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Dubrovnik, en Croacia, y Peñíscola, en España, comparten similitudes sorprendentes a pesar de estar separadas por miles de kilómetros. Ambas ciudades albergan impresionantes fortalezas costeras que jugaron un papel crucial en su defensa lo largo de la historia. Las murallas de Dubrovnik rodean el casco antiguo y ofrecen vistas del mar Adriático, mientras que el Castillo de Peñíscola se alza sobre un promontorio rocoso en el mar Mediterráneo. Además, sus cascos antiguos están muy bien conservados, con calles empedradas, iglesias históricas y edificios que cuentan la historia medieval de cada lugar. Dubrovnik es conocida como la «Perla del Adriático» y su casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad, mientras que Peñíscola destaca por la Iglesia de Santa María y el Palacio de Papa Luna.
Ambas ciudades también han ganado fama como escenarios cinematográficos, con Dubrovnik representando King’s Landing en «Game of Thrones» y Peñíscola apareciendo en «El Cid» y «Knightfall». Su patrimonio gastronómico, centrado en pescados y mariscos, y sus influencias históricas—veneciana en Dubrovnik y templaria en Peñíscola—resaltan sus conexiones culturales. Como destinos turísticos, ambas ofrecen belleza costera, playas idílicas y una variedad de actividades. Estas similitudes subrayan la riqueza y diversidad cultural que el mundo tiene para ofrece, haciendo que cada visita sea una experiencia inolvidable para los viajeros.
Peñíscola, una joya costera en Castellón
Peñíscola muestra un marcado contraste entre su casco antiguo y el desarrollo turístico de sus playas. Su casco antiguo, cargado de historia medieval, destaca especialmente por el imponente castillo. Esta ciudad ha sido habitada desde tiempos antiguos por ibéricos, griegos, romanos, visigodos y árabes, entre otras civilizaciones.
En 1233, Jaime I la conquistó de manera pacífica y en 1251 recibió carta puebla, atrayendo a pobladores cristianos. En 1294, la Orden del Temple amplió la fortaleza, que posteriormente pasó a estar en manos de la Orden de Montesa. El evento más significativo fue su papel como sede pontificia durante dos décadas del Papa Luna y su sucesor Clemente VIII, en el contexto del Cisma de Occidente, hasta su finalización en el año 1429.
Castillo
El Castillo de Peñíscola es el monumento más emblemático de la ciudad, destacando por su origen templario, su papel como sede papal, su modernización en la época de Carlos I, y sus impresionantes vistas. Edificado por los caballeros templarios sobre una antigua alcazaba árabe, el castillo combina funciones militares y monásticas, con elementos como el patio de armas, claustro y caballerías.
En 1411, Papa Luna lo convirtió en sede de su pontificado durante el Cisma de Occidente, añadiendo dependencias papales y embelleciendo el castillo con jardines y fuentes. Las reformas del siglo XVI adaptaron la fortaleza a la artillería pesada, reforzando sus baluartes y construyendo fosos. Además, desde su azotea, el castillo ofrece vistas panorámicas únicas del mar Mediterráneo.
Casco antiguo
La localidad destaca por su impresionante casco antiguo rodeado por una muralla medieval, reforzada en el siglo XVI para adaptarse a la artillería moderna. La península ofrece vistas panorámicas únicas del mar y la ciudad, con puntos de observación recomendados como la Playa Norte y la batería del Calvario.
La muralla cuenta con tres portales principales: el Portal de San Pedro, conocido también como Portal de la Luna, junto al puerto; el Portal Fosc, el principal acceso defensivo con un diseño arquitectónico complejo; y el Portal de Santa María, que conduce a la plaza homónima con terrazas y arcos históricos.
Dentro del casco antiguo, las casas blancas y azules reflejan el carácter marinero de Peñíscola, ofreciendo una experiencia memorable a los visitantes. La Casa de las Conchas, decorada con conchas, es un icónico edificio construido por una familia local en la década de 1950, que también inició el turismo en la ciudad.
Playas
Peñíscola ofrece una gran variedad de playas y calas, cada una con características únicas para todos los gustos y preferencias. La Playa de la Basseta destaca por su belleza al atardecer y su entorno rocoso, con una longitud de 1.200 metros. La Cala Argilaga, con 40 metros de longitud es pequeña pero cuenta con servicios básicos como señalización y limpieza. Mientras, la Playa Torrenova, con 250 m de largo, es de difícil acceso pero ideal para disfrutar de la tranquilidad y la naturaleza.
La Cala de la Concha es una de las últimas calas vírgenes, con 35 metros, perfecta para el buceo y el snorkel. La Playa del Pebret y la Playa del Russo son de las pocas playas de arena en el Parque Natural, con 280 metros y 80 metros de longitud respectivamente.
La Playa de Santa Lucía y la Playa de las Viudas ofrecen tranquilidad y servicios básicos. La Cala Badum y la Cala del Volante son perfectas para quienes buscan alejarse del bullicio y disfrutar de la naturaleza en paz y armonía. Finalmente, la Playa Sur y la Playa Norte son las más grandes, con amplias zonas de arena y diversas actividades acuáticas disponibles para mayores y pequeños.