Karlos Arguiñano confirma por primera vez lo que todos se preguntan sobre su familia
Karlos Arguiñano ha hablado con total naturalidad de sus reuniones familiares
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Después de décadas mostrando cercanía y sentido del humor desde la pantalla, Karlos Arguiñano ha despejado una de las grandes curiosidades que sus seguidores siempre han tenido: cómo es su vida familiar puertas adentro. El famoso cocinero ha hablado por primera vez de su día a día más íntimo, confirmando que cada domingo, como si se tratara de una ceremonia inquebrantable, toda su familia se reúne para compartir una comida casera. Por primera vez, ha confirmado lo que muchos estaban sospechando.
El chef, que continúa tan activo como siempre a sus 76 años, ha confesado que estos encuentros semanales no son algo excepcional, sino una costumbre perfectamente arraigada. A lo largo de su carrera se ha dejado ver como una figura entrañable, cercana, con los pies en la tierra. Pero ahora, al hablar de su vida privada, ha ofrecido una imagen aún más cálida y real: la de un abuelo rodeado de nietos, de hijos y de mucho ruido en casa.
Con siete hijos y trece nietos, la familia Arguiñano se ha convertido en un auténtico clan. Lejos de verse sobrepasado por el tamaño de su descendencia, Karlos afirma disfrutar enormemente del bullicio que se forma en su hogar durante las fechas señaladas.
El día a día de Arguiñano
Los domingos no son para descansar, son para celebrar. Los más pequeños corren de un lado a otro, los adultos colaboran en la cocina, y todos juntos llenan de energía una casa que sigue siendo el epicentro de la familia. Las tradiciones no se han perdido: se cocina en grupo, se come en familia y se canta. Porque sí, en casa de los Arguiñano también hay tiempo para entonar canciones populares, una costumbre que el cocinero asegura que han mantenido desde siempre y que ahora disfrutan incluso más, gracias a los nietos. «En casa, los domingos nos juntamos veinte», ha declarado en Lecturas.
Uno de los aspectos que más ha destacado el cocinero es la estrecha relación que mantiene con su hijo Joseba, con quien trabaja codo a codo desde hace años. Lejos de lo que algunos podrían pensar, compartir trabajo con un hijo no le ha traído conflictos, sino todo lo contrario. Arguiñano afirma que no ha vivido más que experiencias positivas desde que comenzaron a colaborar. La compenetración es total y el entendimiento fluye con una naturalidad que sólo es posible cuando los valores están perfectamente alineados. Según cuenta, se llevan muy bien tanto dentro como fuera del plató: «De momento, solo veo cosas positivas. Nos compenetramos muy bien».
Joseba, el heredero de Karlos Arguiñano
Karlos se muestra orgulloso de ver cómo su hijo ha asumido el legado familiar con ilusión, dedicación y una enorme dosis de cariño. Lo observa disfrutar en cada proyecto, implicarse en cada detalle y afrontar cada reto con una actitud que él mismo considera admirable. Y aunque reconoce que siempre le ha gustado trabajar en equipo, destaca que hacerlo con su propio hijo le aporta una dimensión emocional completamente distinta. No es solo un vínculo profesional, sino una herencia que se transmite en cada plato.
Cuando se trata de hablar de comida, Arguiñano sigue siendo claro y fiel a sus principios. Para él, una buena celebración debe tener ciertos elementos básicos: productos frescos, elaboraciones tradicionales y recetas hechas con mimo. Aunque reconoce que hay muchos platos que podrían formar parte de un menú festivo, hay algunos que nunca pueden faltar en su mesa. Entre ellos, menciona con especial cariño los polvorones, las sopas calientes, unas buenas croquetas caseras, marisco de calidad y, por supuesto, el capón asado como plato principal en fechas señaladas.
La afición secreta de Karlos Arguiñano
Aunque la gastronomía es un eje central en su hogar, Arguiñano también ha compartido otros aspectos de su vida familiar que poco tienen que ver con la cocina. Entre ellos, destaca la costumbre de cantar juntos. Puede parecer una anécdota menor, pero para él es una parte esencial de esas jornadas familiares. Cantar, dice, es una forma de expresión que libera, une y alegra. En una casa tan llena de niños, la música espontánea surge casi sin querer y forma parte del ambiente festivo que se respira cada domingo.
Estas reuniones no son algo impuesto ni formal. Se dan con naturalidad, sin que nadie tenga que recordarlas. Todos saben que el domingo es el día de ir a casa de los abuelos, de sentarse juntos a comer y de compartir un rato que ya forma parte de la identidad familiar. Y aunque pueda parecer difícil de organizar, el propio Karlos asegura que ya han cogido el ritmo y que todo fluye con normalidad. Hay sitio para todos, comida para todos y ganas de estar juntos, que al final es lo más importante.
Con todo lo anterior, Karlos Arguiñano ha confirmado lo que muchos sospechaban, pero nadie sabía con certeza. Que su vida personal es tan rica, tan auténtica y tan entrañable como la imagen que siempre ha proyectado. Y que, al final, todo lo que ha predicado sobre la comida, la familia y la vida sencilla, no es una pose televisiva, sino una manera real de vivir.