Un superviviente de Nagasaki alerta del peligro nuclear: «Estoy marcado por secuelas físicas y mentales»

El número de sobrevivientes de las bombas atómicas en todo el país se redujo a 106,825 a finales de marzo de este año

superviviente de Nagasaki
Una plaza marcada en recuerdo de los bombardeos.
Diego Buenosvinos
  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

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Después de haber logrado sobrevivir al devastador bombardeo nuclear que destruyó Nagasaki el 9 de agosto de 1945, dejando a los llamados hibakusha con profundas cicatrices físicas y mentales, Seiichiro Mise, uno de estos sobrevivientes, ha hecho un llamado a los líderes políticos actuales -a través de redes sociales tras una reciente conferencia- para que prioricen el diálogo en lugar de competir por acumular armas nucleares.

Seiichiro Mise, tenía diez años en ese momento, se encontraba a 3,6 kilómetros del epicentro de la explosión mientras jugaba durante las vacaciones escolares, recuerda. De repente, al escuchar el ruido de aviones, su abuela le gritó que se escondiera. «Parecía que todo se acababa», rememora.

«En un instante, todo se iluminó y después de un sonido espantoso, solo quedó un silencio sepulcral. (…) Pensé que iba a morir, nunca había escuchado algo similar», comenta Mise con motivo del 79 aniversario de la tragedia.

Los hibakusha, sobrevivientes de los ataques atómicos en Hiroshima y Nagasaki, tienen hoy al menos 79 años y viven con el constante recuerdo de ese día trágico y cómo la radiación ha afectado sus vidas y las de las generaciones posteriores.

De acuerdo con una encuesta del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón, el número de sobrevivientes de las bombas atómicas en todo el país se redujo a 106,825 a finales de marzo de este año, lo que representa una disminución de 6,824 en comparación con el año anterior. La edad promedio de los supervivientes es ahora de 85,58 años, un aumento de 0,57 años respecto al mismo periodo en 2023.

Un infierno en la tierra

Mise sobrevivió junto con los siete miembros de su familia que estaban en su hogar en ese momento. Este recuerdo, acompañado de las lágrimas de alivio de sus seres queridos, quedó grabado en su mente: «Nos dimos cuenta de que estábamos vivos y comenzamos a llorar, hasta que mi madre nos recordó que estábamos heridos, pero no muertos».

Tras la explosión, el niño de diez años observó cómo todo a su alrededor se teñía de un «rojo oscuro», mientras el cielo se volvía negro y comenzaba a llover. Este fenómeno, conocido más tarde como la lluvia negra, estaba contaminado con radiación, lo que tuvo graves consecuencias para la salud de los sobrevivientes, incluido Mise.

Días después del bombardeo, su familia se acercó al epicentro de la explosión en busca de conocidos, pero solo encontraron restos carbonizados esparcidos por el suelo.

La escuela de Mise se convirtió en un refugio para los heridos, asegura mientras advierte que muchos de los cuales estaban gravemente quemados, sin ropa, y agonizaban pidiendo agua, ayuda o una muerte rápida. Además, la escuela fue utilizada para la cremación de aquellos que no lograron sobrevivir.

«Había un rumor de que si les dábamos agua a los quemados, morirían. (…) No estábamos preparados para enfrentar algo así», afirmó el sobreviviente, que describe esta escena como «un infierno en la Tierra».

Tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, Japón se rindió, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. «Me sentí inmensamente feliz al saber que todo el sufrimiento, el hambre y el estrés habían terminado», recordó Mise, quien aún recuerda cómo su abuela le informó que Japón había perdido la guerra.

Un mensaje para los líderes del mundo Con el tiempo, las condiciones de vida de los sobrevivientes mejoraron, pero los rumores y la discriminación hacia los hibakusha, como Mise, persistieron: «Cuando mi esposa quedó embarazada, circulaban rumores de que los hijos de los sobrevivientes nacerían con deformidades. Al nacer mi primer hijo, el médico se aseguró de que tuviera diez dedos en las manos y pies».

Mise insta a llevar a cabo campañas y acciones contra las armas nucleares dirigidas a diversos gobiernos, subrayando la importancia de la comunicación entre líderes políticos, basada en la paz y no en una «carrera por ver quién acumula más armas nucleares».

«Nadie comprende realmente lo que es una guerra hasta que alguien se lo cuenta», asegura Mise, quien participó como representante de los sobrevivientes de la bomba atómica en la Ceremonia Conmemorativa de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki

«Esta es nuestra última oportunidad para compartir nuestra historia con el mundo, y debemos aprovecharla para que las nuevas generaciones comprendan el valor de vivir en paz», añade Mise, quien también aprecia el apoyo y ánimo que recibe de estudiantes y profesores para seguir narrando su experiencia.

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