Insomnio, dolor y depresión, descubre por qué los tres conceptos están relacionados
Un alto porcentaje de los pacientes que sufren insomnio crónico están asociados a problemas psíquicos.
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El insomnio, el dolor y la depresión son tres conceptos estrechamente relacionados que, además, pueden tener consecuencias importantes para la salud de las personas.
Y es que, según los expertos en sueño, un alto porcentaje de los pacientes que sufren insomnio crónico están asociados a problemas psíquicos que no siempre tenemos identificados. Uno de ellos, y el más frecuente, es la depresión, aunque también pueden darse trastornos de ansiedad que complican un poco más el cuadro médico.
El sueño y la depresión están íntimamente unidos
«El sueño y la depresión están íntimamente unidos y su relación es bidireccional, ya que las personas con insomnio tienen una alta probabilidad de desarrollar una depresión con el tiempo», detalla sobre este binomio la Dra. Irene Rubio, Coordinadora de la Unidad del Sueño del Hospital Quirónsalud Sur.
Además, prosigue «los pacientes con depresión muestran en un porcentaje altísimo problemas para dormir como dificultades para dormirse y permanecer dormidos, así como despertares muy tempranos en la mañana».
Y, ¿cuál es la razón de esta relación tóxica?
La depresión altera la estructura del sueño en los pacientes que la sufren. En este sentido, apunta la especialista, se ha observado «una disminución de la cantidad de sueño profundo, se objetiva una disminución del tiempo que pasa hasta tener la primera fase REM (disminuye la latencia) y hay un aumento de las fases REM en la primera parte de la noche con aumento de la cantidad de sueño REM durante la misma».
Teniendo esto en cuenta, muchos pacientes se preguntan si el insomnio es el que produce la depresión o al contrario. Ante esta duda, la Dra. Rubio apunta que ambos problemas pueden ser el punto de partida. «Se sabe que la alteración del sueño provoca dificultad en la regulación de las emociones y la depresión en sí misma está asociada claramente con problemas para dormir», comenta.
De todos modos, advierte la Dra. Rubio de que no debemos asumir que si estamos tomando tratamiento para el insomnio o para la depresión de manera exclusiva eso ayudará a quitar ambas cosas. «Los tratamientos para la depresión pueden mejorar el ánimo, pero puede que no mejoren los síntomas de insomnio. Por lo tanto, hay que poner remedio a ambas cosas de manera conjunta, pero atendiendo a las características de cada uno y valorando todos los aspectos del paciente», destaca.
Es más, expone que no hay que dejar de lado ninguna de las dolencias, ya que «hay evidencias de que no atender específicamente los síntomas del insomnio en personas con tratamiento antidepresivo puede aumentar el riesgo de volver a sufrir depresión».
Por tanto, la recomendación de la Dra. Rubio es añadir a los problemas de sueño el tratamiento de la depresión, «así como una intervención cognitivo conductual del insomnio, con el fin de aumentar las posibilidades de resolver ambas cosas».
Cuando a la depresión y el insomnio le añadimos el dolor crónico
Pero cuando, además, a los conceptos de depresión e insomnio añadimos problemas de dolor crónico –o no– todo el cuadro médico se complica para el paciente. Apunta la Dra. Rubio, que “muchas personas con dolor crónico muestran alteraciones del sueño con mayor número de despertares nocturnos, menor sueño profundo y una sensación de mayor cansancio durante el día. El sueño es menos reparador, causando más fatiga, menor energía y ánimo más depresivo empeorando a su vez la sensación de dolor durante el día. La sensación de dolor crónico causa ansiedad, estrés e incluso depresión, de tal manera que en la consulta de sueño debemos preguntar por estos síntomas para poder abordar el paciente de manera multidisciplinar por aquellos especialistas que tratamos patologías desde diferentes perspectivas».
En este sentido, el Dr. Alfonso Vidal, jefe de Servicio de Anestesiología y Reanimación y de la Unidad del Dolor del Hospital Quirónsalud Sur, explica que «el dolor es una combinación de experiencias sensitivas e interacciones neuronales».
Sin embargo, lo cierto es que también hay diversos grados de dolor y dependiendo del que suframos nos afectará más o menos a las emociones y a nuestra salud mental. El Dr. Vidal explica, por ejemplo, que cuando el dolor es crónico «el componente vivencial, la carga de las emociones se hace mucho más relevante. Tanto, que en ocasiones es mayor que el propio estímulo primario».
Esto sucede, destaca el especialista del Hospital Quirónsalud Sur, porque son «los circuitos moduladores del dolor que imprimen sentido y le dan un significado bueno o malo, bueno en algunos casos, el dolor de parto, el dolor del esfuerzo deportivo, o malo en el caso del dolor crónico. A esto hay que añadir el componente físico, dado que a veces el paciente no encuentra una postura buena en la que huesos o articulaciones no le duelan”.
La desesperación del dolor crónico
Éste, al tener un sentido absolutamente negativo, ya que no hay un resultado agradable, como es el caso de un alumbramiento o un triunfo deportivo, provoca en las personas que lo padecen una gran sensación de impotencia, desesperación por un esfuerzo que parece inútil –por la falta de soluciones– que conduce hasta una depresión que se asocia de forma indefectible al dolor mantenido y resistente a los tratamientos.
El Dr. Vidal señala que los circuitos moduladores están mediados por «aminas como serotonina y noradrenalina, modulan el ánimo, pero también las vías del dolor, ya que son circuitos íntimamente relacionados y con una interacción continua». Por ello, «el uso de antidepresivos como la duloxetina o venlafaxina en el tratamiento del dolor tiene su explicación en estos circuitos y en la alteración del ánimo, y sus dosis dependerán del nivel de afectación».
No obstante, sostiene el Anestesiólogo, «casi siempre las dosis bajas de antidepresivos mejoran el dolor y, por tanto, el ánimo, no siendo necesarias dosis tan altas como en las depresiones endógenas».
En definitiva, y a tenor de las explicaciones de ambos especialistas, debemos tener en cuenta que el cuerpo y las emociones van unidas: «Las enfermedades del ánimo tienen un soporte orgánico y, por tanto, podemos tratarlas desde el cuerpo; y las enfermedades del cuerpo tienen una repercusión emocional que responde también a medidas de soporte psicológico», concluye el Dr. Vidal.