'Don´t fuck the police'

Dos policías alertan en un libro del aumento de la delincuencia y cómo «estamos perdiendo la guerra»

Policías
Los dos autores del libro.
Luis Miguel Montero

Con el expresivo título de Don´t fuch the police el cabo primero de la Guardia Civil Josema Vallejo y Samuel Vázquez, del GOR (Grupo Operativo de Respuesta) de la Policía Nacional, acaban de publicar un libro que explica de manera fácil y clara en 304 páginas el problema de la delincuencia en España. Para ellos, fundadores de la asociación Una Policía para el Siglo XXI y curtidos defensores de la ley a pesar de los políticos, la delincuencia hay que atajarla cuanto antes y en el libro demuestran conocer el problema de primerísima mano y no tener pelos en la lengua al acusar a los culpables. Por eso ambos policías no tienen problema en advertir de que «batalla a batalla estamos perdiendo la guerra (…). Sólo venimos a advertirte de que, si duro es ser derrotado, deshonroso es ser aplastado por no comparecer en el campo para pelear».

El libro es una ensayo policial, tan duro como puede ser la realidad y recoge afirmaciones que muy pocos de sus compañeros se atreverían a reproducir en voz alta: «Barcelona ya es una ciudad degradada por la delincuencia que consiente e incluso favorece la insurgencia de baja intensidad por intereses políticos». Así, sin paños fríos, describe Samuel Vázquez en el prólogo la situación de la que ya avisó en el Congreso de los Diputados en 2018: «El barrio en el que creciste ya no será el barrio de tus hijos». Todo el libro denuncia la inacción de los políticos y por ende, de los mandos policiales. Ambos deberían velar con celo por la seguridad de los ciudadanos y, sin embargo, el «buenismo» imperante en las instituciones provoca que nadie se atreva a ponerle coto.

La OTAN estudia desde el año 2015 posibles escenarios de insurgencia en ciudades europeas que obligarían a desplegar el ejército de manera habitual. Han estudiado esos escenarios en ciudades como París y Bruselas, pero nadie descarta que dentro de poco ese escenario sea Barcelona, por comentar la ciudad española que mayor problema de seguridad ciudadana presenta actualmente y que es similar al que había en Francia a comienzos del siglo XXI. El libro recuerda que «ciudades como París o Bruselas ya tienen presencia militar permanente en sus zonas turísticas y a nadie le extraña lo más mínimo» y añaden que «batalla a batalla estamos perdiendo la guerra (…). Sólo venimos a advertirte de que, si duro es ser derrotado, deshonroso es ser aplastado por no comparecer en el campo para pelear».

Los dos policías alertan de varias maneras en este ensayo que «estamos perdiendo la guerra» contra los delincuentes y ponen ejemplos reales de errores de actuación de los políticos, por ejemplo, «ocho homosexuales no les servían para hacer política, pero un gay de Madrid que se dejó grabar la palabra «maricón» en el trasero dentro de una relación sexual consentida y que luego denunció en falso (…) provocaron un comunicado del mismísimo presidente del Gobierno Pedro Sánchez (…) y varias manifestaciones convocadas por organizaciones LGTBI, todas ellas controladas por la izquierda para que hagan de ariete en el señalamiento del adversario político».

Además, señalan un problema común en ambos Cuerpos, Policía Nacional y Guardia Civil, un mal endémico, la existencia de «muchos jefes y pocos responsables». El símil que usan para explicarlo es apabullante: «¿Quién dejaría a su hijo entrar en quirófano, ante una intervención complicada, en un hospital donde el jefe de cirugía no hubiese operado nunca? Pues en España dejamos a nuestros hijos bajo la protección de mandos policiales que no se han montado jamás en un coche patrulla» y un ejemplo claro es «el mayor Trapero de los Mossos d´Esquadra (…) que no sirve a la gente y no protege la ley (…)».

Los autores también recuerdan el caso del Inspector José Antonio Nieto, experto en riesgos laborales de Policía Nacional, que en enero de 2020 alertó en un informe de que habría que ir comprando mascarillas para los agentes de policía nacional porque llegaba una pandemia mundial y calificaba la amenaza de «potencialmente mortal». Y explican que en esos días «el mensaje del Gobierno iba dirigido a permitir la manifestación feminista del día 8 de marzo (…)». Nieto fue ignorado y vilipendiado posteriormente, si alguien hubiese hecho caso quizás menos policías hubiesen contraído el COVID.

Terrorismo y bandas

La masacre de Barcelona del verano de 2017 es otro de los claros ejemplos de errores de gestión que se denuncian en el libro: «las autoridades catalanas no permitieron a los Tedax de la Guardia Civil entrar el día anterior a la masacre en una casa que había explotado en la localidad de Alcanar (…)». También recuerdan los fallos previos a los atentados del 11 M, cuando un policía de base advirtió a un mando policial de la venta de explosivos a islamistas radicales y éste respondió «bah, eso de los explosivos son cosas de mineros y pescadores. Y yo tengo prisa. Os dejo». Aquel atentado dejó 193 muertos en varios trenes por explosiones en Madrid.

Las bandas latinas también son tratadas en el libro. «Hace dos décadas los policías locales y nacionales que patrullaban las calles en el sur de Madrid comenzaron a alertar en sus informes sobre grupos de jóvenes que se habían adueñado de las canchas de fútbol y cobraban a los chicos por jugar (…). A los políticos les interesaba poco que a tu hijo le cobrara una banda de Latin King (…) y pocos padres acuden con sus hijos a una comisaría a denunciar estos hechos por miedo».  Así cuentan los policías el comienzo de las bandas latinas en Madrid, un tema que ahora está muy vigente con el asesinato de dos hombres jóvenes en apenas 24 horas relacionadas con estas bandas.

El problema fue a más y «esta banda comenzó a organizarse para recibir los pagos de los chavales, empezó a tener pequeñas cantidades de droga para distribuir y ganar cantidades más importantes de dinero y a juntarse a la salida de las discotecas para cometer robos con violencia. Cuando la violencia escaló, la banda empezó a usar machetes como demostración de fuerza y sostén de sus primeras formas de terror. De ahí vienen las bandas latinas de hoy (…)». Los autores denuncian lo que bautizan como táctica del avestruz, «al jefe duperior de Policía de Madrid, Manuel Soto Seoane, siguiendo la estrategia marcada por el ministro del Interior Marlaska no se le ocurrió mejor idea que ordenar por escrito a las dependencias bajo su mando que en los atestados policiales se omitiera la expresión «bandas latinas» y se sustituyera por ‘bandas de jóvenes violentos’. La táctica del avestruz (…)».

Estos hechos se reproducen una y otra vez, convertidos en una enfermedad crónica, un mal que aqueja a la seguridad ciudadana y que sufren nuestros policías porque «nuestro modelo no detecta la criminalidad real, ni la demanda de servicios en cuestiones de seguridad a la ciudadanía», sentencian los autores.

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