Dra. Velasco: «Sancho no actuó por impulso, sino por un patrón de conducta conflictivo y narcisista»
"La deshumanización necesaria para llevar a cabo tal acción sugiere una desconexión emocional extrema"
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El español Daniel Sancho ha sido sentenciado a cadena perpetua por el asesinato premeditado del cirujano colombiano Edwin Arrieta, además de otros dos delitos de los que también se le acusaba, según el fallo emitido por el juez en Tailandia. Sancho, quien inicialmente admitió su culpabilidad ante la Policía, argumentó durante el juicio que la muerte de Arrieta fue el resultado de un accidente durante una pelea. Sin embargo, el juez determinó que Sancho era responsable del homicidio y posterior desmembramiento de la víctima.
Para analizar este caso desde el punto de vista de la psiquiatría, en OKSALUD entrevistamos a la Dra. María Velasco. La especialista aborda, desde una perspectiva psiquiátrica, varios factores que han podido contribuir a que una persona cometa un asesinato premeditado y violento, como se alega en el caso Daniel Sancho. Estos factores, a menudo están relacionados con trastornos de personalidad y no necesariamente con trastornos mentales agudos o tratables, como episodios psicóticos.
PREGUNTA.- ¿Qué características psicológicas suelen presentar las personas que cometen un asesinato premeditado, como ha sido el caso de Daniel Sancho?
RESPUESTA.- Para cometer un asesinato premeditado, es fundamental poseer un alto grado de autocontrol y una capacidad significativa para planificarlo de manera deliberada. Este tipo de crímenes requieren no sólo de una preparación consciente, como la adquisición de los instrumentos necesarios y la visualización detallada de la escena del crimen, sino también de ciertos rasgos psicopáticos. Estos rasgos incluyen la ausencia de miedo ante las posibles consecuencias o castigos, ya que el individuo cree firmemente que no será atrapado y que tiene todo bajo control. Esta percepción de invulnerabilidad refleja un nivel elevado de autoconfianza y seguridad en sus propias habilidades para evadir la justicia.
Dra. Velasco: «Una absoluta carencia de empatía es distintiva en este tipo de comportamiento criminal»
Además, estos individuos suelen presentar una marcada carencia de empatía. En el caso específico de Daniel Sancho, no sólo se observa la premeditación del homicidio, sino también el descuartizamiento del cuerpo, un acto que resalta la gravedad de su falta de empatía. La deshumanización necesaria para llevar a cabo tal acción sugiere una desconexión emocional extrema y una falta total de respeto por los límites éticos y morales. En resumen, características como un autocontrol meticuloso, una predisposición a la violencia, una confianza desmedida en uno mismo, y una absoluta carencia de empatía y principios éticos, son elementos distintivos en este tipo de comportamiento criminal.
P.- Desde su experiencia, ¿es común que personas sin antecedentes penales o criminales cometan asesinatos de esta naturaleza? ¿Qué factores pueden llevar a alguien a cruzar esa línea?
R.- Partiendo de la premisa de que la sociedad está compuesta por individuos con distintos grados de rasgos psicopáticos, es importante reconocer que son estos rasgos los que pueden predisponer a ciertos individuos a cometer homicidios, como el de Daniel Sancho. Los factores que llevan a estos individuos a cruzar la línea hacia el asesinato suelen estar ligados a un motivo específico y personal, que puede variar entre razones económicas, celos, la percepción de una amenaza a su control o poder, o la incapacidad de manipular a otra persona de la manera que desean. No obstante, siempre existe un desencadenante o motivo que justifica su acción en su propio marco de referencia.
Dra. Velasco: «La ausencia de antecedentes penales no implica la ausencia de comportamientos violentos o antisociales previos»
Es importante subrayar que la ausencia de antecedentes penales no implica la ausencia de comportamientos violentos o antisociales previos. A menudo, estos individuos poseen un alto grado de frialdad y autocontrol. Este perfil se complica aún más si se excluye el uso de sustancias que podrían alterar su juicio. Son personas que saben cómo protegerse, planificar su conducta y justificar sus acciones ante sí mismos. Para ellos, debe existir un motivo convincente que los impulse a cometer un homicidio, aunque no necesariamente tengan un historial de conductas abiertamente violentas. Pueden haber mostrado anteriormente comportamientos manipulativos, coacción emocional, falta de empatía o extorsión, indicando una tendencia hacia la violencia o la transgresión de las normas sociales.
Dra. Velasco: «Estas personas suelen proyectar sus responsabilidades y culpas en los demás»
P.- ¿Existen signos o señales previas que pueden indicar una predisposición hacia el comportamiento violento o agresivo en personas aparentemente normales?
