Celaá le hace el avión al estado de alarma

Celaá le hace el avión al estado de alarma

La ministra de Educación, Isabel Celaá, salió pitando de Madrid a los pocos minutos de que el Gobierno socialcomunista del que forma parte aprobara el estado de alarma en el Consejo de Ministros. La ministra cogió la maleta y se fue directa a Barajas para tomar un vuelo comercial a Bilbao. La ejemplaridad del Ejecutivo socialcomunista consiste en eso: en hacerle el avión a sus propias medidas y marcharse de puente mientras millones de madrileños quedaban confinados. Hay quienes, por defender lo indefendible, aseguran que la ministra no cometió ninguna irregularidad, pues salió de Madrid justo antes de que se publicara el decreto de estado de alarma en el BOE y porque, además, tiene su domicilio en Bilbao. Lo cierto es que la ministra reside en Madrid, que es donde trabaja, y pretender defender su huida es un ejercicio supino de hipocresía. Con independencia de que Celaá viajara antes de que la medida entrada oficialmente en vigor, lo cierto es que salir por piernas, en las circunstancias por las que atraviesa Madrid, es un acto de cinismo superlativo que denota cómo el socialcomunismo está por encima de la ley.

El comportamiento de Celaá es como poco insolidario, ventajista e indecoroso, porque supone un intolerable agravio comparativo a los miles de madrileños que, por ejemplo, no podrán visitar a sus familia por la sencilla razón de que Sánchez les ha confinado durante quince días. Celaá sí puede, porque es ministra del Gobierno de Sánchez, un salvaconducto que representa una ofensa a quienes, en virtud de un estado de alarma impuesto por estrictos motivos ideológicos, vivirán recluidos en Madrid y otras ocho localidades de la comunidad sin poder salir de sus ciudades.

El socialcomunismo funciona como una casta: sus miembros sobrevuelan -nunca mejor dicho- el estado de alarma. Habría que ver a la ministra Celaá, cómodamente sentada en el avión, en el momento de despegar de Barajas. Desde lo alto vería alejarse Madrid.  Tal vez dijera: «Ahí os quedáis, pringaos»

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