natasha Zupan (Georgia, USA), con una amplia trayectoria en la plástica, regresa a enriquecer y deleitar nuestros sentidos con estas dos exposiciones tituladas Spectometry y Folding Light, que estarán tanto en la ciudad de Nueva York como en Boston, donde podremos apreciar en todas y cada una de sus obras sus raíces bien acentuadas en el arte, que aunque siempre lo han estado, también la han llevado a experimentar, a buscar, a incorporar, a descontextualizar ciertos elementos para darles un nuevo enfoque dentro de su universo particular.

Es en esa búsqueda donde encuentra el sentido de su narrativa visual proveniente de su interior, de su continente de sueños, aspectos fundamentales que una vez que comienzan a dialogar en el lienzo y que son el resultado de esa extraña alabanza a la paciencia en el proceso creativo, se podría asegurar que siempre finalizan en la certeza de un resultado inédito pero con la esencia, claro está, de su lenguaje artístico plasmado en sus cuadros y en todo aquello que toca su mundo sensible.

Natasha Zupan
Asistentes a la exposición de Natasha Zupan en Nueva York.

En ese sentido, la obra de Natasha nos revela en la mayoría de las veces ese acto de meditación sobre todo aquello que la conmueve a simple vista, sobre el espacio y la naturaleza, sobre la finitud de nuestro tiempo cada vez más frágil, todo mediante una carga de expresión emocional que se concreta en el tañido del pincel sobre la tela, de la incursión de materiales que oscilan recurrentemente entre voces antiguas, cuyos ecos se traducen en emociones y que traen en el sentir, el alma y el aliento del pasado, esto, aunado a lo contemporáneo en una especie de collage de signos, de juegos semánticos desafiantes que logran colarse entre tiempos, de instantes que habitan con nuevos semblantes, con cuerpos de alto y bajo relieve bañados en luz de colores, y como un todo, conviviendo en el hoy.

Ejemplo de ello son los textiles del siglo XVIII, mismos que, a manera de redes dentro de un mar de hábiles pinceladas, son capaces de atrapar imágenes y fundirse entre ellas, convirtiéndose en complementos, en cómplices de una experiencia mayor llamada arte; y ahora, la utilización de espejos, éstos últimos, como una acción muy particular empleada por Zupan para llevar al observador mientras contempla la obra, a confrontarse a sí mismo, a la vez que es incluido en ella gracias a la refracción, de manera efímera pero contundente, siendo parte de los objetivos, el darle a cada cuadro una energía distinta, cambiante: interactiva y dinámica.

Natasha Zupan
Tilly Scott-Pederzen e Ivana Lowell (familia Guiness).

Dichos espejos también ejercen la función en su estética, como una extensión continua del agua, de los manantiales, de los ríos o del mar que tanto cautivan a la artista y que por sus propiedades reflejantes, en ambos casos (agua y espejos), van de la mano como sinónimos inseparables, ya que por su característica intrínseca basada en duplicar las imágenes, hacen que de esta manera exista siempre una conexión simbólica con lo que sería una fuente inagotable de creación, de ahí que toda la composición se entrelace en un equilibrio ritual, meditativo, espiritual.

Natasha Zupan
Arlette Sarkissians y Ruki.

Es así que Natasha nos ofrece testimonio del poder creativo que surge precisamente de todo cuanto ve, analiza, pasa por el tamiz sensible de las fibras de las que se encuentra formada, un tanto por la herencia de su padre, Bruno Zupan, paisajista, quien seguramente le enseñó en sus primeros guiños a la plástica, que el arte no es nada más un pasatiempo, sino una forma de vida, un ver más allá, encontrar sus posibilidades, discernir la factibilidad de asociar distintas sustancias que establezcan un nuevo lenguaje decantado en un entrecruzamiento de energías vitales. Recordemos aquella frase de Isidore Ducasse (1846-1870) que dice «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas», es decir, una conjunción de realidades inconexas que ante el ojo del artista adquieren un valor ulterior, donde las asociaciones de elementos fungen en una suerte de negociación entre tensiones y formas, colores y texturas, donde toda frontera física se diluye.

Natasha Zupan
Natasha Zupan junto a Jeanne Greenberg Rohatyn.

Como consecuencia en la búsqueda de caminos no tan recurrentes, nuestra artista detona en sus obras una polifonía en su narrativa artística: surrealismo, abstracto, realismo, textiles, arte-objeto, etc., es decir, territorios del arte donde ella suele diversificar sus acciones; donde transmuta su transcripción del mundo hacia la tela convirtiéndola en metáfora.

Finalmente, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que para contemplar la obra de Natasha Zupan es necesario bajar los niveles de resistencia y dejar que las imágenes fluyan a través de los sentidos, que circulen por donde ellas quieran, que reconozcan sus propios caminos en nuestro interior como el agua reconoce sus propios cauces; abstraer toda esa energía y absorberla, sobre todo, porque la naturaleza en la que la artista se ha inspirado se encuentra allí, en síntesis caligráfica a manera de fondos y ciertas formas que se podrían interpretar como oleajes de un mar tranquilo, suave, apenas tocado por un viento que favorece las texturas y los vasos comunicantes con el mundo, incluyendo el tiempo. Sus cuadros son la traducción de su manera de ver y de sentir, son miradas agudas que van trazando coordenadas, estableciendo escenarios, conectando con esos otros mundos que le dictan desde su capacidad de asombro; todo para ella es sustancia… un movimiento perpetuo.

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