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Cuando la edición de fotos con IA pasa a ser algo ético y no técnico

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Nacho Grosso
  • Nacho Grosso
  • Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de difusión y blogs en español.

Hasta hace no mucho, para borrar a alguien de una foto había que recurrir a Photoshop. Requería paciencia, cierta destreza técnica y, en muchos casos, un ordenador potente. Hoy, con las herramientas de edición de fotos con IA integradas en los móviles, basta con rodear a una persona con el dedo y pulsar un botón. Desaparece, como si nunca hubiera estado ahí.

Lo que la edición de fotos con IA dice de mí

Y esto, que en principio parece una comodidad, y lo es, también plantea preguntas que van más allá de lo técnico. ¿Qué implica que podamos reescribir nuestras fotos con tanta facilidad? ¿Cómo afecta esto a nuestra forma de recordar, de contar lo que vivimos o incluso de relacionarnos con los demás? La edición de fotos con IA ya no es un asunto de expertos, sino una práctica cotidiana al alcance de cualquiera.

No hablo solo del retoque estético. Eso lleva años presente con los filtros, pieles suavizadas o las sonrisas blanqueadas. Hablo de eliminar directamente a alguien de una escena, de borrar un objeto o a una persona como si nunca hubiera formado parte de ese momento. Y lo hacemos por razones diversas, porque ya no está en nuestra vida, porque estropea la estética de la imagen o simplemente porque “no queda bien”. Con la edición de fotos con IA, este tipo de decisiones se toman en segundos, casi sin pensar.

Pero cuando borramos a alguien de una foto, ¿qué estamos borrando en realidad? ¿Un recuerdo, una historia, una parte de nosotros? Las imágenes no son solo recuerdos congelados, también son pruebas, narrativas visuales, formas de construir y compartir lo que somos. Manipularlas tan fácilmente puede llevarnos, sin querer, a reescribir nuestra propia memoria. Y esa facilidad que ofrece la edición de fotos con IA puede hacer que trivialicemos lo que antes era un gesto deliberado.

Pensemos en los álbumes familiares. Dentro de veinte años, ¿qué verán nuestros hijos si todas las fotos han pasado por un filtro de “mejorar” que elimina lo incómodo o lo feo? ¿Qué quedará de los momentos reales, con sus imperfecciones, con sus personas incómodas pero importantes? Me preocupa que, al aligerar las imágenes, también aligeremos su valor emocional y su autenticidad. La edición de fotos con IA puede ayudarnos a mejorar una imagen, sí, pero también a suavizar la historia que cuenta.

Ejemplo de buen uso de la edición de fotos con IA.

Además, esta capacidad de borrar con un dedo también puede convertirse, en manos equivocadas, en una forma de exclusión. Imagino, y no es ciencia ficción, un grupo que decide eliminar a una persona de todas las fotos compartidas, como si se tratara de un castigo silencioso. Ya no hablamos solo de estética, sino de poder, el de invisibilizar a alguien mediante la edición de fotos con IA.

No digo que no usemos estas herramientas. Yo mismo las he probado y reconozco su utilidad. Pero creo que necesitamos una nueva alfabetización visual, una ética del retoque. Igual que aprendimos que no todo lo que leemos en internet es cierto, deberíamos asumir que no todo lo que vemos en una imagen es real. Y preguntarnos, antes de borrar, por qué lo hacemos. La edición de fotos con IA nos da libertad, pero también nos exige responsabilidad.

La tecnología nos ofrece nuevas posibilidades, pero también nos empuja a nuevas responsabilidades. Borrar a alguien de una foto puede ser tan fácil como deslizar el dedo. Recordarlo, asumirlo y convivir con lo que fue, sigue siendo lo más difícil.

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