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Joseba Arguiñano saca a la luz lo que hacen sus padres Karlos y Luisi todos los domingos: «Me pide…»

Joseba Arguiñano ha seguido los pasos de su padre y cada vez tiene más peso en televisión

El cocinero ha explicado que tiene una relación muy estrecha con toda su familia

Karlos Arguiñano, de momento, no piensa retirarse de la pequeña pantalla

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Joseba Arguiñano en un evento. (Foto: Gtres)

Reunirse en torno a una mesa es, para los Arguiñano, mucho más que una costumbre. Es un símbolo de unión, tradición y cariño. Así lo ha contado Joseba, uno de los seis hijos que Karlos Arguiñano tuvo junto a María Luisa Ameztoy, en una entrevista donde habló sin tapujos de esas reuniones familiares que se han convertido en el centro de su vida. «Los almuerzos de los domingos en el caserío familiar son un gustazo», confesó con entusiasmo, dejando claro que, para ellos, no hay nada comparable al placer de compartir tiempo en el caserío de Zarauz.

El conocido repostero, que sigue los pasos televisivos de su padre y comparte con él la pasión por la cocina, explicó que, a pesar de las agendas repletas, siempre encuentran un hueco para juntarse los fines de semana. «Los almuerzos de los domingos en el caserío familiar, donde solemos reunirnos casi todos. Al aita le gusta hacer la compra, pasa por el vivero, coge algo de marisquito, me pide a mí que lleve el pan o alguna tarta y después uno se encarga de la vinagreta, otro del horno… Esas comidas son un gustazo», relató Joseba, dando así una idea del ambiente colaborativo que reina en esos encuentros.

Las confesiones de Joseba Arguiñano

Joseba no oculta la admiración que siente por su padre, una figura icónica en la gastronomía española que, además de chef, ha ejercido de ejemplo vital para sus hijos. Lejos de la imagen de un jefe inflexible, Karlos mantiene una relación cercana y motivadora con quienes le rodean. «El aita, más que un jefe, es un animador, así que es difícil discutir con él. Es exigente con los platos, pero no le interesa tanto ser duro como que cocinemos a nuestra manera y hagamos bien las cosas», explicó, dejando claro que la creatividad y el respeto al oficio son valores fundamentales en la familia.

Joseba Arguiñano y su padre en un evento. (Foto: Gtres)

Sin embargo, trabajar bajo el mismo techo no elimina el espíritu crítico. «En casa es otro cantar. Como todos tenemos un paladar muy crítico, si se te va la sal o se te agarra un guiso todo el mundo se entera», admitió entre risas. Esa exigencia no es casual; forma parte de la educación culinaria que Karlos ha transmitido a todos sus hijos desde pequeños, insistiendo en la calidad del producto y el cuidado de los detalles. «En mi casa siempre me han inculcado la importancia del qué, cómo y cuándo comprar, saber cuál es el mejor momento para traer las fresas, los hongos, las buenas verduras… Si no tienes una buena harina es difícil que te salga un buen pan, si la mantequilla es mediocre es difícil sacar un buen dulce», reflexionó.

El camino profesional de Joseba Arquiñano no ha sido sencillo, a pesar de contar con un apellido que le ha facilitado el acceso a oportunidades únicas. «Me ha abierto muchas puertas, he podido ir a los mejores sitios a estudiar y a aprender, tener los mejores maestros, disfrutar de un montón de restaurantes increíbles… Todo cosas buenas», reconoció, sin restar mérito al esfuerzo personal que le ha llevado a consolidarse en el mundo de la repostería. Tanto es así que, desde 2019, comparte pantalla con su padre en el programa Cocina abierta, donde ha demostrado su talento y naturalidad frente a la cámara.

¿Dónde se reúne la familia Arguiñano?

Si hay un lugar que simboliza todo lo que representa esta familia, es su caserío en Zarauz. Esta casa tradicional vasca, con su fachada de piedra y rodeada de verdes paisajes, se ha convertido en el punto de encuentro para los Arguiñano, un espacio donde la vida rural convive con la pasión por la gastronomía. El caserío cuenta con huertos, árboles frutales y una pequeña granja con gallinas, ocas, pavos reales y cerdos, animales que Karlos cuida personalmente, demostrando su amor por lo natural y lo sostenible.

El interior de la vivienda también refleja ese espíritu acogedor. La cocina, auténtico corazón del hogar, está abierta al salón-comedor y presidida por una gran isla central con encimera de mármol y muebles de madera oscura. Una gran mesa preside la estancia, pensada para acoger a toda la familia, junto a otra ovalada con vistas al jardín y al mar. La luz natural inunda el espacio gracias a los ventanales, creando un ambiente cálido y familiar, perfecto para esas comidas de domingo que se han convertido en todo un ritual.

Durante la pandemia, el caserío fue aún más especial. Aislados del mundo exterior, los Arguiñano encontraron en esa casa un refugio en el que compartir tiempo, cultivar la tierra y reforzar los lazos familiares. Incluso conservaron tradiciones como plantar árboles en Navidad, símbolo de continuidad y unión generacional. Actualmente, esos encuentros siguen siendo el epicentro de su vida, demostrando que, más allá del éxito televisivo y empresarial, lo que realmente importa para Karlos y Luisi es mantener viva la esencia de la familia.

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