EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El ‘Cyrano’ de Erica Schmidt, un audaz ejercicio de transgresión

En esta película británica, lo grotesco es relegado por la transgresión más audaz, algo propio del arte y el genio creativo

El guion es magnífico y la interpretación roza lo sublime, como muestra el dueto final entre Peter Dinklage y Haley Bennett

‘Cyrano’ de Erica Schmidt
‘Cyrano’ de Erica Schmidt

Definición de grotesco, según la RAE: «Que produce risa o burla por buscar lo ridículo, extravagante o absurdo». El cine de masas, al servicio de la estúpida corrección política de inspiración progre, corre serio peligro de caer en perfiles grotescos. No les ha bastado con transformar a Superman en gay o convertir en una negra a Ana Bolena, personaje histórico del siglo XVI en la Inglaterra inductora de las prácticas esclavistas. También ocurre con Cenicienta, en rodaje reciente, que por asunto de cuotas pasaba a ser, digamos que casualmente, una afroamericana. Bueno, nada es casual.

Ya se sabe que la Academia de Hollywood dictó sus normas para optar a los Oscar a partir de 2024, exigiendo que entre los protagonistas al menos un tercio sea de etnia o inclinación sexual, consideradas minusvaloradas, para optar a nominaciones. En caso contrario, a despedirse de la estatuilla. Conviene recordar que esta corriente irracionalmente revisionista es parte del pensamiento progre del entorno del presidente-marioneta Joe Biden. 

La mediocridad en los tiempos que corren vuelve a superarse a sí misma en los asuntos de la corrección política con la estúpida ocurrencia de convertir el clásico francés Cyrano de Bergerac (1897) de Edmond Rostand en una absoluta mofa, que para quienes desconozcan el significado de la palabra se refiere a un gesto de desprecio, en este caso convertir a Cyrano en un enano y al pretendiente de Roxanne en un negro.

Es una mofa desde el momento en que Roxanne continúa siendo una dulce blanca y noble doncella. O sea, se cumple la cuota progre globalizadora y pese a ello la heroína del relato continúa siendo ¡celestialmente blanca! No me negarán que sea una ironía y de nuevo para quienes desconozcan el significado me refiero a tratarse de un hecho contrario a lo que se esperaba, puesto que Roxanne encarnaría la supremacía blanca, o sea, el heteropatriarcado señalado por las feminazis.

El objeto de mi sorpresa es en particular la película británica Cyrano de 2021, dirigida por Joe Wright, y en el país donde se reclamó recientemente no llamar leche materna la de las madres lactantes sino humana por simple prejuicio de la descerebrada progresía. ¿Los bebes, entonces, deben mamar piiiiiiiii? Es la mayor estupidez de la corrección política. Vaya si lo es.

Dicho lo cual, por esta vez lo grotesco es relegado por la transgresión más audaz, algo que solamente es propio del arte y el genio creativo.

Supongamos que, en efecto, Cyrano ha decidido cumplir con la cuota made in Hollywood (estos días se estrena en los EEUU) y poder optar a los Oscar con garantías suficientes. Ocurre, sin embargo, que el guion es magnífico y la interpretación rozando lo sublime. Como muestra el dueto final entre los protagonistas por excelencia: Peter Dinklage (Cyrano) y Haley Bennett (Roxanne). Digo dueto y lo digo bien, puesto que esta versión del clásico de Rostand es asimismo la versión cinematográfica del musical estrenado en 2018. Dinklag, es el enano que se hizo mundialmente célebre en la piel de Tyrion Lannister, personaje de la serie de televisión Juego de Tronos. El guion de Cyrano lo firma Erica Schmidt, a su vez autora del libreto del musical con partitura de los gemelos Aaron & Bryce Dessner.

Esta versión se ciñe escrupulosamente a la obra de Edmond Rostand que se estrenó en 1897, inspirándose en la vida de Cyrano de Bergerac, dramaturgo y poeta contemporáneo de Molière. Hablamos del siglo XVII francés. El tal Cyrano era un intelectual libertino irrespetuoso hacia las instituciones.

Pasa lo mismo con las versiones cinematográficas más celebradas, el caso de la estrenada en 1950 con José Ferrer y Mala Powers, o la de 1990 con Gérard  Depardieu y Anne Brochet. No ocurre lo mismo en cambio, con la comedia de 1987 protagonizada por Steve Martin y Daryl Hannah: él bombero y ella estudiante de astrofísica. Aunque todos con nariz protuberante y todas ellas de delicada belleza heterosexual. La excepción, Peter Dinklage, y también el enamorado Christian de Neuvilette, encarnado por un afroamericano, el actor de New Orleans Kelvin Harrison Jr. En ambos casos, se cumple con creces la norma según la cual la excepción hace la regla. 

Lo preocupante en todo caso es que la corriente facilitadora de lo grotesco ha venido al parecer para quedarse y no será de extrañar que en un biopic de próxima producción sobre la vida de Jesucristo, veamos en el principal papel protagonista a una tal Jesusa. Al menos Robert Graves cuando escribió Rey Jesús fue a transgredir nuestras creencias, relatando la historia de un líder judío que realmente existió en los días contemporáneos al Mesías.

Veremos auténticos strambottos a modo de sustantivos venidos a quedar en el creciente proceso manipulador y por decreto. Si no, al tiempo. 

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