R.- Por supuesto. Este tipo de conducta no surge de manera repentina. No se trata de comportamientos impulsivos de alguien que, de la noche a la mañana, decide cometer un asesinato. Estos individuos suelen presentar patrones de conducta problemáticos en sus relaciones interpersonales más cercanas, como aquéllas con amigos íntimos o parejas. A menudo, tienden a ejercer control y dominación sobre los demás, lo cual está estrechamente vinculado a rasgos de personalidad narcisista. Estas personas suelen proyectar sus responsabilidades y culpas en los demás, evitando admitir errores propios. Su capacidad de mostrar ternura o empatía es limitada, y suelen insistir en tener la razón, invalidando las perspectivas ajenas.
Además, suelen tener reacciones desproporcionadas o violentas en diversas situaciones, aunque estas manifestaciones pueden variar en intensidad. Lo importante a destacar es que estos individuos generalmente han exhibido signos de comportamientos agresivos o conflictivos previamente. En el caso de Daniel Sancho, ya se sabe que había tenido enfrentamientos físicos y conflictos en sus relaciones personales, lo cual subraya la idea de que estos comportamientos no surgen de manera aislada o repentina. Son el resultado de una escalada progresiva de conductas problemáticas y de ausencia de empatía.
P.- En casos como el de Daniel Sancho, ¿qué papel juegan las evaluaciones psiquiátricas para determinar la culpabilidad y la pena?
R.- Las evaluaciones psiquiátricas son fundamentales para descartar la presencia de algún trastorno psiquiátrico agudo o tratable. Como hemos tratado anteriormente, estos exámenes son útiles para identificar episodios psicóticos, fases maníacas de un trastorno bipolar o intoxicación por sustancias, situaciones en las que la capacidad de la persona para ser completamente responsable de sus actos puede estar comprometida o alterada por una pérdida del control de la voluntad. Sin embargo, en un caso de asesinato premeditado que incluye el descuartizamiento de la víctima, es poco probable que un trastorno psiquiátrico explique tal conducta, ya que los cuadros psiquiátricos suelen estar asociados con formas de violencia más desorganizadas, impulsivas y menos planificadas.
Esto refuerza la idea de que Daniel Sancho tenía plena capacidad para comprender la naturaleza de sus acciones, las implicaciones legales y morales de las mismas, y que actuó de manera deliberada y consciente. Por lo tanto, en el contexto de un crimen tan meticulosamente planificado, la responsabilidad penal recae sobre el individuo, ya que sus decisiones fueron tomadas de manera voluntaria y con pleno entendimiento de sus consecuencias. Este tipo de evaluación psiquiátrica es crucial para discernir entre la influencia de un trastorno mental y la conducta criminal premeditada, permitiendo así un juicio más preciso sobre la culpabilidad y la responsabilidad moral del acusado.
Dra. Velasco: «Es improbable que individuos psicópatas acepten voluntariamente un tratamiento farmacológico»
P.- ¿Qué tipo de tratamiento psiquiátrico puede recibir una persona condenada a cadena perpetua por asesinato premeditado?
R.- En este tipo de casos, no existe un tratamiento eficaz, ya que las intervenciones terapéuticas suelen orientarse en dos direcciones: por un lado, suavizar las conductas y disminuir la agresividad, lo que puede implicar el uso de psicofármacos; por otro, tratar de abordar los problemas subyacentes a través de la psicoterapia. Sin embargo, en individuos que no presentan una enfermedad mental tratable, la administración de psicofármacos requeriría dosis elevadas, que conllevarían efectos secundarios que el paciente rechazaría. Además, estos individuos carecen de sentimiento de culpa o reconocimiento de que tienen un problema. Su percepción es que su conducta era inevitable, justificada, o merecida por la otra persona o por la víctima, y esto hace imposible que estos individuos acepten un tratamiento farmacológico o que participen en una psicoterapia.
Es improbable que estos individuos acepten voluntariamente un tratamiento farmacológico o participen en una psicoterapia. La psicoterapia requiere que el paciente tenga cierto grado de introspección y capacidad para reconocer y reflexionar sobre sus propios pensamientos y comportamientos, comprendiendo qué les ha sucedido y cómo podrían haber manejado la situación de manera diferente. En estos casos, el problema subyacente a menudo es un trastorno de personalidad narcisista y antisocial, en el cual los individuos tienden a percibirse como injustamente tratados y superiores a los demás. No sienten la necesidad de adaptarse a las normas sociales, ya que creen firmemente que es la sociedad la que debería adaptarse a ellos. Este profundo sentido de grandiosidad y falta de empatía limita su capacidad para beneficiarse de las intervenciones terapéuticas convencionales.