EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El Congreso de Viena, una sátira firmada por La Calòrica en el Teatre Principal de Palma

'Le Congrès ne marche pas' es una comedia política que supone un salto al vacío, pero que funciona

Es una gran apuesta dramática, una sátira que no se queda en Viena y llega hasta nuestros días

teatre principal
'Le Congrès ne marche pas' de La Calòrica.

El fin de semana del 20 al 22 de septiembre marca el inicio de la temporada de teatro, después del empacho de música clásica durante el verano. Todos los teatros, públicos y privados, levan anclas y ahí está la Mostra de Tardor en el Teatre Sans, estrenada el viernes 20, el mismo día en que comenzaba la temporada del Teatre Principal de Palma, la primera que programa el nuevo equipo de dirección. La apertura, en función única, daba mayor empaque a la nueva temporada, además con una obra muy esperada por el público. Es, también, una singular propuesta multilingüe.

La Calòrica, una compañía reciente –se forma el 2010-, defiende un «teatro comprometido, que aborde con humor las problemáticas más serias» y así ha venido siendo desde sus inicios. En el Teatre Principal de Palma ya se representó su montaje anterior, De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda, con buena acogida por parte del público.

La reputación de la compañía catalana ha ido en aumento, de manera que había expectación ante la llegada a la cartelera de Palma de su nuevo espectáculo estrenado el 20 de septiembre del año pasado, y por tanto, Le Congrès ne marche pas, la comedia política más esperada, nos ha visitado justo un año después.

Tratándose de una compañía pequeña, apostar por el gran formato pedía a gritos la coproducción, y ahí están el Teatre Lliure y el Centro Dramático Nacional como avales de la calidad de este montaje, calificado por la crítica como «un salto al vacío de La Calòrica», en el que repiten al frente de la ficha artística Joan Yago (texto) e Israel Solà (dirección).

Estamos ante una comedia satírica que tiene como eje central el congreso fallido de Viena, cuya convocatoria ya contemplaba el Tratado de París, firmado el 30 de mayo de 1814, y cuyo leitmotiv musical elegido es un gran acierto puesto que la cantata El momento glorioso (Der glorreiche augenblick) la compuso Beethoven por encargo para la inauguración del Congreso de Viena. Es, por tanto, una pieza de circunstancias que sirve a la perfección como contrapunto para enfrentar la grandiosidad del compositor alemán y las patéticas conductas y excesos que envolvieron al Congreso.

En realidad lo que pretende La Calòrica con la divertida excusa de pasear al espectador por los salones de la Viena imperial es reflexionar a partir de los hechos históricos sobre el fin del Antiguo Régimen y el advenimiento de la sociedad capitalista. De ahí, precisamente la referencia en absoluto casual a Adam Smith, filósofo y economista fallecido 24 años del Congreso, que fue el primero en escribir sobre la economía como una disciplina integral, algo que entraba frontalmente en colisión con el Antiguo Régimen absolutista.

Este será, precisamente, el hilo conductor de toda la obra, puesto que acto seguido y en un impactante giro radical, asistiremos a la víspera del colapso de la sociedad capitalista, encarnado en el discurso que Margaret Tatcher  pronunció en 1990 durante la moción de censura y que magistralmente nos transmite en un impecable inglés la actriz Roser Batalla, quien previamente había encarnado a la lady esposa del ministro inglés en el Congreso.

Hay un detalle capital que no se desvelará hasta el final de la obra. Tiene que ver con el serveur du palais interpretado por Joan Esteve que encarna al  pueblo llano. Ridiculizado en las escenas del Congreso de Viena –divino el gag del beso a la teta que es la viva imagen de los valores de la República-, al final de la obra en el cuarto y último acto acabará rebelándose a ritmo de hip hop, obligando al público a implicarse en la revuelta.

Durante todo el recorrido de la obra una frase en off resuena periódicamente: «Pas a pas, no hi ha alternativa». Pues bien, la escena final destruye el conformismo de esta frase y reivindica las agitaciones propias del teatro político, que es lo que en definitiva da sentido a Le Congrès ne marche pas. El mensaje es simplista, obviamente, pero lo habremos pasado bien durante 90 minutos.

Todos los intérpretes brillan en sus caracterizaciones, pero es de subrayar la excelente pirueta de Júlia Truyol, cofundadora de La Calòrica, travestida en el primer ministro austríaco Klemens von Metternich, el anfitrión.

Me he referido antes a situarnos ante una propuesta multilingüe, lo que va a ser aprovechado por la omnipresente voz en off para hacerles un guiño a los pinganillos del Congreso de los Diputados. Se habla de todo en francés (hasta hace unas décadas era el idioma diplomático), algo de ruso, inglés y alemán, y un poquito menos en español, puesto en boca del enviado por el Reino de España al Congreso de Viena, asimismo el único papel cómico y bien diseñado para ridiculizar al personaje y lo que representa. Encarna al enviado especial Pedro Gómez de Labrador, Xavi Francés –otro fijo de La Calòrica- y lo hace magníficamente, bordando la parodia. 

En efecto, Le Congrès ne marche pas es una comedia política que supone un salto al vacío, incluida su condición de propuesta multilingüe, lo que se traduce en obligar al espectador a permanecer atento a subtitulados. Pero funciona, vaya si funciona. En cualquier caso, una gran apuesta dramática. Una sátira que no se queda en Viena y llega hasta nuestros días.

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